Acabo de regresar (22/07/2012) de un periodo de servicio de diez días en el Centro Dhamma Neru en Palautordera. En mi anterior POst escribía sobre mi experiencia en este Centro que sigue la tradición de la enseñanza de S.N.Goenka en la meditación Vipassana.
He trabajado en los servicios propios que son necesarios para satisfacer las necesidades de los meditadores durante un retiro de diez días. Fundamentalmente cocina y comedores así como limpieza. Se trata de ver la otra cara de la moneda de un Centro de Meditación en esta tradición donde durante los diez días que dura el curso donde se establece una formula de aislamiento y seguimiento con unos preceptos que no se pueden romper, como son no hablar, no comunicarte, salir del recinto y hacer las meditaciones según la técnica que se enseña además de no tomar intoxicantes, entre otros. Los participantes en el curso no realizan ninguna tarea a parte de meditar y satisfacer sus necesidades básicas. Para ello se monta un dispositivo del que he participado en el que hay que dar de comer y servir en un comedor entre otros servicios que se establecen para el buen desarrollo del curso. Desde dos profesores, un manager del centro de manera genérica, dos de manera particular para el curso, un coordinador de cocina, un manager de cocina, miembros de oficina (al menos 3), miembros del comité de cocina, de jardinería, etc, todos con gran merito, dedicación y constancia hacen su trabajo de manera gratuita. Normalmente este tipo de organización nos resultaría una eutopía de difícil formulación, si bien funciona a la perfección, al menos en los objetivos que se mantiene de realizar al menos dos cursos mensuales de diez días. Una labor heroica a sabiendas de lo dificultoso que es fluir en este tipo de eventos.
Mi experiencia nuevamente ha calado hondo. Normalmente me doy cuenta cuando se establecen dualidades criticas en mi sentimientos o sensaciones. El caso es que los primeros días recién llegado quise escribir algo somero y rápido pero mi mente igualmente no fluía y abundaba en acontecimientos, lo que me hacia saturarme al escribirlo. Ahora mas en perspectiva me decido a reintentarlo.
El servicio es en la cocina del Centro de Meditación que mantiene la Fundación Vipassana, donde no sabes apenas casi nada de lo que hay que hacer o donde están las cosas antes de empezar . Hay que seguir un menú y un protocolo, además de trabajar en equipo, ya que hay dar de comer a casi 80 personas al mismo tiempo, segregado por sexos en tres comedores. Es una tarea maratoniana, al menos los primeros días mientras te enteras de como funciona el sistema. También la exigencia en la forma de cocinar y presentar las comidas, en los grados de su temperatura o el mantenimiento del comedor correctamente según las necesidades de los comensales.
Otra parte importante que experimentas es las relaciones del equipo que se han ofrecido voluntario para este periodo. Entre nosotros no nos conocíamos y cada uno era de una parte, edad y forma de ser diferente, así se añadía mas emoción a la experiencia.
Un plus para los sénior hombres que sobrellevaban con disimulo y rubor la generosidad que ofrecían en sus virtudes las jovencitas mujeres. Mil perdones a todos, Miguel (al que llamaba insistentemente Emilio durante los primeros días) y que cumplió su papel de manager de cocina a la perfección. Darle las gracias por soportar los momentos de tensión y mis burradas iniciales. También por compartir el ultimo día la comida con Bea en su casa y enseñarnos su huerto del que comimos, el regalito del elefante, sus charlas en la roulot en las que nos alojábamos, etc, ha sido muy generoso por su parte. Antonio, este genial Malagueño que nos amenizaba con sus charlas pausadas y llenas de humor con un toque de sabiduría andaluza en todo aquello que nos contaba. Aunque teníamos nuestros puntos de vista diferentes al elaborar el gazpacho, llegamos a un punto final de acuerdo. Bea, la chica de mi quinta que asumió su papel desde el principio con enorme responsabilidad dando ejemplo de constancia y de dedicación. Su presencia se notaba añeja y cálida, sus preguntas y sus conversaciones llenas de profundidad. Como buen vasco va a las raíces profundas de las cosas. Ofreció su país, su casa y su ciudad a varios que preguntábamos por las condiciones laborales de su tierra. También como Miguel enormemente generosa. Sigo con Adela, vasca como Bea, matriarcal, se nota su naturaleza y iniciativa. Enormemente precisa en sus diálogos, cariñosa en su trato y por lo que veo en su Blog gran aventurera. Un lujo que continuó con Constanza, que era mi simétrica campanada de Gong en las llamada que hacíamos una vez que habíamos servido ambos la comida en sus respectivos comedores segregados (hombres y mujeres). La llamada se hacia de manera precisa y puntual y era respondida por Constanza al mismo tiempo dando la profundidad que merecía la llamada al evento de las comidas. Esta chilena nos dio lecciones de sencillez, humildad y afecto en su trato. Me ayudo enormemente en mis tareas. Carolina fue la coordinadora e instructora inicial, un zafarrancho de instrucciones cuando iniciamos el servicio y que nos hacia movernos con celeridad y eficiencia cuando no sabíamos nada de como hacer una comida para 80 personas. Su carácter es eficiente, su capacidad de liderazgo y sus dinámicas de grupo casi de las series del chefs que trabajan en un restaurante para hacer una cocina sin llegar a caer en el pánico escénico en la responsabilidad que ello conlleva . Se aprenden cosas con ella. De vez en cuando aparecía Mónica, una linda gatita que hacia del ejemplo una virtud y ayudaba cada vez que tenia un rato aun estando destinada en el servicio de las oficinas. Por ultimo las entradas y salidas de la manager del curso, Irene, a la que no conocí mucho pero amenizaba con su juventud y su esbeltez cada vez que pisaba nuestro territorio. Tendría que seguir aunque por economía de medios me perdonareis ya que la experiencia llega con un calado aun mas allá, las proyecciones son muy abundantes, constantes y me esforzare por no hacer de esto una novela.
En este tipo de retiro trabajas la conciencia de un manera especial ya sea por tu voluntad de dar este servicio, como la firme determinación de mejorar en tu practica. Tenias esta oportunidad en las tres meditaciones de grupo diarias y en las reuniones y posteriores meditaciones de Metta que se hacían al final de la noche. Acababas destrozado, tanto por la actividad constante física como por el esfuerzo de cumplir un horario preestablecido que incluía empezar a las 5.30 am y tras algunos descansos y meditaciones terminar sobre las 6 pm.
En otro orden de cosas, el calor se hacia notar. La sala y la humedad te hacia transpirar a borbotones tras la primera media hora en inmovilidad meditativa. Me recuerda a el nuevo modo del llamado hot-YOga que hace a la gente meditar en una sala a altos grados acondicionada a estos efectos. En este caso era un Vipassana-Hot.