Apenas llegado a tierras peruanas, Toledo se informó de todo cuanto había sucedido en el virreinato y de cuales fueron las políticas seguidas hasta ese momento. Reconoció la inexistencia de un adecuado sistema tributario, pues no había un registro del total de habitantes del virreinato. Toledo realizó varias visitas generales a distintas partes del virreinato y, por primera vez, se tuvo registro de los recursos humanos y naturales del Perú. Tras saber el número de posibles tributarios estableció las reducciones: pueblos indígenas en los que se agrupaba a un número de indios (alrededor de 500 familias). Así se sabía con exactitud la cantidad de tributo que debían entregar.
Toledo impuso también la mita colonial: tributo en el que los indígenas pagaban con su fuerza de trabajo en las minas, obrajes o construcciones para el estado (puentes, caminos, etc.). Cabe señalar que esta mita se inspiró en el sistema andino, pero no poseía el factor redistributivo que lo caracterizaba en tiempos prehispánicos. Es por ello que esta forma de tributo fue la más molesta para la población indígena.
El virrey Toledo estableció que el tributo se pagara en moneda. Así se creaban circuitos mercantiles, se fijaban los montos de tributación y se establecían los precios de los diferentes productos. Sin embargo, los indígenas continuaron tributando en especie hasta bien entrado el siglo XVII.
Sin duda, Francisco de Toledo sentó las bases del virreinato peruano pues logró lo que parecía imposible: la ordenación administrativa y política de todo el amplio territorio del Perú. A partir de su obra, los virreyes que siguieron lograron hacer del Perú el más importante virreinato de América
ADMINISTRACION DEL VIREINATODesde los primeros descubrimientos geográficos la corona española fue consciente de la necesidad de crear un organismo que velara por sus nuevos territorios. Tras casi 20 años de exploraciones en el continente americano el reino de España creó el Real y Supremo Consejo de Indias. Si bien empezó sus funciones en 1524, desde un inicio actuó como intermediario entre el rey y las indias y, durante el siglo XVIII, como organismo asesor para las secretarías de gobierno. De este organismo emanaron las leyes y el corpus legislativo base para la administración del virreinato, tanto en México como en Perú. El Consejo de Indias tuvo un campo de acción amplísimo. Fue el encargado de proponer los posibles candidatos a virreyes para las Indias y Filipinas, así como también de los oidores, corregidores y gobernadores de las ciudades americanas. De igual manera, en el ámbito judicial, fue la máxima instancia para las apelaciones de los casos impartidos por las audiencias.
En América, la máxima autoridad fue el virrey. Como representante directo del rey fue el encargado de impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por la evangelización de los indígenas. No fue tarea fácil administrar un territorio tan vasto. El gobierno de Lima tuvo una carga fuerte, pues era responsable por cada una de las audiencias establecidas en América del Sur: Panamá, Nueva Granada, Quito, Lima, Charcas, Santiago y Buenos Aires. Estas audiencias fueron la base para establecer una serie de redes administrativas que funcionaron de manera eficiente tras las reformas implantadas por Lope García de Castro y Francisco de Toledo durante la década de 1570. Estas reformas incluyeron el censo de toda la población, especialmente la indígena e inició una serie de visitas a las provincias del reino para conocer su situación y elaborar políticas de acción respecto a la mita y las reducciones indígenas, principalmente.
La división de la población en república de indios y república de españoles facilitó la tarea administrativa, pues cada uno de estos grupos tuvo funcionarios específicos encargados de velar por sus intereses. Sin embargo, el corregidor de indios, funcionario encargado de la población indígena, muchas veces aprovechó su cargo e impuso onerosos impuestos o se apropiaba de tierras y chacras de cultivo, en detrimento de los vernaculares.
De estos cambios resultó el cambio irreversible en los patrones andinos. El Tahuantinsuyo desapareció y dio paso al nuevo virreinato peruano, que siendo casi un calco de su par en España resultó convertirse en un reino de vital importancia para los intereses castellanos.
El virreyEl virrey fue el representante directo del rey en territorio ultramarino. Muchas veces fue el mismo rey quien se encargaba de revisar los nombres de los posibles vicesoberanos. Si bien hasta 1570 las funciones del virrey no quedaron establecidas, el punto de inflexión lo marcó la llegada de Francisco Toledo, quien reguló la personalidad jurídica y política de dicho cargo administrativo. El virrey tuvo dos campos de acción bien definidos: fue la máxima autoridad en la administración pública (que incluía el manejo del tesoro público y el nombramiento de autoridades) y el principal responsable de la defensa del territorio, pues en su cargo de Capitán General y Gobernador debía resguardar el virreinato de los ataques de corsarios y piratas, y de las agresiones internas, producto de revueltas o insurrecciones populares (aunque éstas no ocurrieron significativamente sino hasta el siglo XVIII).
Los virreyes en el Perú ostentaron distintos títulos: Lugarteniente, Gobernador y Capital General de los Reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, Presidente de la Real Audiencia, Presidente de la Junta Superior de la Real Hacienda, Presidente del Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, Superintendente del Juzgado de Policía, Capitán General de los distritos y Gobernador de las Provincias, Visitador de los Castillos y Fortalezas, Vicepatrono Eclesiástico, General de la Armadadel Mar del Sur, etc.
El virrey era igualmente el principal responsable de propagar la fe católica y de evangelizar a los indígenas. A través del Regio Patronato (derecho del rey sobre sus territorios para nombrar a las autoridades eclesiásticas) el vicesoberano estaba facultado de nombrar evangelizadores, extirpadores de idolatrías y curas doctrineros.
Como cabeza del reino fue siempre responsable del manejo de los fondos fiscales y de los gastos extraordinarios, como, por ejemplo, la construcción de barcos para la defensa del litoral o la edificación de las murallas de Lima. De igual manera, fue el principal impulsor de la minería en los Andes y del desarrollo de la agricultura y ganadería, otorgando mercedes a particulares o nombrando autoridades que velaran por el buen desarrollo de las actividades agropecuarias.
En un principio el mandato de los visorreyes no debía exceder los 3 años. Sin embargo, debido al extenuante, prolongado y peligroso viaje que representaba llegar a América y también tomando en cuenta el tiempo que tardaban en ponerse al corriente de la situación administrativa, el Consejo de Indias amplió su estancia a 5 años. Aún así, la mayoría de virreyes se quedaron en el cargo mucho más tiempo que el asignado.
Durante su gobierno, el virrey debía actuar como protector y defensor de indios y podía además nombrar lugartenientes, corregidores y alcaldes mayores, así como tenientes de alguacil de Lima y Callao para la buena administración de justicia y la adecuada aplicación de policía. El virrey fue el presidente de la Audiencia de Lima, máxima entidad administradora de justicia en el virreinato peruano.
Terminado su mandato, debía rendir cuentas ante el Consejo de Indias a través del Juicio de Residencia. En este juicio se escudriñaba el comportamiento del virrey en las Indias y si es que había obrado dentro del marco legal y administrativo impuesto por la corona. Podían intervenir testigos de toda condición para informar sobre la administración virreinal.
Para controlar las acciones del virrey, así como para ponerle límites a sus intereses en el Perú, el Consejo de Indias creó leyes específicas para ellos. Las principales leyes versaban principalmente en el terreno personal: no podían contraer matrimonio con alguna mujer perteneciente a la jurisdicción que administraba, así como tampoco podían ejercer comercio alguno; sin embargo, muchas veces estas leyes no fueron acatadas. Desde 1613 todos los virreyes estaban obligados a elaborar una memoria para informar a su sucesor y al rey sobre sus actividades en el Perú. Estas memorias fueron de gran utilidad para los virreyes sucesores, pues le otorgaban un panorama general del virreinato, tanto en lo administrativo, judicial y económico, como en lo social.
La audiencia
La Audiencia actuaba como asesor del virrey, por lo que muchas veces absolvió las consultas formuladas por el visoberano. De igual manera, fue la encargada de tomar las riendas del virreinato cuando el virrey se encontraba enfermo o moría repentinamente.
En Lima la Audiencia fue presidida por el virrey y estuvo conformada por los oidores (de número variable llegando a tener durante varios años hasta 12 miembros), dos fiscales, un alguacil mayor, un teniente del Gran Canciller y numeroso personal subalterno.
Las leyes que estableció la corona para aislar a los oidores de la sociedad en la que se encontraban pusieron énfasis en el vínculo social y económico que podría obtener el magistrado en la jurisdicción en la que laboraba. Por ejemplo, una de las principales leyes prohibía terminantemente el matrimonio con alguna mujer dentro de la jurisdicción en la que ejercía la magistratura; inclusive la ley se hizo extensiva a sus hijos e hijas. Tampoco podían tener negocios o algún cargo en el tribunal del Consulado. Estas disposiciones fueron muchas veces incumplidas pues los matrimonios y vinculaciones entre los oidores y familias criollas de abolengo fue práctica común en el virreinato peruano.
A lo largo de los años existieron siete audiencias en América del Sur. Fueron subordinadas de Lima las audiencias de Santa Fe de Bogotá, La Plata, Chile, Panamá, Buenos Aires y Cuzco. Sin embargo, cabe anotar que durante el siglo XVIII hubo una reforma administrativa en el virreinato peruano (producto de las reformas borbónicas), creándose los Virreinatos de Santa Fe de Bogotá (1717) y del río de La Plata (1767).
El corregidorCorregimiento.-Fue la división administrativa y territorial implantada por la corona española una vez instaurado el reino del Perú. Hubo 12 corregimientos en la jurisdicción del nuevo virreinato peruano: Cuzco, Cajamarca, Saña, Chiclayo, Arica, Collaguas, Andes del Cuzco, Ica, Arequipa Huamanga, Piura y Huancavelica. La extensión del territorio hizo que varios de estos corregimientos se subdividieran a su vez en corregimientos autónomos. La falta de límites claros entre los corregimientos fue motivo de disputa y pelea entre los corregidores, pues no solo estaba en juego el territorio, sino también la población indígena, en otras palabras, la mano de obra y fuerza de trabajo requerida para la obtención del tributo.
El corregidor y justicia mayor fue la autoridad política, administrativa y judicial con mayor presencia en el virreinato del Perú. Fue el "brazo del gobierno" en cada una de las provincias en la que se estableció y el encargado de hacer cumplir la ley en los más recónditos lugares del reino.
