Revista Comunicación

Violencia, política y medios de comunicación: la experiencia peruana *

Por Sstucchi
Violencia, política y medios de comunicación: la experiencia peruana *
El periodismo según se ejerza, puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios
Luis Miró Quesada de la Guerra, 1939
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1980: Después de 12 años, en el Perú llegaba a su fin el “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”, iniciado con el golpe militar del Gral. Juan Velasco en 1968 y continuado por el Gral. Francisco Morales Bermúdez. En las elecciones presidenciales de ese mismo año resultó elegido el Arq. Fernando Belaúnde.
Poco antes de las elecciones, el 17 de mayo, un grupo de integrantes del denominado Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso (PCP-SL) quemó las ánforas y las cédulas de votación en el pueblo de Chuschi, en el departamento de Ayacucho. Fue el primer acto de guerra llevado a cabo por dicha agrupación. Sin embargo, los autores del hecho fueron capturados rápidamente, las elecciones se llevaron a cabo sin mayor incidente y éste recibió muy poca atención en la prensa peruana.
Con el transcurso de los años, las acciones de violencia del PCP-SL se extendieron. El asesinato de autoridades civiles, policías, propietarios de tierras y de todos aquellos considerados como “enemigos de la revolución marxista-leninista-maoísta”, se hizo cada vez más frecuente. En abril de 1982, militantes armados del PCP-SL atacaron la cárcel de Ayacucho, lberando más de 100 terroristas apresados y asesinando a algunos efectivos policiales. En respuesta, miembros de la Policía Nacional del Perú ingresaron al hospital de dicha ciudad y asesinaron a presuntos miembros del PCP-SL. El gobierno de Fernando Belaúnde decretó el estado de emergencia en Ayacucho, otorgando el control de dicha zona a las Fuerzas Armadas.
Violencia, política y medios de comunicación: la experiencia peruana * La reacción inicial de la prensa peruana fue de imprecisión y desconcierto, variando desde la minimización del fenómeno hasta planteamientos variopintos de conjuras comunistas internacionales o supuestas reacciones de la ultraderecha anhelante de una dictadura conservadora.
En enero de 1983, 8 periodistas fueron asesinados por campesinos de la comunidad de Uchuraccay, al ser confundidos con senderistas.
En abril de 1983, pobladores de la comunidad de Lucanamarca se rebelaron contra la presencia del PCP-SL, asesinando a algunos de sus dirigentes. Como revancha, los senderistas masacraron con machetes a 69 hombres, mujeres y niños de la comunidad. El líder de la agrupación subversiva, Abimael Guzmán (“Presidente Gonzalo”), reivindicó el hecho y lo justificó como un “escarmiento”.
En agosto de 1984, se descubrieron fosas con más de 50 cadáveres en la comunidad de Pucayacu. Las investigaciones señalaron como responsables a destacamentos de la marina al mando del Capitán Álvaro Artaza (“Camión”).
Los asesinatos selectivos, los “juicios populares”, las masacres, las desapariciones y los hallazgos de fosas comunes, serían situaciones frecuentes en la zona de emergencia durante los primeros años de la década de 1980.
En julio de 1985 asumió la presidencia el Dr. Alan García. Poco antes, el entonces ministro del interior había declarado que Lima estaba segura “en un 99%”; 3 días después, un coche-bomba con 50 cartuchos de dinamita explotó en el corazón de Lima. En los próximos años, los coches-bomba y las voladuras de torres de energía eléctrica serían hechos cotidianos. La represión militar indiscriminada había reducido el accionar terrorista en la zona de emergencia, pero éste se había trasladado a la capital. En ese mismo año, ingresó a la escena subversiva el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
En junio de 1986, las Fuerzas Armadas ingresaron a 3 penales de Lima que habían sido tomados por reclusos miembros del PCP-SL, resultando más de 300 muertos, muchos de ellos ajusticiados luego de rendidos.
En mayo de 1988, luego de un ataque terrorista, 31 pobladores de la comunidad de Cayara fueron asesinados por miembros del ejército al mando del Gral. José Valdivia. El gobierno negó los hechos.
A mediados de la década de 1980, la prensa peruana había desarrollado 3 tipos de discurso frente a la violencia política. Los medios más conservadores (“El Comercio”, “Expreso” y “La Prensa”) entendían al PCP-SL como producto casi exclusivo de una ideologia fanática y foránea, contra el cual sólo cabía la represión militar; las violaciones de derechos humanos realizadas por los militares eran consideradas como lamentables pero inevitables excesos. Los medios de orientación más izquierdista (“La República”) contemplaban otros factores sociales y económicos en la génesis de la subversión, y demandaban el fin de la guerra sucia y sanción a los culpables. Finalmente, la prensa ligada al PCP-SL (“El Diario de Marka”) justificaba en cierta forma la subversión como producto de una violencia ancestral perpetrada por el estado.
