Han vuelto los tiempos en gris. Del azul al gris hay un paso. Y ese paso lo ha dado la policía en Valencia. Con las peores formas de los peores tiempos, ha actuado contra jóvenes, la mayoría menores de edad, y contra todo el que han pillado por medio.
Esta es la tercera carga violenta de la policía en pocos días. De forma bestial, como si se tratara de terroristas, la policía ha actuado con salvajismo, más que con contundencia. No se trataba de deshacer la manifestación, sino de machacar a los manifestantes. Con cargas indiscriminadas, hoy, la policía –que en nada envidia a la policía criminal franquista, de otros tiempos—ha demostrado su poder, arremetiendo contra todo lo que se movía.
Todo empezó con una manifestación para protestar por algo “tan zafio, tan insignificante y tan injusto” como pedir calefacción para el Instituto Lluís Vives de Valencia, una vulgaridad, con lo bien que sienta el frío y lo majo que son los sabañones.
Pues a eso, contestó la nueva delegada de Educación y Descanso –perdón, quería decir delegada del gobierno—, Paula Sánchez de León, mandando un batallón de policías asilvestrados dispuestos a ganar una guerra. El enemigo, ya saben, jóvenes adolescentes que pasan frío. Y lo entendieron bien, les calentaron hasta decir basta. Actuando con ansia y con desazón, sin complejos.
El resultado, jóvenes heridos, detenidos e incomunicados. Menores de edad, sin que sus padres pudieran saber su estado. Probablemente, estos policías, sus jefes y la delegada provincial del gobierno han ingresado en el túnel del tiempo, retrocediendo cincuenta años.
La de hoy, ha sido la tercera manifestación, para protestar por la brutalidad policial. Y naturalmente la policía ha contestado como sólo se puede esperar de un cuerpo militar en una batalla.
Las imágenes que hemos estado viendo estos días, hablan por sí solas y mientras tanto, la delegada defiende a “su policía” y no cree necesario abrir ninguna investigación.
Ahora ya sabemos dónde ha ido el dinero que falta para calefacción en las escuelas, y para los hospitales. Ahora conocemos de que manera se gasta el dinero esta Comunidad, la más arruinada de Valencia. Y naturalmente, no sólo en trajes del ínclito Camps, o en los delirios de grandeza plasmados en eventos deportivos o en instalaciones innecesarias, o tampoco en los dispendios megalómanos del insolente Carles Fabra. También se lo gastan en material antidisturbios, en pagar horas extras y en asilvestrar policías. El resultado ya lo hemos visto.