El corregidor era nombrado directamente por el rey y el periodo en el cargo iba de los tres años, si el nombrado se encontraba en el Perú, o cinco años si procedía de España. Una vez concluido este periodo era posible la prórroga en el cargo, pero sólo hasta el nombramiento del sucesor por la Real Audiencia. El cargo no podía ser otorgado a los indígenas, encomenderos, deudos de los oidores, mestizos, judíos o vecinos que residieran dentro de la jurisdicción del corregimiento. Su sueldo variaba de acuerdo a los repartimientos mercantiles u otros beneficios que obtenía por su cargo. Entre sus ayudantes se encontraban el teniente corregidor, el alcalde de indios, escribanos, escribanos alguaciles de indios, e intérpretes.Entre sus múltiples obligaciones se encontraba el recorrido por las provincias de su corregimiento, pero sin detenerse en cada una de ellas más de 15 días; la vigilancia de la recaudación de tributos, la conservación y reparación de caminos y tambos ubicados a lo largo de los principales caminos dentro de su corregimiento, etc.
El corregidor administraba justicia tanto entre españoles e indígenas, pero siempre como primera instancia. De igual manera organizaba el registro personal de indios y velaba por que vivan en las reducciones. Del corregidor dependía el enviar a los indios a las minas a cambio de un salario, su instrucción, así como su evangelización. En el papel debía proteger a los indios frente a los abusos de los españoles, sobretodo en los temas agrícolas. Sin embargo, fueron los mismos corregidores los primeros en violar los precarios derechos de los indios. Muchas veces cobraban doble tributo o les imponían el reparto de mercancías, por lo que los indígenas debían pagar cuantiosas sumas de dinero.
El cargo de corregidor desapareció para siempre tras la revuelta que organizara Tupac Amaru II en 1780, ya que se puso en evidencia la gran concentración de poder que éstos podían llegar a tener y el abuso que cometían con la población indígena. Los corregimientos fueron reemplazados por las Intendencias (1784).
El cabildoLuego del ordenamiento político de las indias, se creó el cabildo, institución que representó los fueros de las poblaciones urbanas.
Si bien es cierto que tuvieron a cargo la administración local, a causa de las grandes distancias entre cada pueblo y el aislamiento de cada uno de ellos, así como a la falta de comunicaciones, "el cabildo actuó como moderador de la actividad económica y debió extender sus funciones a los más diversos aspectos de la vida diaria" (Tauro: 2001, 428). Se distinguen tres tipos de cabildo: correspondiente a las villas y lugares, las ciudades diocesanas y las ciudades metropolitanas.
En las villas, se constituían por un alcalde ordinario, elegido anualmente en un acto presidido por el corregidor y cuyos cargos podían ser comprados o heredados; cuatro regidores, un alguacil y un mayordomo. En las ciudades diocesanas: alcalde elegible, ocho regidores, dos fieles ejecutores, dos jurados o diputados de cada parroquia, un procurador general, un mayordomo, un escribano de consejo, dos escribanos públicos, un escribano de minas y otro de registro, un pregonero mayo, un corredor de lonja y dos porteros.
En las ciudades metropolitanas: elegidos entre los encomenderos y entre los vecinos notables que no ejerciesen otros cargos incompatibles, 12 regidores (en México fueron 15 y en Lima llegaron a ser 18) y los demás oficiales perpetuos. Los alcaldes ordinarios eran elegidos por los regidores mediante votación secreta que en Lima era presidida por el virrey. Los regidores eran elegidos por el virrey con la autorización del monarca o por elección del cabildo. Entre sus funciones resaltó ser tribunal de segunda instancia y de sus resoluciones no se contemplaba apelación, a no ser que los litigios sean por un monto mayor a los 60 000 maravedíes. Controlaba la agricultura y la ganadería, extendiendo su vigilancia a la inspección de cultivos y a las cosechas. Controlaba la organización gremial y la producción artesanal. El cabildo era el encargado de entregar tierras a los nuevos vecinos para garantizar su arraigamiento en la ciudad. De igual manera repartía solares y campos labrantíos, pastos y zonas de cultivo.
El curacaLos curacas sufrieron una transformación durante los primeros años de la colonia. Si bien siguieron siendo los jefes de los pueblos y ayllus, no fueron más los jefes étnicos tradicionales tal como fueron en tiempos prehispánicos. Los curacas dejaron de controlar la administración comunal y sobre todo, no volvieron a disponer, según su apreciación, de la fuerza de trabajo o energía humana necesaria para la elaboración de redes de redistribución.
La elección del curaca ya no radicaba en su sabiduría o en la edad (tal como se hacia en tiempos prehispánicos), sino que era elegido por el corregidor. Su función se centró principalmente en la recolección del tributo -ellos mismos no tributaban- dentro del pueblo, reducción o ayllu. Su cargo fue problemático pues tuvo que enfrentar el encono de los miembros de su pueblo cuando el encargo de la carga tributaria era mayor a lo establecido. De igual manera enfrentaba al corregidor si es que debía reclamar por algún abuso y era el encargado de ir hasta a la audiencia si es que el fallo del corregidor le parecía injusto.
LA SOCIEDAD COLONIAL
El ordenamiento legal que se realizó entre los dos grupos poblacionales de mayor número (indios y españoles) caracterizó la vida colonial en los dos virreinatos americanos. La separación en dos repúblicas tuvo varias razones. La primera fue de carácter económico: para una mejor tributación los indígenas debían estar censados y "reducidos" en pueblos o rancherías cercanas a alguna parroquia. El conocimiento exacto de su número permitía al corregidor establecer las formas del tributo (si es que debían ir a la mina, o debían pagar en especias o contante). El problema con este registro es que no fue exacto debido a que muchos indios huían de sus reducciones o se hacían pasar por mestizos para evitar el pago. Hay que tener en cuenta que las enfermedades diezmaron a la población indígena a tal punto que hubo pueblos enteros que fueron devastados por la viruela, sarampión disentería, etc.; especialmente en las zonas costeras (costa atlántica y la del pacífico de México y en la costa del virreinato peruano), por lo que la tributación fue excesiva en muchos casos, debido a que los sobrevivientes debían cargar con el tributo de los muertos.
La población más numerosa de ambos virreinatos fueron los indígenas (pertenecientes a la república de indios). Estos eran considerados legalmente como menores de edad, por lo que no podían ser juzgados ni tomados en cuenta como testigos. Las leyes de Indias protegieron a los descendientes de los Incas y a las familias "nobles" o panacas del antiguo Tahuantinsuyo. Esta parte de la población indígena estaba exenta del tributo. Por ello muchos indígenas hicieron grandes fortunas comerciando (algunos productos vernaculares como el olluco, la oca, camote, etc. estaban igualmente libres de impuestos), o con el arriaje de mulas de carga. Con las reformas borbónicas (durante la década de 1770) fueron aplicados impuestos a los productos indígenas, originando rebeliones y revueltas en ambos virreinatos.
La república de españoles estaba conformada por los peninsulares llegados a América y sus descendientes directos: los criollos. En un primer momento a la cabeza de esta república debieron estar los encomenderos, grandes terratenientes y los funcionarios públicos, como los oidores, corregidores y el virrey. Con el tiempo, los encomenderos fueron suplantados por personajes de mayor jerarquía, poseedores de títulos nobiliarios (condes, marqueses y hasta algún "grande" de España). La mayor cantidad de hombres y mujeres con títulos se concentró en el virreinato de la Nueva España. De igual manera, las familias más pudientes se concentraron en la ciudad de México, Oaxaca, Guanajuato y Veracruz. En Lima se concentraba una pequeña porción de hombres adinerados, resultantes de matrimonios estratégicos entre familias pudientes. La compra de cargos públicos daba igualmente prestigio, pero ello pauperizó el sistema administrativo colonial pues se entregaban al mejor postor y no importaba si es que sería el comprador adecuado para el cargo o no. La necesidad de fama y riquezas era todavía una herencia medieval. Se buscó perpetuar los cargos nobiliarios con la familia, así como con tierras y propiedades que generalmente se encontraban en mayorazgo (por lo general dadas al hijo mayor). No se debe olvidar que México poseía el mayor número de nobles y "ricos" de todas las colonias españolas en América debido en gran parte por el boom minero que experimentó en los siglo XVII y XVIII. En cambio el virreinato peruano no llegó a tener mas de 300 nobles cuyo máximo caudal llegó a ser 120 000 pesos por casa familiar (cifra sumamente baja si se compara con el promedio mexicano: 600 000 pesos por familia noble). Ingresar a una casa de caballería confería una posición de privilegio. Las más importantes fueron las de Calatrava, San Juan de Jerusalén, Alcántara y Santiago.
La república de indiosDentro de las reformas que Francisco de Toledo aplicó en la década de 1570 se encontraba la división de la sociedad en dos repúblicas conformadas por los dos grupos poblacionales más importantes: los indios y los españoles.
La república de indios la conformaban todos los indígenas nobles, es decir, todos los descendientes de la elite cuzqueña incaica y de las panacas reales. Fueron también nobles reconocidos aquellos indígenas descendientes de las grandes tribus macroétnicas costeñas y andinas. Instaurado el virreinato la condición de estos nuevos nobles no fue aceptada pues los conquistadores creían que estos indígenas podrían encabezar alzamientos y revoluciones tal como sucedió durante la crisis de Vilcabamba entre 1542 y 1570. Sin embargo, durante el siglo XVII los curacas nobles fueron reconocidos y aceptados, inclusive muchos de ellos tuvieron comercio directo con la población española pues tuvieron acceso a tierras y chacras. Hay que anotar que los nobles indígenas se encontraban exentos de tributar y de ir a la mita por lo que el comercio se convirtió en una fuente de ingresos importante. Los nobles indígenas, aprovechando su condición, muchas veces comerciaban con productos que a su vez se encontraban libres de impuestos (olluco, oca, papa, etc.) y que tenían gran demanda entre la población vernacular. La corona buscó igualmente consolidar su posición creando para ello colegios especiales para curacas. En ellos además de ser correctamente evangelizados aprendían gramática y ciencias.
