Violaciones y torturas: Mujeres transgénero hablan de su sufrimiento bajo la dictadura argentina

Publicado el 14 agosto 2024 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Violaciones y torturas: Mujeres transgénero hablan de su sufrimiento bajo la dictadura argentina

  • 12 de junio de 2023
  • 05:20
La fiscal adjunta Ana Oberlin posa para una foto dentro del Pozo de Banfield, una antigua estación de policía que fue uno de los cientos de centros ilegales de detención y tortura que existieron durante la dictadura militar del país, en Buenos Aires, Argentina, el martes 23 de mayo de 2023. Oberlin jugó un papel fundamental al incluir el testimonio de las cinco mujeres transgénero que estuvieron detenidas en el Pozo de Banfield como parte de un juicio que comenzó en 2020 en el que 12 oficiales enfrentan cargos de crímenes de lesa humanidad por acciones que tuvieron lugar en tres centros clandestinos de detención que involucran unas 700 víctimas. (AP Foto/Víctor R. Caivano)

Buenos aires (ap) — apenas entró en el edificio blanco de bloques donde la dictadura militar argentina la retuvo durante un mes, Julieta González comenzó a tener recuerdos, como escenas retrospectivas en una película.

Veía manchas de sangre en los colchones. Escuchaba gritos mientras estaba dentro de su celda. Recordaba ser forzada a lavar la sangre que había quedado en los autos. Un abuso sexual interminable.

Las mujeres transgénero como González a menudo fingían estar dormidas cuando aparecía un guardia en medio de la noche, recordó.

“Siempre la que pagaba el pato era yo”, recuerda González, de 65 años, mientras habla con los periodistas de The Associated Press que la acompañaron durante una visita a la celda donde estuvo detenida alguna vez. “Yo era más joven”, agrega.

González y otras cuatro mujeres transgénero testificaron en abril, durante un juicio contra exagentes de seguridad por cargos de crímenes de lesa humanidad, sobre la represión que sufrieron, como violaciones y torturas.

Su testimonio forma parte de lo que, según abogados y activistas de derechos humanos, es un intento largamente esperado de que de Argentina reconozca las violaciones sistemáticas de derechos humanos cometidas contra la comunidad trans bajo el régimen militar del país, entre 1976 y 1983.

Varios miembros de la comunidad participaron el mes pasado en una manifestación de apoyo a un proyecto de ley que debate una comisión del Congreso y que busca otorgar una pensión vitalicia a las personas trans mayores de 40 años.

Patricia Alexandra Rivas, de 56 años, dijo en la manifestación que fue violada y torturada mientras estuvo detenida ilegalmente durante cinco días en 1981, cuando apenas tenía 14 años.

Las personas que hicieron el trabajo sucio durante la dictadura fueron particularmente brutales con los miembros de la comunidad transgénero, que siguió sufriendo incluso después del retorno de la democracia en 1983. No obstante, las cosas han ido cambiando en Argentina: hace más de una década, el país aprobó un hito en materia de género: una ley de identidad que permitía a las personas cambiar su género en los documentos sin permiso. Más recientemente, el Congreso aprobó una ley que reserva el 1% de los empleos del sector público a las personas transgénero.

Ellas “fueron traídas a este lugar, fueron torturadas, fueron violadas, fueron sometidas a trabajo esclavo, fueron privadas de su libertad y después fueron liberadas”, declara la fiscal asistente Ana Oberlin mientras está de pie frente a un conjunto de celdas en el llamado Pozo de Banfield, una antigua estación suburbana de la policía que fue uno de los cientos de centros ilegales de detención y tortura en la capital.

Gran parte de América Latina tuvo gobiernos militares en las décadas de 1970 y 1980. Según organizaciones de derechos humanos, en Argentina fueron detenidas ilegalmente y desaparecieron sin dejar rastro unas 30.000 personas. Hasta muy recientemente, poco se decía sobre cómo la comunidad trans sufrió bajo los gobiernos militares.