Por lo general, el tratamiento de las noticias no era equitativo y dependía del grupo social de las víctimas; si éstas eran autoridades, oficiales o empresarios, la condena solía ser contundente y demandaba una investigación exhaustiva; por el contrario, las masacres de comunidades campesinas recibían coberturas mínimas y cuestionamientos tenues o inexistentes.
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Violencia, política y medios de comunicación: la experiencia peruana * La influencia de los medios masivos de comunicación sobre la sociedad, y en particular sobre la génesis de la violencia, ha sido desde hace varias décadas, tema de numerosas teorías e investigaciones, con propuestas diversas y a veces contradictorias, que van desde la culpabilización absoluta hacia los medios (particularmente la TV) por la violencia social, hasta la visión de los mismos como “catárticos” y por lo tanto, atenuantes de la violencia latente de la teleaudiencia. Por otro lado, las metodologías empleadas no siempre permiten establecer claramente una relación de causa-efecto entre la exposición a contenidos mediáticos violentos y las conductas violentas, pues podrían existir factores previos que promuevan tanto las conductas violentas como la preferencia por la visualización de escenas de violencia.
Las investigaciones en torno a la relación entre la violencia mediática y la violencia en el público, han seguido tres líneas principales: efectos sobre la conducta, efecto sobre las emociones y efectos cognitivos.
En la línea de los efectos sobre la conducta, se han planteado principalmente las siguientes teorías: reforzamiento, catarsis, estimulación elemental y modelaje. La línea de los efectos emocionales incluye las teorías de la sensibilización, de la desensibilización y del habituamiento. Finalmente, la línea de los efectos cognitivos comprende básicamente las teorías siguientes: de los guiones cognitivos, y de la enseñanza cognitiva.Efectos sobre la conducta:
- Según la teoría del reforzamiento (Klapper 1960), la violencia televisiva operaría como refuerzo de tendencias agresivas preexistentes en los espectadores, y no como generadora primaria de estas conductas. Cuanto más atractivo resulte el contexto mediático en el cual se desarrolla la violencia, o cuanto más identificación sienta el espectador por el mismo, mayor sería su poder reforzador de la violencia. - La teoría de la catarsis (Feshback y Singer 1971) plantea que la percepción de contenidos violentos en los medios de comunicación, permitiría al público aliviar inofensivamente sus propios sentimientos de hostilidad. La violencia mediática cumpliría así un rol positivo de servicio público, como catarsis de agresividades potenciales. Estudios posteriores, sin embargo, no han avalado estas ideas.
- La teoría de la estimulación elemental (Tannenbaum y Zillmann 1975), plantea que lo verdaderamente determinante en la agresividad del espectador sería el grado de estimulación psicológica y fisiológica que provoca el programa televisivo en el sujeto, independientemente del contenido de dicho programa. De este modo, no solamente los contenidos violentos podrían estimular la violencia, si no también otro tipo de contenidos, como podría ser el erótico, dependiendo de la predisposición del receptor.
- Según la teoría del modelaje o aprendizaje por observación, (Bandura 1977), los sujetos expuestos a la violencia de la televisión actuarían, después de esta exposición, de manera más violenta de lo que normalmente lo harían de no haber visto este tipo de programas. Este modelaje dependería de varios factores: 1) Las características del modelo. La probabilidad de imitar la conducta es proporcional al grado de identificación con el personaje violento; en tal sentido, la violencia de los “buenos” resultaría más nociva que la de los villanos. 2) Las consecuencias de la violencia. La violencia que proporciona recompensas a sus perpetradores es más pausible de ser imitada que aquella que recibe castigo. 3) Grado de realismo. Cuanto mayor es el realismo percibido, mayor el efecto; en este sentido, los niños serían los más vulnerables. 4) Susceptibilidad individual. Los individuos con problemas emocionales son más vulnerables al modelaje. 5) La interpretación cognitiva particular del espectador hacia la violencia.