El sector más numeroso de la república de indios fue el que conformaban los indígenas del común. Fueron ellos los que cargaron con el pesado aparato tributario virreinal.
Durante la conquista los indios fueron repartidos o encomendados o un español (el encomendero) que usufructuaba su energía en trabajos de mita minera o agrícola. Los encomenderos debían velar por la fe del indígena así como por su vestimenta y alimentación. Sin embargo la corona no continuó con el régimen de encomiendas y derogó para siempre este sistema con las llamadas Leyes Nuevas de 1542. No fue sino hasta la década de 1570 que se reglamento el sistema de tributación. El virrey Francisco Toledo, tras las visitas que realizó por todo el virreinato, implantó las reducciones de indios. Los indígenas eran reunidos en un pueblo donde vivirían apartados de los españoles. Esta medida tuvo dos finalidades: primero, facilitar la labor evangelizadora a las órdenes religiosas y segundo, saber el número exacto de indios para estimar el tributo que los indígenas debían entregar a los corregidores. La carga tributaria variaba de acuerdo al número de pobladores de una reducción o pueblo de indios. Y es que esta reglamentación no tuvo en cuenta la variabilidad en el número de la población andina (los indígenas se movían entre los diferentes pisos ecológicos para intercambiar productos agrícolas), ni tampoco los estragos que causaron las enfermedades europeas que llegaron al virreinato del Perú en los primeros años de conquista. Al llegar a la edad adulta los indígenas debían, o bien pagar un tributo en especias o en dinero, o aceptar mercaderías que los corregidores les entregaban (especie de crédito forzoso), o por último pagar su tributo a través de la mita minera. Ante esta crítica situación muchos indígenas preferían huir de las reducciones y llegar en el mejor de los casos a una hacienda donde siempre faltaba la mano de obra.
Otra forma de tributo fue la mita minera. Esta fuerza de trabajo distaba mucho de la mita prehispánica pues los indígenas no recibían nada a cambio. Ya no era dentro de los cánones de reciprocidad, sino para cubrir, con energía humana, los pagos del tributo asignado.
Por último, pertenecían hasta cierto grado a la república de indios los llamados mestizos. Discriminados por los españoles e indígenas por no tener pureza en la sangre, los mestizos lograron insertase a la sociedad durante todo el siglo XII y ocuparon cargos menores como artesanos o servidores.
La república de españoles
Fue la casa de Contratación de Sevilla la encargada de dar los permisos para el viaje a América. Estuvieron impedidos de viajar judíos, moros o protestantes. De igual manera no podían venir al nuevo continente hombres o mujeres de otros países europeos sin un permiso especial de la Casa de Contratación, aunque muchos se las ingeniaron para llegar a América sin problemas.
La república de españoles estuvo conformada por los hidalgos y nobles llegados al Perú durante el proceso de conquista. Por su participación y valor en las luchas con los naturales obtuvieron cargos administrativos, encomiendas y títulos de nobleza. Cabe anotar que muchos de los hombres ricos en el virreinato peruano tenían la ilusión de regresar a España y ser reconocidos en su patria como nobles.
Los que no poseían título nobiliario alguno buscaron establecer matrimonios estratégicos con las hijas de algún rico encomendero o noble adinerado. Otra forma de obtener poder y prestigio fue la compra de cargos públicos. Durante el siglo XVII y XVIII se hizo común la compra de cargos sin importar si es que el comprador era idóneo para el cargo o no. Es posible que esta política de compras haya sido fruto del crecimiento de la burocracia estatal. En su intento por frenar el poder de los criollos, la corona creó mecanismos de control cada vez más fuertes. A medida que pasaron los años, la administración virreinal creció enormemente pues buscó cubrir todos los aspectos del reino. Así fueron creados cada vez más cargos alrededor de la figura del virrey. Cuando éste venía de España, llegaba con un séquito de consejeros y validos que rápidamente se instalaban en los mejores cargos administrativos. Sin embargo, con el correr de los años los criollos también lograron ocupar altos cargos administrativos. El único cargo que nunca obtuvo un criollo fue el de virrey, el resto tuvo más de una vez a un español americano en su dirección.
Los miembros del Tribunal de Consulado y del gremio de comerciantes fueron parte de la republica de españoles. Estos hombres tenían el poder económico suficiente como para comprar cargos u obtener privilegios y mercedes de la corona, aunque en un inicio el poder adquisitivo no fue suficiente aval para obtener algún titulo nobiliario. Fue recién en el siglo siguiente que pudieron, acceder al privilegio que otorgaba la compra de cargos y títulos.
Los españoles que lograron amasar grandes fortunas en el virreinato peruano buscaron perpetuar su grandeza a través del mayorazgo. Este fue una forma de mantener las posesiones o porciones de territorio al linaje pues era una herencia a la que el hijo mayor tenía derecho y de la cual no se podía separar. A falta de hombres el mayorazgo recaía en la hija mujer.
Otro grupo importante de esta república lo conformaron los profesionales, religiosos y artesanos. Los profesionales fueron principalmente profesores universitarios civiles y religiosos que enseñaban en seminarios o colegios mayores. Su posición fue privilegiada pues eran requeridos como consejeros en varias dependencias administrativas.
Los artesanos en el virreinato del Perú lograron tener estándares de vida mucho más altos que sus pares de España. Boticarios, zapateros, panaderos entre otros oficios tuvieron importante demanda ya que la población crecía año tras año gracias a la llegada de grandes grupos de españoles.
Los criollosEran llamados criollos los hijos de españoles nacidos en América. En un inicio la corona no tuvo política definida frente a este sector de la población, que cada año se hacía más y más grande. Sin embargo, la corona sabía que era posible que surgiera en ellos sentimientos anticoloniales, principalmente tras la revuelta de los encomenderos a mediados del siglo XVI.
Por esta condición estuvieron prohibidos de ejercer cargos públicos (en la práctica ocuparon casi todos los cargos públicos, a excepción del cargo de virrey). Sin embargo, durante el siglo XVII y XVIII, la reticencia de la corona casi no se sintió en los virreinatos americanos. La "independencia económica" hizo que los criollos pudieran tener más libertades, por lo que varios de ellos amasaron grandes fortunas. Inclusive en el campo religioso las diferencias entre peninsulares y criollos se redujeron drásticamente. Muchas criollas llegaron a ser monjas de velo negro, abadesas, etc. y los hombres llegaron a ocupar importantes cargos en el arzobispado.
Ya en el siglo XVIII la corona puso especial énfasis en quitarles el poder que habían logrado obtener en los siglos anteriores. Los análisis históricos ven en esta prohibición borbónica uno de los principales factores del surgimiento del sentimiento anticolonial en este grupo, aunque no haya habido una revuelta o rebelión criolla de dimensiones considerables en todo el siglo XVIII.
Las castasEl cruce entre mujeres vernaculares, hombres españoles y esclavos negros originó una mezcla "racial" que no estuvo contemplada por la corona durante el inició de la conquista. Los hombres resultantes de estas mezclas fueron los que cargaron con toda la crudeza del aparato social colonial. Los mestizos, (hijos de padre español y madre indígena), si bien no eran parte de la república de indios, no estuvieron exentos del tributo, pero lograban trabajar en oficios menores y como ayudantes de artesanos. Fueron rechazados tanto por los criollos así como por los indígenas, pues ambos grupos le reclamaban su lado "infecto" que no los hacía parte de ellos.
Los mulatos (hijos de padre español y madre negra esclava) fueron considerados esclavos y no tuvieron mayor suerte, durante su vida colonial. Al igual que los mestizos ocuparon cargos menores (barberos, escribanos, artesanos, agricultores).
Los zambos (hijos de padre negro y madre indígena) fueron los que corrieron con mayor suerte pues como eran hijos de madre libre fueron igualmente libres (a pesar de que el padre era esclavo) y al no ser inscritos en los padrones indígenas no pagaron tributo alguno.
Hay que anotar que en México no hubo una gran población de hombres de color, tan solo en algunas ciudades costeras su presencia fue importante.
Los esclavosLos primeros esclavos negros que llegaron al Perú lo hicieron en compañía de sus amos, generalmente personas muy acaudaladas que poseían "piezas de ebano" como parte de sus propiedades personales. A mediados del siglo XVI la ley tipificaba a los esclavos negros como bienes semovientes. Si se siguiera esta definición en estricto sensu no se podría comprender la enorme versatilidad de funciones que tuvieron los negros durante la colonia, pues estaba por demás aceptado que los negros eran seres humanos pero que habían sido creados para servir.
Desde los primeros años de la conquista la población negra aumentó rápidamente, y fueron desde un inicio enviados a las plantaciones y haciendas costeras. También se pensó que podrían servir en las minas de Potosí o Huancavelica, sin embargo su manutención era sumamente costosa si se comparaba con lo económico que resultaba tener indígenas (cuyo número era muy superior en los Andes).
Lima fue una de las ciudades con mayor cantidad de población negra en el virreinato del Perú. Inclusive su número llegó hasta equiparar e inclusive sobrepasar el número de españoles.
Las actividades de los esclavos fueron variopintas. El común de negros se dedicó a la peluquería, arreglar los dientes, braceros en las haciendas, artesanos, etc. Sin embargo, hubo muchos que tuvieron la suerte de conseguir su libertad pues tuvieron una relación amical con el amo. La manumisión usualmente la dejaban los amos en el testamento o en su defecto les legaban la casa en la que habían residido. Otros no tenían la misma suerte y se encontraban a merced de los caporales y su condición no cambiaba en toda su vida. No faltaban los amos explotadores que prostituían a sus esclavas a cambio de unas cuantas monedas. Sin embargo, el esclavo pasó mas por "la indiferencia y monotonía que por el dolor o la angustia". Algunos no soportaron su condición y se escapaban a lugares poco accesibles para vivir al margen de la ley. Los palenques fueron pequeños pueblitos donde vivían los negros cimarrones o huidizos ubicados principalmente en páramos de Cieneguilla, Huaura o Carabayllo. De estos lugares sólo salían a asaltar a los transeúntes o a trabajar como mano de obra asalariada. Los esclavos se agrupaban en cofradías bajo la advocación de algún santo o virgen. Su día de reunión eran los domingos y en él se discutían los principales asuntos de la junta, especialmente lo relacionado a la procesión de su patrón. En estas reuniones celebraban fiestas que fueron calificadas como licenciosas por lo frenético de los bailes, tan disímiles a los de los españoles.