Parte de la razón por la que el reconocimiento ha tardado tanto en llegar es porque la violencia contra los miembros de la comunidad trans “está absolutamente naturalizada”, sostiene Marlene Wayar, de 53 años, activista transgénero y autora que dio testimonio experto durante el juicio.

Esta dinámica se ha desarrollado en gran medida en los 296 juicios por crímenes de lesa humanidad de la época de la dictadura que se han llevado a cabo desde 2006, tras la derogación de las leyes de amnistía. En los juicios han sido condenadas 1.115 personas, según el Ministerio Público.

Es solo recientemente que Argentina ha comenzado a debatir los roles de género y las costumbres sexuales bajo la dictadura, agrega Oberlin, incluido un “modelo de familia que indicaba el lugar que tienen que tener varones y mujeres”.

Oberlin tuvo una participación clave al incluir el testimonio de las cinco mujeres transgénero que fueron detenidas en el Pozo de Banfield como parte de un juicio que comenzó en 2020, por el que 12 oficiales enfrentan cargos de crímenes de lesa humanidad debido a actos que ocurrieron en tres prisiones clandestinas, con unas 700 víctimas.

La violencia a manos de las fuerzas de seguridad era algo a lo que González estaba acostumbrada cuando la policía las detuvo a ella y a otras mujeres trans en 1977 o 1978 —no recuerda la fecha exacta—, mientras ejercían la prostitución. Terminaron en el Pozo de Banfield.

“Ellos nos levantan y yo no había querido subir a la camioneta. Entonces, con un fusil así, me pega en la espalda y me agarra del pelo (diciendo) ‘¿Qué? ¿No vas a subir?’”, recuerda González.

Ella y sus amigas fueron encerradas en una celda donde a menudo escuchaban gritar de dolor a personas que no alcanzaban a ver.

Una noche escucharon a una niña gritar varias veces y luego se escuchó el llanto de un bebé, relata González.

“Toda mi vida me quedé pensando” sobre ese bebé, dice.

Los agentes de seguridad a menudo robaban bebés nacidos de mujeres embarazadas detenidas, que luego desaparecían.

González y sus compañeros de celda se vieron obligadas a realizar varios tipos de trabajo, como cocinar y limpiar autos. “Adentro muchos tenían sangre”, testificó González en abril.

“También abusaban sexualmente de nosotras”, testificó González durante el juicio. Describió con frecuencia casos en los que fue violada.

“¿Se podían negar a eso?”, le preguntó Oberlin a González.

“No, no”, respondió González encogiéndose de hombros “Era, no sé, en ese tiempo era como normal”.

Una vez, un grupo de soldados la recogió y la violó en grupo.

“Cuando pasan esas cosas ¿viste? ¿Qué sé yo? Pienso en otras cosas”, recuerda en su antigua celda.

Aunque las mujeres trans —que en gran medida tenían que recurrir a la prostitución para ganarse la vida— sufrieron abusos por parte de las fuerzas de seguridad, las cosas empeoraron para ellas durante la dictadura, que impulsó una concepción tradicional de la familia.

“Además de las violaciones y de las torturas” ellas fueron objeto de un “particular ensañamiento, justamente por sus identidades de género”, manifiesta Oberlin.

Las sentencias del caso, que se esperan para fin de año, “van a ser muy importantes”, recalca Oberlin, porque las mujeres trans fueron llevadas a centros de detención ilegales “a lo largo y a lo ancho de todo el país” y podría abrir la puerta para que otros testifiquen.

Por su parte, González admite que “nunca” pensó que iba a declarar en un juicio. Durante mucho tiempo pensó que lo que había vivido en el Pozo de Banfield “no es importante”.

Sin embargo, ahora sabe que “sí es importante”, añade González.

“Hoy que podemos hablar… ser escuchadas, que siempre fuimos todas tan calladas”, hay que hacerlo, afirma.

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El periodista de The Associated Press Víctor R. Caivano contribuyó para este reportaje.

