Violencia de género: llamemos a las cosas por su nombre, por favor.

Por Marperez @Mari__Soles

El gran obstáculo al que se enfrenta nuestra sociedad a la hora de enfrentarse a la violencia contra nosotras, las mujeres, es el lenguaje. Para una gran mayoría, la violencia machista sigue siendo un tema tabú del que no se debe hablar, como la menstruación, el parto, la menopausia o cualquier otro tema que se considere que no debe salir del ámbito doméstico femenino.

Esto nos ha llevado a que ni siquiera se consiga, aún, un consenso para poder llamar a las cosas por su nombre, y cada día vamos viendo cómo se van inventando nuevos eufemismos producto de los intentos del feminismo por visibilizar lo que el machismo se empeña en ocultar. Por ejemplo:

¿Neomachismo? ¿Machirulo? ¿Micromachismo? ¿Violencia de género? ¿Femicidio/feminicidio? ¿Terrorismo machista?: a esos hombres que maltraraban a las mujeres toda la vida se les llamó cobardes, cabrones, maltratadores, abusadores, violadores y/o asesinos. Y a ellas, mujeres maltratadas. Entonces no había dudas. Ahora, la lucha es por tener la razón o no en términos más o menos legales, de acuerdo a unos neolingüísmos importados de otro idioma y mal traducidos.

Pero todo tiene solución en este mundo, excepto lo que no la tiene. Y esta tontería de discusiones la está teniendo. Parecía difícil, pero está siendo muy sencilla: bastaba con dejarse de “sentar cátedra” y escuchar la voz de la gente. Solo hay que ver lo que se está escribiendo sobre el crimen de La Palma. Se habla y se escribe con valentía, sin adornos, cobardías ni ningún otro tipo de florituras. Ni siquiera los familiares de él tratan de excusarlo.

Cuando el Gobierno, los observatorios y el resto de vigilantes llamen, también, a cada cosa por su nombre, será el verdadero principio del fin de este terror, porque no hay mejor manera de cambiar comportamientos que inculcando conceptos claros y contundentes.

Y, con relación a esto, me gustaría aportar mi granito de arena, como siempre (disculpen el atrevimiento, pero necesitaba decirlo):

No es lo mismo llamar a una mujer “maltratada” que llamarla “víctima”, aunque lo parezca. Se puede ser víctima una sola vez de un hecho puntual, pero en el caso de la violencia de género debería usarse “maltratada” porque es muchísimo más exacto: significa que ha sido tratada mal a lo largo del tiempo, no una sola vez. Es decir: que la forma en que se le ha tratado ha vulnerado sus derechos, ha sido ofensiva y, por lo tanto, ha atentado contra su salud (según el significado que la OMS da al término de “salud”).

Tampoco es lo mismo estar siendo o haber sido maltratada o víctima que poder sentirse orgullosa de decir “soy una superviviente y conseguí salvar mi vida y la de mis hijos”. Usar la palabra “víctima” o “maltratada” constituye un sambenito que alarga el maltrato. La mujer se ve y se siente etiquetada y, muchas veces, cuestionada, por lo que, consciente o inconscientemente, trata de justificarse ante todo y ante todos, como si estuviera obligada a demostrarle al mundo cada día del resto de su vida que sí, que “encaja” en el molde de “víctima real” y que no, ella ni miente, ni le gustaba, ni lo buscó, ni se lo merecía. En cambio, la palabra “superviviente” es como un trofeo que da fuerzas para seguir adelante, recuperarse y no volver a caer en lo mismo, porque reconoce la realidad: luchó y ganó. Vive y se siente orgullosa. Fue más fuerte que él, por muy dura y larga que fuera la batalla.

Otra de las palabritas que no me gustan es la de “sumisa” o “cobarde”. Una mujer que ha conseguido sobrevivir a todo eso no es cobarde: es estratega. No confundan estrategia con cobardía. Ya lo dijo el general chino más estudiado por la logística militar a nivel mundial: la mejor victoria es la que se obtiene sin batallar.

Muchas mujeres que fueron maltratadas hasta la muerte estarían vivas si hubiesen podido actuar con mejores estrategias, y ahora podrían presumir de supervivientes. Muchas que ahora mismo están siendo msltratadas podrán sobrevivir si aprenden estrategia.


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