ECONOMIA EN EL VIRREINATO
La minería en la América española fue el motor de la economía colonial. Tanto en el virreinato del Perú como en el de la Nueva España, las minas engranaron todo el comercio, marcaron los circuitos comerciales orientando la producción a los grandes centros mineros. Si bien, el cerro Rico de Potosí así como Zacatecas (México) contribuyeron con el erario español durante toda la época colonial, hubo otros ingresos que mantuvieron a flote la economía peninsular. La mesta textil y los tributos de las provincias europeas fueron los principales ingresos de la corona.
A medida que el gobierno y el control político de los virreinatos se normalizaban en América, el monopolio español se vio mermado por el comercio ilegal, el crecimiento económico y por el fortalecimiento del tribunal del Consulado, importante gremio comercial del virreinato peruano.
MineríaLa minería en América logró dinamizar el control político y administrativo de las colonias, debido a que estas tierras aportaron el metálico más importante de aquellos tiempos: la plata. En el Nuevo Mundo solo se conocían ciertos metales (entre ellos la plata y el oro), pero no le otorgaban el uso que los occidentales le daban, ya que no existía el comercio (transacción entendida en términos occidentales) principalmente en los andes (en Mesoamérica existían los mindalaes, pero aún no se sabe a ciencia cierta si es que cumplieron una función mercantil). Los españoles trajeron los implementos y tecnología adecuada para una explotación a nivel "industrial", gracias también a la utilización de la fuerza indígena. Se cree que en la década de 1540 fue descubierto Potosí y recién en 1570 explotado a gran escala. La mita dejó su forma prehispánica para convertirse en una forma en la que los españoles podían obtener mano de obra barata (aunque con los años los indios lograrían prerrogativas y muchos beneficios en las minas). Uno de los pilares de la minería fue la fuerza de trabajo. Los indios mineros debían pasar entre una y dos semanas (cada mes o mes y medio) dentro de la mina, sin salir en ningún momento, hasta completar su trabajo. Su sueldo variaba de acuerdo a la especialización que tenía. Durante el siglo XVII los indios barreteros o los de faltriquera lograron cobrar elevados sueldos pues solo ellos lograban hacer el trabajo de manera eficiente.
Las técnicas para la extracción de plata mejoraban rápidamente. En un inicio la plata era separada de los demás metales a través de los hornos llamados huairas (en los andes), pero solo servía para la plata de alta ley (que por lo general se encontraba casi a ras del suelo), para la plata que se encontraba en las vetas más profundas este tipo de fundición no servía. En 1555 el español Bartolomé de Medina creó (en México) la separación de la plata a través del azogue (mercurio). El mercurio absorbe la plata siempre y cuando ésta se encuentre en estado de polvo o harina. "Esta acción daba como resultado una amalgamación llamada pella". Luego se separaba el azogue y quedaba la plata pura y de alta ley. Lo económico de este método es que el mercurio podía volver a utilizarse luego del proceso.
Nueva España tuvo que importar azogue desde la península a diferencia del Virreinato del Perú que contaba con la Minas de Huancavelica (Oropesa, las minas de Santa Bárbara). A partir de 1572 la producción de plata de Potosí se triplicó gracias al método de la amalgamación. Aunque la inversión fue elevada, tanto Potosí como Zacatecas daban dividendos altísimos, lo que impulsaba a varios hombres pudientes a realizar molinos para la trituración de metales, hornos para la fundición, etc. Los centros mineros fueron ciudades que rápidamente se convirtieron en emporios comerciales que engranaron todo un circuito comercial en el que se encontraban la ciudad de México (para Zacatecas y Guanajuato) y la ciudad de los Reyes (para Potosí, Cerro de Pasco y Huancavelica).
Hay que tener en cuenta que el monopolio comercial que estuvo alrededor de la minería se vio afectado rápidamente por el contrabando de materiales (azogue, hierro), reventa de minerales y sobretodo por la salida del mineral (plata) a través de embarques ilegales, como Arica, hacia mercados franceses e ingleses.
Principales minas del virreinato del Perú en la colonia:Potosí: c. 1545Pasco: 1567Castrovirreina: 1590Oruro: 1608Cailloma: 1608Laicacota: 1619Lucanas y Parinacochas: 1630
AgriculturaTanto en México como en el virreinato peruano la tenencia de la tierra se trastocó, así como el usufructo que se hacía de ella. Con la llegada de los españoles llegaron también productos como el trigo, olivo, vid, cítricos, animales de granja y aves de corral. Desde un inicio los indígenas fueron empleados en las faenas agrícolas y fue a través de esta práctica que pudieron pagar sus tributos hasta que dispusieran de circulante. Nuevas técnicas como el barbecho, la rosa y quema así como diferentes instrumentos les fueron dados a los nativos para que explotaran al máximo la agricultura. El cambio más significativo estuvo en lo que se refiere a la propiedad de la tierra.
Los indígenas tuvieron que adaptarse a este nuevo sistema que era diametralmente opuesto a las prácticas vernaculares, pues concebían el aprovechamiento de la tierra para beneficio común (a las comunidades indígenas les otorgaron tierras comunales para el pago del tributo, pero a su vez numerosos mitayos debían ir a trabajar a las tierras de hacendados en su calidad de encomendados o yanaconas). Un aspecto a tener en cuenta es que las tierras destinadas a la agricultura se encontraban relativamente cercanas a las ciudades debido a que muchos de los alimentos no aguantaban más de 5 días de camino sin malograrse. Alrededor de Lima, Veracruz, México, Guanajuato y Potosí hubo grandes hectáreas destinadas solamente a la producción local. Dentro de esta producción no se descuidaron los productos locales como el olluco, coca y la crianza de pavo (en Centroamérica). Hacia 1600 la producción local fue lo suficientemente estable como para sustituir las importaciones que se hacían desde España causando gran molestia a los comerciantes españoles. Es desde entonces que el comercio intercolonial empezó a tener auge, principalmente entre las regiones de Perú, Chile y Centro América.
Productos traídos por los españoles: ganado vacuno, lanar, caprino, porcino; cereales: trigo, arroz, cebada, centeno; vegetales: lentejas, frijoles, lechugas, col, espinaca, apio, espárrago, zanahoria, nabo, betarraga, rábanos, etc.; frutos cítricos.
Productos vernaculares que se continuaron produciendo: papa, maíz, oca, quinua, cacao, camote, ajíes, yuca, maní, algodón, coca, etc.
Los obrajesFueron de gran importancia tanto en México como en el Virreinato del Perú. Fueron centros laborales dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana, algodón y cabuya. En el Perú el primer obraje fue instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció rápidamente debido a que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de diferentes calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros, costales). Su producción no pudo superar lo artesanal debido a que el monopolio peninsular no dejaba que se expandiera o que elaborara productos de mejor calidad. No obstante fueron una eficiente industria debido a que siempre tuvieron grandes pedidos provenientes de todas partes del virreinato, tanto en Nueva España como en el Perú. A ello hay que agregar la relativa independencia que tuvieron las colonias (gracias a las constantes guerras entre España y sus países enemigos), logrando que su economía fuera más autónoma, beneficiando en gran medida a los obrajes y demás centros de producción locales. Lo que sí mermó la industria obrajera fue la introducción de textiles ingleses, que por su precio mucho más bajo, lograron capturar el mercado en detrimento de los comerciantes locales.
Existían obrajes de diferentes clases: obrajes enteros: eran aquellos que podían operar más de 12 telares, en los cuales trabajaban indígenas forzados o aquellos que percibían un salario; medios obrajes: si no excedían los 12 telares, pero que contaban con un batán y molino (pagaban la mitad de la alcabala); y los chorrillos: contaban con seis telares o menos y carecían de batán, eran usualmente mantenidos por el miembro de una familia y solo producían tejidos de calidad burda.
ComercioEstablecido el control político y administrativo en las colonias, la corona se preocupó por que los habitantes del Nuevo Mundo sean incluidos en los circuitos comerciales con la península. Esta buscó tener el control monopólico de todos los productos y trató de frenar cualquier intento de comercio entre las colonias. Prohibió ciertas manufacturas pues éstas (telas, muebles, vinos, hierro, etc.) debían importarse de España, pero no logró este objetivo. Los circuitos comerciales que giraban en torno a la minería exigían mayor cantidad de productos, cantidad que los comerciantes españoles no estaban en capacidad de otorgar debido a las guerras entre España y países enemigos, así como por la forma como en que el Consulado Sevillano había dispuesto el comercio con América. Los galeones salían de Sevilla cargadas de productos hacia Portobello, lugar donde se efectuaba una feria anual. A ella debían llegar los comerciantes procedentes del Perú, pues las flotas se dirigían a Veracruz para ahí efectuar las transacciones con los comerciantes de la Nueva España. Durante el siglo XVII, tanto el Perú como México se fortalecieron económicamente, manufacturando sus propios productos e inclusive comerciando entre las colonias (circuitos: Acapulco-Lima-Valparaiso, Lima – Panamá - La Habana, etc.). Las ferias fueron desde 1700 un fracaso pero aún así se celebraron hasta la década de 1740. Uno de los símbolos del comercio intercolonial fue el llamado galeón de Manila.
Lo que se debe resaltar es la independencia económica que van teniendo las colonias durante el siglo XVII. Ello propiciará, años más tarde, las reformas borbónicas y la posterior independencia americana. También hay que destacar que esta independencia económica tuvo que ver con el comercio directo que efectuaban las colonias con barcos llenos de mercaderías procedentes de Inglaterra y Francia. Para el caso peruano, fueron muchos los barcos que fondearon frente a las costas de Pisco y Arica a la espera de los compradores, que en muchos casos eran connotados funcionarios públicos (a los que les estaba prohibido hacer algún tipo de negocio). Inclusive, en estas estrategias comerciales, los comerciantes peruanos, por evitar el monopolio español, llegaron hasta la misma Sevilla para realizar compras. Los llamados peruleros fueron en varias ocasiones a las costas españolas a comprar productos por menor precio. Fueron finalmente prohibidos este tipo de viajes pues ocasionaba grandes pérdidas a la corona.