  • 30 octubre 2023

https://www.bbc.com/mundo/articles/c6prdz42rg3oEn los años de la dictadura, las mujeres trans no teníamos leyes. Para el Estado, simplemente no existíamos”.

Julieta González enciende el tercer cigarrillo desde que comenzó la conversación. Pide permiso para hacerlo, aunque estamos hablando por teléfono.

En la pausa cuenta que es una tarde gris pero sin lluvia en los alrededores de su casa ubicada en el municipio de Tigre, unos 30 kilómetros al norte de Buenos Aires, la capital argentina.

González dice que le encanta fumar. Se le nota en la voz, gruesa, ronca, pedregosa de tanto humo que ha pasado hasta sus pulmones. Esa misma voz le sirvió para narrar este año ante un tribunal de justicia argentino -en un hecho inédito- cómo durante el último régimen militar que gobernó Argentina desde 1976 hasta 1983 había sido violada y sometida a torturas en uno de sus centros clandestinos de reclusión.

Ella -junto a Carla Fabiana Gutiérrez, Paola Leonor Alagastino, Analía Mártires Velázquez y Marcela Daniela Viegas Pedro- se convirtió en la primera mujer trans en declarar en un juicio donde se retrataron los crímenes que se cometieron contra este colectivo durante el gobierno militar.

Aunque por más de 45 años ya se conocían las violaciones cometidas contra el colectivo travesti/trans, fue recién hace unos cuatro años que comenzaron los procesos para que sus testimonios fueran incluidos en los distintos juicios que se siguen contra los antiguos represores.

«(En el pasado) las mujeres trans no teníamos leyes, como ahora. Básicamente no existíamos, por lo que nuestro testimonio tampoco valía”, explica González.

Pie de foto, Los militares gobernaron Argentina entre 1976 y 1983 con una feroz represión.

Los testimonios de las sobrevivientes han servido para demostrar la persecución sistemática en contra de las mujeres trans.

Distintos organismos de derechos humanos señalan que cerca de 400 personas de la comunidad LGTBQ+ fueron víctimas de la represión militar.

Pero al ser detenidas, no todas sabían que eran víctimas del aparato represivo de los militares, muchas pensaron que se trataba de una redada más a las que las tenía acostumbrada la policía.

“A mí me subieron a un carro a la fuerza y me llevaron a este lugar, que solo pude reconocer muchos años después, cuando lo vi en una de las transmisiones del Juicio de las Juntas”, relata González, en referencia al proceso judicial iniciado en 1985 por orden del presidente Raúl Alfonsín contra los integrantes de tres primeras Juntas Militares.

Después de apagar el enésimo cigarrillo de esta conversación, González vuelve a mencionar un recuerdo que ha repetido a lo largo de su relato:

“La imagen que más me queda es que cuando llegué había una chica sola, como si la hubieran apaleado, en una esquina. Tenía una expresión como si la hubieran abandonado allí”.

“No teníamos otra opción que la prostitución” .

“A nosotras nos perseguían para disciplinarnos por nuestra identidad. Éramos una plaga que debían exterminar», le dijo a BBC Mundo Carla Fabiana Gutiérrez, detenida en el pozo de Banfield en 1978.

Gutiérrez me habla en italiano. Piensa que la contacté de un medio local de Milán donde vive hace ya varios años, pero luego descubre que es en español.

Le pido hablar de lo que pasó en el Pozo de Banfield y accede de inmediato. En el idioma que sea.

“Por supuesto. Quiero hablar por todas esas personas que gritaban ‘¡Basta, por favor, no lo hagan más!’ y que se sepa lo que hicieron los torturadores que vivieron impunemente todos estos años”, relata.

Pie de foto,Carla Fabiana Gutiérrez ha sido militante del colectivo travesti/trans en la Argentina. Pie de foto,Carla Fabiana dando testimonio en el Congreso argentino.

Gutiérrez había nacido en el barrio de Mataderos, en el suroeste de la capital argentina. Siempre se sintió mujer.