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Efectos emocionales:

- La teoría de la sensibilización (Zillman 1980; Tamborini, Stiff y Heidel 1990) plantea que la visualización frecuente de escenas violentas resultaría tan traumatizante para algunos espectadores, que éstos terminarían por evitar este tipo de actos en la vida real. Esta situación se daría ante imágenes de violencia extrema o muy realista, y en individuos particularmente empáticos, con tendencia a identificarse con las víctimas.

- La teoría de la desensibilización (Bjorkqvst y Didrikkson 1985), por el contrario, propone que la exposición continua a la violencia mediática, más aún en un contexto generalmente de relax como es el de ver televisión, llevaría al espectador a una falta progresiva de sensibilidad ante situaciones de violencia. Se produciría así una tolerancia ante la violencia.
- Similar a la anterior, la teoría del habituamiento (Van der Voort 1986; Linz, Donnerstein y Penrod 1984) plantea que la exposición a la violencia llevaría al espectador a considerar aquélla como normal, dificultándole identificar los actos violentos como tales.
Efectos cognitivos:
- Según la teoría de los guiones cognitivos (Abelson 1976), la exposición frecuente a la violencia mediática generaría en el espectador un aprendizaje de guías para la conducta (guiones), que serían almacenados para ser recuperados en circunstancias análogas de la vida real.
- Según la teoría de la enseñanza cognitiva (Srull y Wyer 1979; Berkowitz 1984), los pensamientos relacionados con actos agresivos que son provocados por contenidos mediáticos violentos pueden provocar, a su vez, otros pensamientos que están semánticamente relacionados, viendo aumentadas así las posibilidades de que los receptores tengan otras ideas agresivas en ese mismo período.
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En julio de 1990 asumió la presidencia el Ing. Alberto Fujimori, tras derrotar sorpresivamente al escritor Mario Vargas Llosa. Dos años después, en abril de 1992, clausuró el Congreso y abolió la Constitución. En noviembre de 1991, 15 personas (incluyendo un niño de 8 años) fueron asesinadas por miembros de un escuadrón paramilitar denominado “Colina”, en Barrios Altos, Lima. En julio de 1992, 9 estudiantes y 1 profesor de la Universidad La Cantuta, en las afueras de Lima, fueron secuestrados y ejecutados por el mismo escuadrón. Las investigaciones fueron obstaculizadas por el gobierno y la mayoría oficialista en el nuevo Congreso; una de las congresistas afirmó que los desaparecidos se habían “autosecuestrado”. Cuando la comisión investigadora citó al Comandante General de la Fuerzas Armadas, los tanques del ejército salieron a las calles de la capital. En julio de 1992, un coche-bomba con 500 kg. de dinamita, colocado por miembros del PCP-SL, hizo explosión en la calle Tarata, en Miraflores, una de las zonas más transitadas de Lima, muriendo 23 personas. En septiembre del mismo año, fue capturado Abimael Guzmán en una residencia del distrito de Surco, en Lima, junto con otros cabecillas del PCP-SL. En junio de 1995, el Congreso promulgó la Ley de Amnistía para todos los militares acusados de violaciones a los derechos humanos, incluyendo a los miembros del grupo Colina, que habían pasado por un juicio bastante benévolo en el fuero militar. Poco después, en las elecciones presidenciales, Fujimori fue reelegido. La prensa peruana fue unánime en condenar los actos terroristas del PCP-SL. En el caso de la Cantuta, solamente el diario “La República” fue enfático desde el principio; sin embargo, al descubrirse los cadáveres de los estudiantes y el profesor, todos los medios exigieron una investigación y sanción de los responsables, unos con más énfasis que otros. Asimismo, la Ley de Amnistía no fue bien recibida por “La República” ni por “El Comercio”; “Expreso” publicó una crítica tibia.
La TV por su parte, no ocultaba sus simpatías por el régimen. Los principales canales de TV, “Frecuencia Latina”, “Panamericana” y “América”, propagaban reportajes y entrevistas que favorecían las versiones oficiales en desmedro de las opiniones críticas.
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A partir de 1997, comenzaron a proliferar los denominados “diarios chicha”, tabloides sensacionalistas de precio muy bajo, con imágenes de sexo y violencia en sus portadas, y lenguaje de replana. Con el paso del tiempo, la mayor parte de estos diarios (“El Tío”, “El Chino”, “La Chuchi”, “El Bocón”, etc.) se dedicó a atacar a los opositores del gobierno y a exaltar los supuestos éxitos de éste. Las campañas de difamación y calumnias alcanzaron su punto máximo durante la campaña de Fujimori para su segunda reelección, entre 1999 y el 2000.