INSTITUCIONES ECONÓMICASTribunal de Consulado:Fue un juzgado privativo constituido en Lima (por real Cédula del 29- XII-1593) por el gremio de los comerciantes para atender a los litigios y juicios a los que dieran origen las transacciones comerciales y mercantiles. Se instaló recién el 13 -II- 1613 avirtud de una provisión dictada por el Virrey Marqués de Montesclaros. Según sus ordenanzas debía efectuar cada año una junta general y designar 30 electores, a quienes le correspondía elegir un prior, dos cónsules y seis diputados que representarían al gremio. Controló el crédito público, al distribuir entre el gremio los donativos o empréstitos exigidos por la corona y recabó los impuestos. De igual manera, reguló las tasas y aranceles, fijó el precio de las mercancías, fletó navíos y armó la escuadra que defendía los barcos que desde Panamá llegaban al puerto del Callao con mercancías. Fue suprimido en 1822 y en su lugar se creó la Cámara de Comercio de Lima. Sin embargo, fue restablecido en 1829 y disuelto definitivamente en 1866.Impuestos coloniales:La alcabala:Gravaba todos las operaciones de compra-venta. Inicialmente consistía en el 2% con excepción de los productos indígenas (que no eran gravados con impuesto alguno). Dentro de las medidas de las reformas borbónicas las tasas se elevaron al 4% y luego al 6%. Debido a las protestas y revueltas indígenas, volvió al 4%.
Almojarifazgo: Derecho aduanero que consistía en el pago de un impuesto que iba entre el 2,5 hasta el 7% de los productos que entraban y salían del virreinato. Además de este pago se realizaba otro llamado avería, que consistía en la recaudación de un fondo para armar la flota que protegía las embarcaciones comerciales.
Quinto real: Derecho que se atribuía el monarca para quedarse con la quinta parte (20%) de la producción minera americana. Cuando Potosí decayó en el siglo XVIII se redujo su taza al 10% (llamado diezmo).
Tributos: Los indígenas debían abonar mensualmente, anualmente, o como lo requiera el corregidor un tributo que podía ser en productos agrícolas o en circulante. Las castas y mestizos debían pagar un tributo pero fue menor que el impuesto aplicado a los naturales.
LA IGLESIA
Al virreinato del Perú llegaron las órdenes religiosas casi al mismo tiempo que los conquistadores. Fray Vicente Valverde, aquel dominico que le hiciera a Atahualpa el requerimiento, fue años mas tarde obispo de Cuzco y bautizado con el título de Defensor de los Indios. Al Perú llegaron cinco órdenes religiosas que se encargaron de la evangelización de los indígenas. Por su parte, el clero regular se encargó de crear los mecanismos para una adecuada evangelización y adoctrinamiento.
No pasaron muchos años para que la Iglesia se convirtiera en una de las instituciones más poderosas del virreinato peruano. Los criollos y mestizos también ingresaron al clero regular y secular, no sin antes pasar por largas disputas para legitimar su derecho.
La iglesia perfiló el carácter comunitario de la vida en la ciudad y fue el centro de las expediciones evangelizadoras en las zonas rurales.
La llegada de las órdenes religiosasLa primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden dominica. Durante el proceso inicial de la conquista, la orden de los Predicadores o de Santo Domingo se encontró representaba por Fray Vicente Valverde, aquel religioso que hiciera el requerimiento al inca Atahualpa y que posteriormente fuera obispo de Cuzco y Protector de Indios frente a los abusos españoles. Fueron dominicos también, Juan de Olías, Jerónimo de Loayza (arzobispo de Lima) y Gaspar de Carbajal, religioso que acompañó a Francisco de Orellana en el descubrimiento del Amazonas en 1542.
Las órdenes religiosas que llegaron al Perú tuvieron diferentes métodos para evangelizar a los indígenas:
Los dominicos se caracterizaron por difundir las enseñanzas escolásticas, centrando la difusión del evangelio a través de colegios y centros superiores de enseñanza. Uno de los más grandes logros de esta orden fue la creación de la Universidad de San Marcos en 1551 por Fray Tomas de San Martín. Los dominicos también pusieron énfasis en el conocimiento de las leguas autóctonas y de las costumbres locales para una adecuada evangelización. Fruto de esta preocupación fue el "Lexicon o Vocabulario general del Perú llamado quechua", de fray Domingo de Santo Tomas publicado en 1560. Esta obra fue un aporte importantísimo pues ayudó al entendimiento de las formas gramaticales y conceptuales de los indígenas.
Los dominicos rápidamente erigieron monasterios por todo el territorio del virreinato peruano, aunque siempre mantuvieron su línea educativa dedicándose durante todo el virreinato a la enseñanza de la fe católica.
Otra importante orden religiosa que llegó en los primeros años de la conquista fue la franciscana. La orden llega al Perú recién en 1542. Esta orden destacó entre las demás por su vocación misionera. Los franciscanos llegaron hasta los lugares más recónditos del virreinato con la finaliad de llevar la palabra de Dios a todos los indígenas, ya que no se conformaban con los centros de enseñanza ubicados en las parroquias o en las reducciones. La labor franciscana no se centró solo en la evangelización, sino también en la enseñanza de labores agrícolas y al aprendizaje del castellano.
La orden agustina arribó al Perú en 1551. Su rápido desenvolvimiento le permitió crecer rápidamente, es por ello que en menos de diez años tuvo iglesias y conventos en las principales regiones del virreinato. Abocada al igual que sus pares a la evangelización indígena, tuvo un papel preponderante en la conversión de los curacas y hombres principales de los ayllus descendientes de los incas. Uno de los principales representantes de la orden es sin duda Fray Antonio de Calancha, autor de una extensa crónica sobre las acciones agustinianas en el virreinato peruano. Los agustinos fueron una de las órdenes que más se dedicaron a la extirpación de idolatrías en los Andes. Sobresale en esta labor Alonso Ramos Gavilán, quien realizó una exhaustiva búsqueda de información sobre los cultos locales y manifestaciones religiosas andinas.
La orden de la Compañía de Jesús o Jesuita llegó al virreinato peruano en 1568. Desde su arribo defendió con energía a los indígenas, obteniendo por ello grandes pleitos con la administración local. Su labor evangelizadora no solo se centró en los indios del común, sino también en los descendientes de los principales curacas incaicos. Es por ello que fundaron en Lima y Cuzco los Colegios Mayores para la educación de la nobleza andina. Para los jesuitas era importante la educación de los españoles. Tanto en Lima como en Cuzco fundaron colegios, y en la ciudad imperial, una universidad.
La lengua nativa no escapó al conocimiento de los jesuitas. Estudiaron a fondo el quechua y el aymara. Fruto de ello fue el diccionario de la lengua quechua de Diego Gonzales Holguín, escrito en 1608 y el "Vocabulario de la lengua aymara" de Ludovico Bertonio, impreso en 1608. Estos textos fueron de vital importancia para la labor evangelizadora pues otorgaban herramientas indispensables para el conocimiento de la lengua local, así como para la correcta interpretación de las tradiciones orales andinas.
A lo largo de los años la orden jesuita amasó una gran fortuna debido al usufructo de sus haciendas, estancias y a los préstamos que hacían a particulares. Su poder y vínculo con la santa sede inquietó a la corona a tal punto que ésta ordenó la expulsión de la orden en todo el imperio español en 1767. La orden jesuita regresó al Perú recién en 1871.
La orden mercedaria arribó al virreinato peruano en el temprano año de 1534, sin embargo el número de miembros de la orden no fue significativo en comparación con el número de las otras órdenes religiosas. Su carácter misionero hizo que la orden mercedaria llegara a las altas cumbres cordilleranas en búsqueda de indios para evangelizar. Fueron mercedarios Fray Martín de Murúa, cronista que se dedicó a la recopilación de la historia del Tahuantinsuyo y autor de la crónica "Origen y Descendencia de los Incas" y Fray Diego de Porres, misionero dedicado a la enseñanza de la fe católica, apoyándose en instrumentos nativos como el quipu.
La evangelizaciónLa labor evangelizadora en el virreinato peruano empezó el mismo día que los españoles arribaron a estas tierras y emprendieron su empresa de conquista. La evangelización se dio de manera paulatina a media que llegaban las órdenes religiosas, pero también con cierto desorden pues la dispersión de los misioneros impedía una eficaz labor centralizada. Las primeras acciones importantes de evangelización empezaron después del primer Concilio Limense en 1551. Las directrices que se tomaron de la Instrucción, dictada por el arzobispo Loayza en 1545 y corregida en 1549, imprimen "por primera vez una orientación general que marcaría los primeros pasos de la iglesia católica nacida en los Andes" (Urbano: 1999, XXVII). La primera medida a tomar fue el bautizo de indígenas, que en el acto debían abandonar las prácticas idolátricas y todas las formas que iban contra las leyes eclesiásticas y contradecían los mandamientos católicos.
En el segundo Concilio Limense (1567-1568) se retoma la idea de destruir las huacas y de colocar en su lugar cruces o levantar una iglesia o ermita (en caso de que la huaca haya sido un importante lugar de culto). Hay que tener claro que los primeros concilios no fueron más que intentos o experimentos de pastoral indígena de las distintas ordenes religiosas que llegaron al Perú. Cada una tenía su propia metodología de acercarse a los nativos y de adoctrinarlos. Mercedarios, jesuitas, franciscanos y agustinos evangelizaban de acuerdo a las reglas de su orden, pero teniendo como telón de fondo los marcos generales de los acuerdos conciliares.