“Tenía 15 años cuando conocí a una mujer trans y supe que quería ser como ella”.

Aquí el relato de las sobrevivientes se une: todas debieron dedicarse a la prostitución “Porque no teníamos otra opción para conseguir dinero”.

Carla comenzó a trabajar en las noches, al igual que Julieta.

“Yo quería hacer lo que hacían las mujeres trans, que eran muy pocas y no las llamábamos así. En ese momento solo existían hombres y mujeres. Y hombres gays, pero yo no quería ser gay. Yo quería ser mujer”, relata Gutiérrez.

Entonces ocurrió el golpe de Estado de marzo de 1976.

“La policía nos perseguía todo el tiempo. Pero cuando nos agarraron en ese tiempo que (los militares) llegaron al poder fue distinto”, relata González.

“Tenía 14 o 15 años. Me sacaron los zapatos que llevaba, me dejaron media desnuda, para comer tenía que pedirle si tenían alguna sobra y para eso había que pagar. El pagar de ellos era con sexo”, recuerda Gutiérrez.

“Yo no entendía nada. Era la primera vez que alguien me pegaba. Me humillaron todo el tiempo que estuve allí y yo no sabía por qué”.

Limpiar charcos de sangre

Todas estas declaraciones ante la justicia se dieron en el pasado mes de abril.

Estas mujeres pudieron declarar en el marco del juicio de las llamadas “brigadas”, que eran los comandos de policía que manejaban los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio conocidos como el Infierno (ubicado en Lanús, en el sur de la zona del conurbano de de Buenos Aires), Pozo de Quilmes y Pozo de Banfield (en las localidades del mismo nombre, también en el sur) – en este último estuvieron Julieta y Carla.

Los centros clandestinos de detención fueron usados por los comandos militares y de policía argentinos para retener, torturar y “desaparecer” a decenas de miles de personas (se estima que hasta unas 30.000, según las organizaciones de derechos humanos) en medio de una feroz represión.

Pie de foto,Julieta comprendió muchos años después los abusos que sufrió en aquellos años.

Lo que se conoció como el Pozo de Banfield era un edificio ubicado dentro de la Brigada de Investigación de la Policía, que funcionaba en la localidad de Banfield.

González recuerda el lugar por las ventanas:

“Tenía unos ventanales enormes que nos hacían limpiar casi todos los días. No los olvido más, también porque yo veía llegar a los autos que traían personas al centro y los militares dentro de ellos”.

En conversación con BBC Mundo recuerda el infierno a la que la sometieron: “Me violaron varias veces. Escuché gente gritar, limpié charcos de sangre en los vehículos que llevaban a estos centros. Escuché bebés nacer”.

Gutiérrez recuerda que cuando se iban los altos mandos y solo quedaban los oficiales de rango medios, la sacaban de su calabozo y la obligaban a tener relaciones sexuales.

Es horrible cuando alguien te obliga a hacer algo que no quieres. Pero no era eso. Eran los gritos, constantes. Nos dimos cuenta pronto que le estaban haciendo cosas horribles a las personas que estaban allí. Hasta hoy sigo escuchando esos gritos”.

Pudo más tarde corroborar que en ese lugar no solo se torturaba gente sino que algo más grave pasaba, cuando le ordenaron limpiar un auto que habían llevado los militares.

“Lo que me tocó limpiar fueron charcos de sangre que estaban en el suelo del auto. No eran manchas secas, la sangre era abundante y estaba fresca”, relata

Pie de foto,Se estima que unas 30.000 personas resultaron desaparecidas durante el gobierno de facto controlado por los militares entre 1976 y 1983.

Construir memoria

Tanto González como Gutiérrez no duraron más de un mes en el centro clandestino de Banfield, pero nunca entendieron por qué las habían llevado a ese lugar.

En diciembre de 1983, Raúl Alfonsín se posesionó como presidente electo de Argentina, lo que marcó el final del régimen militar.