Los “diarios chicha” aludían frecuentemente al fantasma del terrorismo para azuzar los miedos de la población y vender la imagen de Fujimori y su cúpula militar como la única opción viable para el Perú. Los tabloides, que como luego se demostró, recibían financiamiento del estado, no dudaban en acusar de “terroristas”, “traidores” o “antipatriotas” a los críticos al gobierno y defensores de derechos humanos, inventando toda clase de calumnias, en medio de la más absoluta impunidad.

Como ejemplo del bajísimo nivel al que llegaron estos medios, “El Tío” le dedicó los siguientes titulares a uno de los principales periodistas opositores, entre abril y julio de 1999: “NN es alcahuete de la oposición”, “Comunista NN quiere liberar a terrucos presos”, “Comunista NN pide noche con terruco Feliciano”, “NN en la jaula de las locas”, “A NN no se le para”, “NN se entregó al zambo”, “NN no es macho”.

Técnicas empleadas por la prensa parametrada (Brown 1986):

  • Empleo de estereotipos: se presenta al opositor al régimen como “enemigo de la patria” o “amigo del terrorismo”, culpable de todas las desgracias que asolan al país, en contraposición al gobierno “patriota” y “defensor del pueblo”.
  • Selección: se sobredimensiona todo aquello que favorece al gobierno, en tanto que se minimiza u oculta lo desfavorable a su imagen.
  • Mentira abierta: se acusa a los críticos del gobierno de asuntos dudosos, no probados o simplemente inventados.
  • Repetición: se presenta la información en forma incesante y abrumadora, sin importar su veracidad, de modo que “algo queda” (siguiendo a Goebbels).
  • Afirmación: se presenta la versión oficial de un hecho sin cuestionamiento alguno, como verdad absoluta.

En la TV, la casi totalidad de canales de señal abierta apoyaban la campaña reeleccionista de Fujimori, a través de programas políticos, noticieros, talk-shows (como el de Laura Bozzo) y hasta programas cómicos, sin dejar de lado una habitual dosis de violencia.

La internet no fue ajena a la campaña de demolición contra los opositores. En una página web denominada irónicamente “Asociación Pro-Defensa de la Verdad”, se difamó a diestra y siniestra.
En septiembre del 2000 fue difundido a través de Canal N (el único canal de TV crítico al gobierno) un video mostrando al asesor presidencial Vladimiro Montesinos entregando un soborno al congresista Alberto Kouri. Fue el primero de una serie de “vladivideos” que revelaban uno de los lados más oscuros del régimen. Ante la incontenible ola de protestas, Fujimori huyó al Japón en noviembre, renunciando a la presidencia desde Tokio por fax.

El nuevo gobierno, presidido por el Dr. Valentín Paniagua, designó en junio del 2001 a la denominada Comisión de la Verdad para investigar todos los casos de abusos contra los derechos humanos durante el periodo 1980-2000.

El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, presentado en agosto del 2003, reveló cifras escalofriantes: más de 69 mil muertos y desaparecidos, víctimas del terrorismo subversivo y de la represión de las fuerzas del orden.

El Informe generó las iras de los medios más conservadores, ligados a las Fuerzas Armadas (“Expreso”, “Correo” y “La Razón”), que atacaron ferozmente a los comisionados, acusándolos de “proterroristas”, “traidores a la patria” y otros adjetivos sin fundamento. Un columnista de “Correo” publicó lo siguiente: "Más sencillo con los integrantes de la Comisión de la Verdad: se les fusila donde se les encuentre para que sus cadáveres sirvan de alimento en las chancherías de la localidad". La búsqueda de la impunidad era obvia.


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National Television Violence Study (EE.UU. 1996-1997):
  • En Estados Unidos, la presencia de la televisión en los hogares ha pasado desde 4.5 horas TV por hogar en 1950, a más de 7 en el 2000.
  • El 75% de los actos de violencia en la TV, queda sin castigo.
  • El 40% de los actos violentos los cometen los “buenos”.
  • El 60% de los programas contiene violencia y sólo un 4% de ellos contiene algún tipo de tema antiviolento.
  • Sólo un 27% de los perpetradores de violencia muestra remordimiento por sus actos.
  • El 55% de las víctimas de la violencia no muestra dolor ni sufrimiento.