El Tercer Concilio Limense (1582-1583) marcó un cambio significativo en la evangelización peruana. Al igual que el ordenamiento que realizó el virrey Toledo en la década de 1570, este concilio no innovó en materia de juicio sobre las prácticas idolátricas. Reafirmó lo que los anteriores concilios proclamaron acerca de la forma como destruir las huacas y extirpar las idolatrías. Lo nuevo fue en materia de textos y catecismos. Las distintas órdenes debían utilizar los mismos materiales de enseñanza y adoctrinamiento. Para ello se debía conocer a fondo la lengua quechua (y sus variantes), por lo que los diccionarios como los de Ludovico Bertonio (1612) y Diego González Holguín (1608) fueron fundamentales en la labor evangelizadora. El lenguaje utilizado fue revisado exhaustivamente para evitar cualquier malinterpretación de la religión. Los jesuitas fueron los más entusiastas con esta nueva metodología de evangelización debido a que el catecismo era una de sus principales virtudes. Los libros mayormente utilizados: Doctrina Cristiana y Catecismo para la instrucción de Indios; Confesionario para los curas de Indios, Tercero Catecismo y Exposición de la doctrina cristiana por sermones. Durante la primera década del siglo XVII la labor evangelizadora fue grande e intensa y, debido a que muchos de los pueblos andinos ya habian sido "reducidos" en las rancherías pertenecientes a una parroquia aledaña, se pensó que la totalidad de los cultos prehispánicos habían sido eliminados.
Sin embargo, varias denuncias acerca de la pervivencia de ritos paganos disfrazados de signos cristianos escandalizaron a la iglesia limeña que no dudó en realizar una gran campaña de extirpación por toda la sierra de Huarochirí, liderada por Francisco de Ávila. Se suele dividir las campañas de extirpación del siglo XVII en tres momentos: la llevada a cabo por Ávila entre 1609 y 1619; la de Gonzalo de Ocampo entre 1625 y 1626; y la última realizada por el Arzobispo Pedro de Villagomez entre 1641 y 1671.
La extirpación de idolatríasLa labor evangelizadora tuvo como fin convertir a los indígenas en practicantes de la fe católica. Para ello buscaron la forma de acabar con las prácticas idolátricas que los vernaculares poseían, atacando a sus principales dioses y destruyendo todo signo de culto (huacas, apachetas, mallquis, etc.). Durante todo el siglo XVI los religiosos crearon una forma única para que los evangelizadores y doctrineros realicen su labor con efectividad. Sin embargo, los misioneros se daban cuenta que el culto a los dioses andinos como Pariacaca o Illapa continuaban, pese al esfuerzo de las órdenes religiosas por detenerlo.
Frente a ello los doctrineros tomaron una decisión: se realizaría una caza de todos los ídolos y dioses andinos para la total erradicación del culto "idolátrico" en los Andes. En el siglo XVII se dieron tres campañas de extirpación de idolatrías y tuvieron los frutos esperados.
Entre las acciones tomadas por los doctrineros resaltan las penas impuestas a los hechiceros o líderes de los cultos, que eran los encargados de oficiar los ritos paganos. Para buscar a estos "hechiceros" y a los dioses andinos se realizaron visitas especializadas que se dedicaron a buscar los dioses andinos, estudiarlos detenidamente y finalmente destruirlos. Los visitadores debían conocer a fondo la lengua vernacular pues no debían fallar en la interpretación de la fe al idioma materno de los andinos.
La pervivencia del culto andino puede interpretarse como una forma de resistencia a las costumbres españolas y una forma de preservar las tradiciones de cada ayllu. Estas formas de resistencia tuvieron diferentes matices, ya que el culto ya no se restringía a las huacas (entendiendo esta palabra como todo lo que designa lo sagrado), sino que su poder se extendió a incluso solo trozos de los ídolos, los que se podían ocultar con facilidad. Así, una piedra sin ninguna forma extraña pasaba desapercibida para el doctrinero, sin embargo para los andinos esta insignificante roca poseía atribuciones divinas. Otra forma de camuflar el culto andino fue a través de figuras religiosas como Jesús, la virgen María o santo Tomás. Esta fue la más ingeniosa forma de pervivencia del culto, pues los doctrineros no pudieron darse cuenta sino hasta muy entrado el siglo XVII.
La extirpación de idolatrías atenuó en forma dramática el culto vernacular pero no lo exterminó por completo. Este pervivió por muchos años, inclusive hoy en día es posible apreciar el culto a la pachamama o las ofrendas en honor a los apus tutelares, ejemplos de una larga tradición religiosa andina.
Cabe resaltar que estas campañas tuvieron otros móviles mas allá del evangelizador. La apropiación de laicos y religiosos de los terrenos ocupados por las huacas o la búsqueda de ídolos como forma de obtener oro o plata evidencian el usufructo que desearon obtener ciertos individuos de las visitas.
Se suele dividir las campañas de extirpación del siglo XVII en tres etapas: la llevada a cabo por Francisco de Ávila entre 1609 y 1619; la de Gonzalo de Ocampo entre 1625 y 1626; y la última realizada por el Arzobispo Pedro de Villagomez entre 1641 y 1671.
La inquisiciónEl Tribunal del Santo Oficio fue el encargado de vigilar el estricto cumplimiento de la fe católica en los virreinatos americanos, así como también en los reinos españoles europeos. Esta institución tuvo sus orígenes en el medioevo. Fue establecida por el papado para reprimir las revueltas herejes de los albigenenses, al sur de Francia. En España se estableció en 1478 a raíz de la aparición de ritos paganos y judeizantes. Como parte del fortalecimiento español en el virreinato peruano, la Inquisición fue enviada a vigilar el correcto establecimiento de la fe y que ella no se vea empañada por cultos paganos o por herejes provenientes de algún país europeo (luteranos, hugonotes, judíos, moros, etc.). Los oficiantes del Tribunal llegaron con gran pompa a Lima en 1469. Desde su establecimiento, la Inquisición actuó como un tribunal con amplias facultades para el castigo a herejes o protestantes. En su lucha por conservar la ortodoxia católica actuaron con energía frente a la lectura de libros prohibidos, la práctica de la brujería, quiromancia, sodomía, pederastia, bigamia y judaísmo o islamismo encubierto. Los indios no fueron parte de su jurisdicción, aunque sí pertenecieron a él todos los hombres y mujeres del reino peruano. Hay que anotar que la Inquisición actuó como brazo político del poder monárquico español. Por ejemplo, en sus requisas e investigaciones se dedicaron a eliminar toda literatura relacionada con las revueltas de Cataluña y los países bajos (en búsqueda de su independencia). En otras palabras, el orden político en las colonias también fue tema de gran importancia para el Tribunal del Santo oficio.
Los autos de fe fueron juicios del Tribunal por establecer las prácticas herejes. Tenían un contenido simbólico enorme pues todos los elementos y características del juicio trataban de demostrar el triunfo de la fe católica sobre las prácticas demoníacas. En los 250 años que estuvo presente la Inquisición en el virreinato peruano practicó 40 autos de fe.
A fines del siglo XVIII la inquisición dejó de tener la importancia que gozó en los siglos anteriores. Sus acciones fueron limitadas hasta desaparecer casi por completo en la segunda década del siglo XIX. El tribunal del Santo Oficio terminó sus días en 1820, cuando el régimen liberal español clausuró definitivamente sus actividades en todas sus posesiones y reinos.
Las cofradíasLas cofradías fueron un tipo de asociación de individuos reunidos bajo la advocación de la virgen María, Jesucristo, santos o reliquias. Estas cofradías estuvieron integradas principalmente por miembros de los gremios comerciales (pescadores, zapateros, sastres, carpinteros, etc.), aunque fueron comunes también las cofradías de mestizos, esclavos, pardos libres, criollos y hasta de españoles.
Administradas por sus mayordomos, las cofradías estuvieron avocadas a la preparación y celebración de la fiesta de su santo patrono y de su procesión en las principales fiesta de guardar del calendario católico. Pertenecer a una cofradía daba derecho a enterramiento digno en las capillas o iglesias asociadas a la cofradía. De igual manera, estas asociaciones velaban por sus miembros ayudándolos cuando alguno pasaba apuros de índole económico.
En Lima la principal cofradía fue la Archicofradia de la Veracruz, a la que pertenecían los principales hombres del virreinato peruano incluyendo el virrey. Ubicada en el Convento de Santo Domingo, esta archicofradía se encontraba bajo la advocación de una reliquia traída de España: una astilla de la Cruz de Gólgota.
Los santos peruanosLas distintas expresiones de santidad en el virreinato peruano responden a la necesidad de la Contrareforma Católicapor aumentar el culto y la fe en Cristo, principalmente durante todo el siglo XVII. Las figuras vivas de santidad constituían un papel importante pues eran la encarnación de la gracia divina en la tierra. La vida de estos santos, beatas, siervos de dios o iluminados fue seguida de cerca por la población virreinal esperando siempre un milagro o suceso divino. La fe que vivían los "santos" era ejemplo a seguir para la sociedad y modelo de vida eclesiástica para los religiosos.
En el Perú hubo mayor cantidad de santos y siervos de Dios que en todos los virreinatos españoles. La mayoría apareció entre 1570 y 1660, muchos de ellos coexistiendo en la sociedad limeña, tal como fue el caso de San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Masias, precisamente los 5 santos del Perú.
Cuando morían estos hombres de Dios, toda la sociedad limeña acudía a sus exequias, incluyendo el virrey, el arzobispo y los principales nobles, tanto españoles como indígenas.
ARTE Y CULTURA EN LA COLONIA
Con la llegada de los españoles al territorio peruano la activa producción de elementos simbólicos-representativos andinos (al que hoy en día llamamos arte prehispánico) sufrió un revés sin precedentes. La incompatibilidad entre las percepciones españolas (basadas principalmente en el realismo) y las tradiciones andinas (basadas en el simbolismo) hizo que, ante la incomprensión del mensaje, los españoles destruyeran casi todas las formas de representación local. Las quilcas o tablillas pintadas, los quipus, los tocapus o los dibujos simbólicos de los incas no fueron entendidos por los peninsulares, pues no encontraban ningún elemento cercano a sus tradiciones visuales.
Con este bagaje visual, los españoles utilizaron las imágenes de Cristo, la virgen María, Santos, etc. para llevar a cabo las primeras evangelizaciones en el vasto territorio peruano, ante la estupefacta mirada de los indígenas. Lo que probó ser una medida muy efectiva, pues logró facilitar el entendimiento de la fe cristiana a los vernaculares.
El arte durante los primeros años virreinales fue exclusividad de los religiosos y su uso tuvo un fin práctico principalmente en el adoctrinamiento. No sólo pinturas o imágenes estuvieron presentes en esta tarea. Esculturas de diversos tamaños y retablos fueron herramientas imprescindibles para los misioneros católicos.