Además de todos los procesos de reparación y memoria que comenzaron a partir de ese momento, el colectivo travesti/trans comenzó uno en particular: crear un archivo donde se consignaran las actividades que las mujeres trans habían desarrollado a lo largo de la historia para el reconocimiento de su identidad.

Muchas lideresas históricas comenzaron a aportar documentos, fotos, testimonios de lo que habían sufrido, tanto en los gobiernos de facto y militares como en democracia.

“Hace algunos años, en medio de ese proceso, yo había contado lo que había ocurrido en el Pozo de Banfield y alguien que me había escuchado me llamó para declarar en el juicio que se hacía contra los que habían dirigido estos lugares”, señala Gutiérrez.

El testimonio ayudó a reafirmar la identidad de los perpetradores y a establecer que en el lugar nacieron varios niños o niñas de los cuales no se volvió a saber más.

Se espera que pronto se determine una condena para los responsables.

“Pasaron muchas cosas en ese lugar y se necesita hablar de eso como lo que fue: una violación, un ataque directo a nuestra dignidad y a la de las personas que ya no están”, concluye.

Un documental relata la historia de dos sobrevivientes trans detenidas y torturadas en la dictadura argentina

«Donde habite la memoria» es un documental que cuenta la vida de Julieta González y Fabiana Gutiérrez, sobrevivientes del centro clantestino Pozo de Banfield.

“Ahí está Judith, con ella yo estuve en el Pozo de Banfield. Esta soy yo, la Mosca Tse Tse, la Carla Pericles y la Marcela Ibañez en la Plaza de San Fernando. Plena dictadura esto”. Julieta Alejandra González, conocida como “La Trachyn”, sostiene entre sus uñas rosa pastel una foto en blanco y negro de sus amigas y de ella posando veraniegas ante el disparo de una cámara que inmortaliza el momento. La imagen pertenece al documental Donde habite la memoria, una producción audiovisual que condensa parte de las vidas de Julieta y Fabiana Gutiérrez, dos sobrevivientes trans de la última dictadura cívico militar, detenidas ilegalmente en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) “Pozo de Banfield” entre 1976 y 1977.

Fabiana Gutiérrez

“Tantas de mis compañeras ya no están más, de las que estuvieron detenidas en este Pozo. Era el Pozo del terror para nosotras”, dice Fabiana en un fragmento del mediometraje. En el Pozo de Banfield estuvieron secuestradas alrededor de 440 personas, de las cuales 170 fueron asesinadas o desaparecidas. 

Fabiana Gutiérrez. Foto: Carolina Musso

En abril de 2023, cinco mujeres trans y travestis sobrevivientes de la dictadura -entre ellas, Fabiana y Julieta- declararon por primera vez en un juicio de lesa humanidad por las torturas y vejaciones que sufrieron durante el Terrorismo de Estado. El próximo martes a las 13.30 se leerá la sentencia en el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, en el marco de esta causa que juzga los crímenes perpetrados en las brigadas del sur del Conurbano de la provincia de Buenos Aires, conocida como Causa Brigadas.

“Nunca más alguien tiene que estar en esos lugares, sentir que ellos eran dueños de tu vida, que te basureaban como querían, te violaban. Y uno no podía decir nada de eso. Hoy poder contarlo es una alegría amarga. Es justicia”, expresó a Presentes Trachyn, que actualmente milita en la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA).

Julieta Alejandra González. Foto: Carolina Musso

Historias que hablan por otras 

El documental es una tesina de grado de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, dirigido por María Clara Olmos y Carolina Musso. La semana pasada se presentó en el espacio de Memoria ex CCDTyE Pozo de Banfield, en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora. A este lugar regresaron las protagonistas -Fabiana por primera vez desde la vuelta de la democracia- en distintas escenas del film.