Índice de Violencia de la Televisión Argentina (2005):

  • Se presenta 1 acto de violencia cada 16 minutos y 23 segundos.
  • Los protagonistas principales de la trama participan en el 79.4% de actos de violencia, ya sea como víctimas o como victimarios.
  • El 91% de los noticieros de TV difunden usualmente noticias violentas.
  • Los noticieros de la TV difunden 1 noticia con violencia cada 15 minutos.

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Conclusiones:

- Los medios de comunicación jugaron un rol principal durante los años de la violencia política en el Perú (1980-2000).

- La información divulgada no era siempre objetiva, y respondía por lo general a la línea política y a los intereses de los propietarios; en el caso de los medios conservadores, la violencia subversiva era percibida únicamente como ideológica y ajena a nuestra realidad, combatible solamente con la represión militar; otros medios tuvieron una visión más amplia del fenómeno y demandaron un respeto irrestricto a los derechos humanos.

- El tratamiento de la información de actos de violencia no era equitativo, y dependía del grupo social y procedencia de las víctimas; contundente si éstas eran autoridades, oficiales o empresarios de Lima y otras ciudades costeñas, y tímida si eran campesinos de las zonas andinas.

- Durante los últimos años de la década de 1990, fue cobrando paulatinamente mayor importancia el respeto a los derechos humanos, y ésto se vio reflejado en el sector de la prensa crítico a la dictadura de Fujimori. Por el contrario, la mayoritaria prensa adicta al régimen utilizó el fantasma del terrorismo para atacar a la oposición y proteger a los uniformados acusados de violaciones a los derechos humanos.
- Desde 1997, los denominados “diarios-chicha” se constituyeron en un arma del gobierno para atacar incesante e impunemente a la oposición política, convirtiendo al periodismo “en el más vil de los oficios”.

- Los medios de comunicación oficialistas, a través de la prensa escrita, la TV y la internet, influyeron poderosamente en la opinión pública, manipulando la imagen pública del presidente y la aceptación de sus reelecciones sucesivas. Sin embargo, la manipulación tiene sus límites, y ante la evidencia del fraude y la corrupción, difundida también por un medio de prensa, la población rechazó mayoritariamente al régimen.

- La manipulación de la información ejercida por la prensa adicta al régimen de Fujimori pone sobre el tapete el tema de la enorme responsabilidad social de los medios de prensa y lo inconveniente que resulta la visión de los mismos únicamente desde la óptica mercantilista.

Bibliografía:

  • Acevedo Rojas J. Prensa y violencia política (1980-1995). Aproximación a las visiones de los Derechos Humanos en el Perú. Lima: Asociación de Comunicadores Sociales Calandria, 2002.
  • Brown JAC. Técnicas de persuación. De la propaganda al lavado de cerebro. Madrid: Alianza Editorial 1986.
  • Caretas. La verdad sobre el espanto. El Perú en los tiempos del terror. Lima: Empresa Editora Multimedia SAC, 2003.
  • Comisión de la Verdad y Reconciliación. Yuyanapaq. Para recordar. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.
  • Comisión de la Verdad y Reconciliación. Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Lima, 2004.
  • Cornblit O. Violencia social, genocidio y terrorismo. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.
  • Dirección de Fiscalización y Evaluación del Comité Federal de Radiodifusión. Índice de Violencia de la Televisión Argentina. Informe preliminar. Buenos Aires, 2005. http://www.comfer.gov.ar/documentos/pdf/InformeViolencia.pdf.
  • Fundación Infancia Aprendizaje. Informe Pigmalión. http://ares.cnice.mec.es/informes/03/documentos/indice.htm.
  • García Galera, MC. Los efectos de la violencia televisiva en la audiencia. En: Televisión, violencia e infancia. El impacto de los medios. Barcelona: Gedisa, 2000. http://www.nombrefalso.com.ar/index.php?pag=108.
  • Rospigliosi F. El arte del engaño. Las relaciones entre los militares y la prensa. Lima: Asociación Pro Derechos Humanos, 2000.
  • Sodré M. Sociedad, cultura y violencia. Buenos Aires: Enciclopedia Latinoamericana de Sociocultura y Comunicación, 2001.

* Presentado en el Congreso Regional de la Asociación Psiquiátrica de América Latina realizado en Quito (Ecuador), 2007.


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