La ciudad de Lima jugó un rol preponderante en el desarrollo del arte en el virreinato del Perú. Su rápido crecimiento urbano, la acumulación de riqueza por parte de los encomenderos y la construcción de templos e iglesias fueron motivos para la demanda de pinturas y esculturas de las principales ciudades de los reinos españoles. Especial preferencia se tuvo por las obras provenientes de Flandes e Italia, aunque las obras sevillanas y andaluzas tuvieron igualmente gran demanda.
Lima como centro político del más importante virreinato durante el siglo XVI fue plaza importante para destacados artistas que no dudaron en venir y ofrecer su arte a la iglesia.
Destacan Angelino Medoro, Bernardo Bitti, Mateo Perez de Alesio, entre otros.
Otro rasgo importante en la evolución de las artes durante la colonia lo constituye la exquisitez de la arquitectura religiosa. Los templos fueron encomendados a alarifes que dominaban las técnicas de la edificación en piedra y barro, por lo que erigieron obras de buena factura, muy superior a las realizadas en otras partes del continente. Tan solo mencionar a los conventos e iglesias de Santo Domingo, San Francisco el viejo, San Pedro, Las Trinitarias o La Merced para dar cuenta del refinado gusto estético de los alarifes limeños.
En el interior del virreinato la situación no fue diferente. En Cuzco, Arequipa, Cajamarca, Huamanga, Puno y Trujillo hubo una clara tendencia hacia la búsqueda de lenguajes propios, basados en la utilización de elementos locales. La utilización del sillar en Arequipa o la Piedra en Cuzco es muestra clara de la adaptación del arte europeo y su transformación para el uso local.
Otro punto a resaltar en el derrotero de las artes en el virreinato peruano es la llegada del barroco. Como parte de la contrarreforma de la iglesia, el barroco buscó sensibilizar al espectador a través de los sentidos antes que por la razón. Es por ello que este estilo se caracterizó por la gran concentración de elementos y ornamentos (mayormente vinculados a temas religiosos) y también por la meticulosidad que tuvieron los artistas en colocarlos de tal manera que crearan una atmósfera mística y ascética.
El barroco dominó casi por 200 años las artes en el Perú e impuso su sello en la pintura, escultura, arquitectura, música y literatura. Hubo una gran influencia externa, aunque la respuesta peruana fue a todas luces autóctona. El barroco se reinterpretó, y el resultado fueron obras de excelente calidad, que no dejaron de plasmar los elementos simbólicos y realistas que el barroco exigía.
El siglo XVIII se caracterizó por la llegada de nuevas tendencias procedentes de Francia, Austria y Alemania. Las artes ya no fueron exclusividad de los religiosos, por el contrario, fueron los civiles y la corte los principales compradores de estas tendencias. Uno de estos estilos fue el rococó. Impulsado por los reyes borbónicos, este estilo manifiesta un gusto exquisito y refinado, mostrándose principalmente en la pintura y la arquitectura. Destaca la torre de la catedral de Santo Domingo, bello ejemplo de rococó en el Perú y atribuida al diseño del mismo virrey Manuel Amat y Juniet.
Los moldes neoclásicos llegaron a finales del siglo XVIII, producto de las corrientes ilustradas. Los mejores receptores para esta tendencia fueron los criollos, no obstante en la política virreinal también tuvo acogida. Matías Maestro fue el introductor de esta corriente y manifestó su arte no solo en la pintura sino también en la arquitectura, de la cual fue su máximo exponente.
PinturaLas diferencias entre el simbolismo andino (basado en una concepción geométrica de la realidad) y el realismo español no permitieron una adecuada interpretación de las obras producidas antes de la llegada de los peninsulares. La tradición de la que provenían los españoles no exigía un conocimiento previo de los elementos, bastaba mirar la pintura para entender el mensaje del autor. En cambio, la tradición andina exigía un conocimiento de los símbolos que muchas veces estuvieron restringidos a un sector elite.
Fue esta falta de entendimiento la que llevó a los españoles restarle importancia a las obras producidas por los andinos y lo que los condujo a destruirlos en su mayoría. Tan solo quedaron los quipus y algunos uncus con tocapus como muestra de la complejidad simbólica del mundo andino.
Ante esta situación, los indígenas fueron apropiándose poco a poco del lenguaje artístico traído por los españoles. Otros, los más hábiles, lograron plasmar sus creencias en pinturas representativas de la sagrada familia, superponiendo para ello elementos andinos sobre figuras sagradas.
Las pinturas jugaron un rol importante después del primer desencuentro entre las tradiciones españolas e incaicas. Los peninsulares se dieron cuenta de este gran obstáculo y decidieron romper la falta de comunicación entre ambos grupos utilizando la pintura. En la etapa de evangelización los cuadros de la sagrada familia, de Cristo crucificado, de santos y mártires fueron utilizados como herramientas para la enseñanza de la fe católica. Así, durante la segunda parte del siglo XVI, la pintura al igual que otras manifestaciones artísticas fueron monopolizadas por la iglesia. Con el afán de una mejor evangelización encargaban muchos cuadros con temas específicos (alusivos a la sagrada familia, pasión de Cristo, etc.) a los más importantes talleres andaluces y sevillanos.
En estos trabajos se nota la influencia del renacimiento italiano. La época de mayor auge de esta tendencia fue cuando llegó al Perú el jesuita Bernardo Bitti. Desde 1575 difundió su obra por todo el virreinato, a pesar de que su taller se encontraba en Lima. Bitti fue el primero de una serie de pintores extranjeros que llegaron al Perú para ponerse al servicio de la iglesia. Junto al maestro jesuita Leonardo Bitti destacan, dentro de la corriente italiana llegada al Perú, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.
Con los años, la iglesia optó por el naturalismo y por el realismo descriptivo, tal vez prefigurando la escena local para la llegada del barroco. En este tránsito el antimanierismo y contramanierismo fueron utilizados con fuerza entre los pintores locales. El antimanierismo apeló a crear mayor sensibilidad a través de los efectos visuales que el autor le otorgaba a la pintura. Manos y cuellos alargados, posturas rebuscadas y efectos dramáticos demostraban la manera que tenía el artista a la hora de representar al mundo. Destacan la Virgen de la leche (Pérez de Alesio), La coronación de la virgen (Bernardo Bitti).
El barroco llegó al virreinato peruano con las pinturas encargadas por el convento de Santo Domingo al gran pintor sevillano Miguel Güelles. Sus obras reunidas bajo la serie La muerte de Santo Domingo tuvo un impacto profundo en el medio limeño, pues su naturalismo e idealismo fueron las características comunes en las pinturas locales del siglo XVII. En este siglo la proliferación de aristas españoles propició la apertura de varios talleres no solo en Lima, sino también en las principales ciudades del virreinato peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista español, 1598-1664) uno de sus principales referentes. Muchos de sus cuadros fueron copiados o sirvieron de molde para nuevas producciones. De igual manera, algunas de sus obras llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y satisfacción para la orden religiosa que lo había encargado (En Lima algunas de sus obras se pueden apreciar en el iglesia de la Buena Muerte).
Sin duda, Cuzco fue durante el siglo XVII uno de los referentes pictóricos mas importantes del virreinato peruano. La presencia de Bernardo Bitti (1583-1585 y 1596-1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica cuzqueña. Sin embargo, a pesar de que el "movimiento italiano" fue base para muchas de las obras producidas en esta ciudad, lo cierto es que se empezó a dejar elementos y a incorporarse otros propios de la región. En otras palabras, se desarrolló con los años una personalidad y lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la personalidad de los pintores (la gran mayoría andinos y mestizos) y también cual era su base de inspiración (fue Rubens el artista predilecto por los talleres cuzqueños). Uno de ellos fue Diego Quispe Tito, pintor vernacular que se inspiró en los cuadros flamencos naturalistas y de los que tomó el paisaje para recrearlo con motivos andinos.
Ya en el siglo XVIII los talleres pictóricos cuzqueños tuvieron una producción casi en serie. Sólo los maestros firmaban el lienzo pues tenían a una serie de artistas especializados dedicados a la pintura de un sector del cuadro (manos, rostros, cuerpo, fondo, etc). Es por ello que los artistas anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente cuzqueña pues a su trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local. En este punto es importante agregar la trascendencia que tuvo la afirmación de los señores étnicos y la nobleza andina, que para mediados del siglo XVIII tuvieron una fuerte posición económica y social. En su reafirmación andina encargaron cuadros de incas y retratos en los que dejaban muy en claro el orgullo por su pasado.
Durante el siglo XVIII, Lima continuó produciendo pinturas barrocas de gran influencia hispana. Sin embargo el arte ya no fue exclusividad de la iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la pintura a través de los retratos. Estas pinturas eran más festivas y con un lenguaje pictórico mucho mas profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de Cristóbal de Lozano y Cristóbal de Aguilar son las más afamadas, pues retrataron a los virreyes más importantes del siglo de las luces.
Al final de la centuria dieciochesca ingresó al virreinato peruano el rococó francés, aunque su mayor influencia se dio en la arquitectura. De igual manera, el neoclasicismo tuvo poca influencia en la pintura peruana, aunque resaltan ciertas obras de Matías Maestro.
EsculturaLa escultura, al igual que todas las artes, fue introducida al virreinato peruano por la iglesia. Desde un primer momento tuvo una función práctica: sirvió como una herramienta eficaz en las campañas de evangelización y de extirpación de idolatrías durante la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII. Inclusive el Concilio de Trento (2563) se encargó de dar las directrices para la buena utilización de las imágenes en la difusión de la fe católica. Así, la virgen María, Jesucristo y los principales santos debían tener un papel hegemónico en las iglesias y conventos.
Los curas doctrineros llegaban hasta los lugares más recónditos de los Andes y con sus imágenes y cajas-retablo, lograban el entendimiento de los indígenas a pesar de que no hubo una buena comunicación entre ambos grupos a causa del idioma.
En el siglo XVI el renacimiento tardío continuaba inspirando a los artistas locales. Utilizaron para sus primeras obras madera, mármol, piedra, marfiles y metales, aunque muchas veces tuvieron que importar los materiales del reino español. En Lima surgieron varios talleres que satisfacieron la demanda de los encomenderos y también de las órdenes religiosas, porque se encontraban necesitadas de producción artística, ya sea para la decoración de sus nuevos templos e iglesias o para el adoctrinamiento de indígenas.