“Una decisión fuerte fue focalizar en ellas dos, que sean las protagonistas y que lo que guíe el documental sean sus historias, que si bien son particulares e individuales, con ellas se reflejan las historias de tantas otras compañeras del colectivo. Creemos que en eso individual está lo colectivo”, compartió a Presentes Olmos, quien es comunicadora y periodista de la agencia Télam

Julieta Alejandra González

A lo largo del documental, ambas relatan lo que vivieron durante sus detenciones ilegales: torturas físicas y psicológicas, abusos sexuales, trabajo forzado. Les gustaba que nosotras sufriéramos de una manera absurda. No sé qué es lo que querían lograr con esta situación. Era una obsesión que tenían. Usaron el poder contra nosotras, nos hicieron muchísimo daño. A las que tenían un valor más fuerte que yo, que se sabían defender, a ellas las hicieron desaparecer. No podíamos tener un objetivo, una razón de vida”, Fabiana a Presentes, a través de una llamada desde Italia, donde se exilió en la década de 1980. Cuando fue detenida por primera vez contaba con 14 años y hoy, con 62.

Sus recuerdos no solo se centran en lo que vivieron en carne propia, sino también en lo que pudieron observar u oír sobre les demás detenides. “Todos los días de mi vida veo a esa chica jovencita que vi encerrada en un calabozo. Veo esa cara de tristeza, angustia, dolor, como diciendo por qué yo, por qué estoy en este lugar. Nada justificaba que esté esa chica ahí. Hoy ser la voz de ella y de esos chicos que nos preguntaban desde arriba ‘¿dónde estamos?’ Nosotras decíamos: ‘En el Área Metropolitana de Banfield’”, recordó Julieta. 

En El Pozo estuvieron detenidas por lo menos 30 mujeres embarazadas, según los registros que existen. Entre 1976 y 1977 funcionó una maternidad clandestina, donde nacieron al menos ocho bebés, de los cuales seis recuperaron su identidad. Los llantos de algunos de ellos los recuerdan hasta el día de hoy las sobrevivientes.

Negacionismo y necesidad de reparación

El documental se estrenó a pocos días del 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, que conmemora a las víctimas de la última dictadura argentina. En un momento en el que el presidente Javier Milei niega que haya habido 30 mil desaparecidos y la vicepresidenta Victoria Villarruel promueve la teoría de los dos demonios, el mediometraje viene a dar luz en otro sentido. 

“En el contexto socio-político actual, con un gobierno con expresos componentes negacionistas e incluso reivindicadores de la dictadura como el de Milei, hay un énfasis en la circulación de discursos que ponen en duda nuevamente el plan sistemático de violación de derechos humanos implantado durante la dictadura. Creemos que el documental puede contribuir a desmitificar estos discursos con el relato de lo que vivieron Julieta y Fabiana por simplemente ser quienes son”, sostuvo Musso, técnica en Dirección de Fotografía y cámara cinematográfica por la Universidad del Cine.

Julieta Alejandra González

La realización del documental contó con el acompañamiento de los tutores Eduardo Morales, Silvina Manguía y María Rosa Gómez, docentes de la Facultad de Ciencias Sociales. “Este trabajo fue no solo nuestra tesis de grado, sino también una síntesis de todo nuestro paso por la carrera de Comunicación en particular y por la universidad pública en general, que tantas herramientas nos ha dado para seguir construyendo y abonando a la memoria de nuestro país”, compartió Olmos. 

Por todo lo vivido, Julieta y Fabiana, en coincidencia con el activismo travesti trans, piden un reconocimiento. Se trata de una reparación monetaria para todas aquellas adultas mayores que vivieron violencia institucional. También reclaman por el tratamiento y aprobación del proyecto de Ley Integral Trans, que busca garantizar la inclusión social del colectivo y el ejercicio pleno de sus derechos. 

“Fuimos combatidas y no nos dejamos combatir porque seguimos luchando, seguimos creyendo en nosotras. Sé que todas mis compañeras que no están en este momento lo hubiesen hecho igual como lo estoy haciendo yo: dando información para que la gente sepa”, concluyó Fabiana.

 22 de marzo de 2024

 Agustina Ramos

 Edición: Ana Fornaro