Todos hemos oído hablar de las violaciones masivas en La India. Mujeres, en su mayoría menores, que son acosadas sexualmente y violadas de forma brutal en las calles, normalmente por un grupo de hombres, sin que sus familias puedan protegerlas y sin que el gobierno tome medidas. La última noticia, las dos niñas desaparecidas en el estado de Uttar Pradesh, que aparecieron muertas a los dos días con signos de estrangulamiento y violación. El problema es que todos nos explican el qué, el cómo y el dónde, pero nadie nos acaba de explicar el porqué. Una posible explicación es la influencia del sistema de castas, incrustado por tradición en India, que mantiene totalmente marginada a una parte de la población, especialmente a los dalits (también llamados “intocables” o “gente sin casta”).
En La India, aproximadamente uno de cada seis habitantes es dalit. El sistema de castas los excluye de esta clasificación al considerar que no fueron creados a partir de la descomposición del dios Brahmá en cuatro partes, dando lugar a cada una de las cuatro castas: los brahmanes (maestros y sacerdotes), los chatrías (clase política y militar), los vaishias (comerciantes, artesanos y agricultores) y, por último, los shudrás (esclavos y obreros). Como no puede hacerse como si los dalit no existieran, son perseguidos, discriminados y maltratados a lo largo de toda su vida. Y, si bien es cierto que esta discriminación se atribuye más a las zonas rurales, es evidente que en las zonas urbanas muchas mujeres sin casta han sido violadas y asesinadas por su condición.
Un caso muy conocido de este conflicto es el de Phoolan Devi, una mujer dalit que llegó a conseguir una silla en el Parlamento del país y luchó toda su vida contra el sistema de castas, lo que le costó varias violaciones y secuestros y, finalmente, su propia vida.
Siempre se ha hablado de India como un país de castas mal repartido, donde los estratos más altos gozan de privilegios y los más bajos sufren y luchan por sobrevivir. Pero hay que recordar que, al margen de esto, hay millones de personas que son “la gente sin casta”, que no son hijos de Dios, ni ricos, ni cultos, ni sanos, ni son nada de nada. Son, pero es como si no fueran. Porque es mejor ser campesino, obrero e incluso esclavo que ser un paria de la sociedad. Y, desde luego, es mejor ser un paria que ser mujer y ser paria.
CLÁUDIA MORÁN
@claudiamm2