De este periodo resaltan la Virgen de la anunciación (1551), Virgen del Rosario (c. 1555), Virgen Patrona de la orden dominica (1558), todas obras del escultor flamenco Roque de Balduque. Cabe resaltar que la importación de obras fue práctica común durante todo el virreinato peruano. Las regiones preferidas fueron Sevilla, los Países Bajos y, en menor proporción, de Italia.
La presencia de maestros españoles durante el siglo XVI y principios del XVII consolidó a Lima como importante fuente de producción escultórica. Entre los maestros españoles destacan Juan Martínez de Arrona, excelente ebanista especializado en cajonería religiosa. Su obra más importante es la Cajonería de la Catedral (1608) realizada bajo los cánones del renacimiento pues debía armonizar con el estilo de Francisco Becerra, alarife de la catedral. Otro importante escultor fue Pedro de Noguera, autor de la Sillería de la Catedral (1532), acaso la obra escultórica más bella de Lima construida en el siglo XVII. De los talleres del andaluz Juan Martines Montañés (1568-1649) destaca el retablo del Monasterio de la Concepción (actualmente se encuentra en la Catedral de Lima). Este gran retablo describe en sus relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde Sevilla, durante 15 años a la ciudad de los Reyes (1607-1622).
Otra obra importante de las postrimerías del XVII es la escultura de Melchor Caffa titulada "El tránsito de Santa Rosa" (1699). De origen maltés, Caffa se educó en Roma, por lo que la obra en honor a la santa peruana posee bastante parecido con la Santa Teresa de Bernini. No obstante, la escultura realizada en mármol de Carrara posee una sobriedad única y sin duda representa una de las obras cumbre del barroco italiano en el Perú.
El siglo XVIII se caracterizó por la introducción de nuevas técnicas en la elaboración de esculturas. Destacó la llamada técnica de la tela engomada, pues lograba darle un efecto muy realista a la obra. Santos, vírgenes, ángeles y arcángeles fueron realizados con esta técnica que con los años fue muy popular en el virreinato peruano.
En este siglo ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar Gavilán. Con un manejo exquisito del barroco, sus obras imprimen un realismo sin precedentes en la plástica peruana. Destacan La dolorosa realizada para el convento de San Francisco y La Muerte, para la iglesia de San Agustín. De 1,95 m, esta escultura representa el fin de la vida (esqueleto con un arco y flecha en la mano) y según una tradición de Ricardo Palma fue el mismo Gavilán víctima de esta obra, pues, cuenta la leyenda, que tras una pesadilla el autor se levantó y a media luz se encontró con la horrible figura de "La muerte", muriendo de la impresión.
ArquitecturaSi bien la arquitectura colonial peruana nació a partir de modelos peninsulares y europeos, con el devenir de los años logró afirmarse como una arquitectura con personalidad propia, única en América.
La fundación de ciudades españolas fue el inicio de la ocupación del territorio andino. Sobre las antiguas ciudades prehispánicas se asentaron los primeros poblados españoles y en ellas plasmaron su ideario del mundo conocido. Sus reglas definieron la configuración de la ciudad pues de acuerdo a la posición en el plano se sabía la condición de la persona. Las primeras construcciones en edificarse fueron el cabildo, la catedral y las casas alrededor de la plaza mayor. Las construcciones más cercanas a la plaza eran propiedad de los vecinos más prominentes de la ciudad, es decir, aquellos que habían sobresalido en las empresas de conquista. Sin embargo, son pocos los ejemplos de arquitectura del siglo XVI. Tan solo algunas casas o patios ubicados en Lima o Cuzco o algunas iglesias en provincia son la única muestra de las construcciones de aquella época, pues los terremotos de 1687, 1746 y las obras edilicias del siglo XX, fueron los principales agentes de destrucción de dichos monumentos. Del siglo XVI destacan: la casa de Jerónimo de Aliaga (Lima), La Merced (Ayacucho), Iglesia de San Jerónimo (Cuzco) y la Asunción (Juli, Puno).
La mayoría de las iglesias de fines del siglo XVI poseían planta gótica-isabelina con nave alargada y separada por presbiterio o capilla mayor por un gran arco denominado triunfal.(Wuffarden, 2004: 76).
Las portadas de las iglesias conservaron las formas clásicas italianas, a pesar de que los alarifes tuvieron gran libertad para interpretarlas, haciendo hincapié en un sentido bastante decorativo. Como indica Antonio San Cristóbal, acaso el estudioso más importante de la arquitectura virreinal peruana, la portada lateral de la iglesia limeña de San Agustín es una de las poquísimas portadas existentes de Francisco Morales (alarife) que muestra en todo su esplendor sus formas clásicas, propias del renacimiento tardío.
El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este estilo arribó al Perú en un momento de gran madurez artística de los alarifes afincados en el Perú. La reinterpretación del estilo y su adaptación al medio local hicieron que el virreinato del Perú se conviertiera en la expresión del barroco americano. Y es que la riqueza del barroco peruano radica en la diversidad de interpretaciones, pues se adaptó y aprehendió elementos de las principales ciudades del virreinato (Lima, Cuzco, Trujillo, Puno, Arequipa, Cajamarca, etc.), pero también tuvo que adaptarse a una serie de factores que lo condicionaron (principalmente de índole económico).
Mientras el barroco se afianzaba, en el Perú hubo un cambio en la construcción y diseño de las naves. Las iglesias dejarían las plantas isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con bóveda de cañón y cúpulas en el crucero. No hay que olvidar que todos estos cambios son producto de las acciones que la Contrarreforma Católica tomó para afianzar la simbolización del culto católico. Son ejemplo del barroco: San Francisco el viejo, iglesia de las Trinitarias, La Merced, San Pedro, la Portada del Perdón de la Catedral (Lima); La Merced, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina (Cuzco) etc.
La iglesia fue la propulsora de una arquitectura monumental. Conventos y monasterios fueron los edificios más grandes y bellos durante todo el virreinato. Destacan por su tamaño: Santa Catalina (Arequipa), San Francisco el viejo, La Merced (Lima), Santo Domingo (Trujillo).
Como se mencionó líneas arriba, en el siglo XVII hubo un transito de la planta isabelina a la cruz latina. No obstante, las catedrales de Lima y Cuzco escapan a esta clasificación. Las dos fueron construidas sobre una planta procesional de tres naves con capillas laterales y coro de canónigos colocado en medio de la nave central (García Bryce, 1995: 368). Son del tipo hallenkirche o iglesia salón con las bóvedas a la misma altura. Lo que llama la atención en ambas es que si bien poseen una misma planta, fueron construidas con materiales completamente diferentes, pues siguieron la tradición constructiva de su respectiva región (Lima-costa, Cuzco-sierra).
Las iglesias del siglo XVII destacaron también por la construcción de portadas retablo en sus fachadas. Construidas principalmente en piedra, tuvieron un papel simbólico y evangelizador, ya que anunciaban a los transeúntes la importancia de la iglesia, su carácter monumental e invitaban a su contemplación.
El virreinato peruano tuvo una diversidad de centros arquitectónicos importantes. Las tradiciones y elementos regionales permitieron el desarrollo de escuelas y de áreas de influencia. Cuzco, Arequipa y Puno fueron las difusoras de las principales técnicas constructivas locales. En estas ciudades hubo una búsqueda de lenguajes propios alejados del barroco y de su realismo, experimentando en muchos casos con la naturaleza y los elementos bucólicos andinos. Un buen ejemplo sería la portada de La Compañía, en la ciudad de Arequipa.
En las ciudades, la vivienda colonial tuvo una fuerte influencia peninsular, especialmente andaluza. Fueron casas de uno o dos pisos, con un zaguán que permitía el ingreso. Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día pues a él llegaban los vendedores ambulantes o las visitas. Un bello patio dominaba el ingreso rodeado de los dormitorios y habitaciones principales. En el primer piso se encontraba la sala que usualmente conectaba a otro patio (traspatio) y finalmente a la cocina. Muchas casas en Lima tuvieron huertas en las que cultivaban productos de pan llevar.
Las casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado por donde se podía observar la calle. En el siglo XVI y XVII estos balcones poseían celosías, a fines del XVIII y principios del XIX se construyeron bajo los cánones del neoclasicismo y del estilo imperio, imponiéndose el uso de ventanas de guillotina. Los balcones le confirieron a Lima una personalidad propia, ya que en ninguna ciudad americana existieron tantos balcones como en la capital del virreinato peruano.
CulturaLa vida intelectual en el virreinato peruano estuvo capitalizada por la república de españoles. Fueron los peninsulares en primer término y luego los criollos los que se dedicaron al desarrollo de una cultura colonial basada en las tendencias que llegaban de Europa.
Una de las primeras acciones fue la implementación de colegios y universidades en todo el virreinato. Las principales universidades se encontraban en Lima y Cuzco, siendo la Universidad de San Marcos la más antigua fundada en América. Los colegios mayores se fundaron para la educación de los hijos de los españoles, sin embargo también se crearon colegios para la elite indígena. Sobresalieron el Colegio Príncipe de Lima y el Colegio San Francisco de Borja en la ciudad del Cuzco. En estos colegios los indígenas eran introducidos al castellano, se les adoctrinaba y se les impartía conocimientos básicos de cálculo, retórica, escritura y canto.
Los estudios estuvieron separados por niveles denominados primeras letras, estudios menores y mayores y el paso de un nivel a otro no lo determinaba la edad sino las aptitudes del estudiante.
Los colegios Mayores para españoles más importantes se encontraron en Lima y Cuzco. Fueron reputados los colegios-seminarios de las órdenes religiosas, pues en ellos los estudios estuvieron dirigidos al cultivo de las humanidades. Los estudios más comunes estuvieron dirigidos hacia el derecho, la medicina y la teología.
La medicina: el conocimiento médico durante el virreinato fue rudimentario y empírico. A pesar de enseñarse en las universidades, la medicina solo se restringió a aminorar las dolencias que no causaban muerte, como el caso de un resfrío o torceduras de huesos. Cuando el enfermo se agravaba el médico ya no tenía mucho por hacer pues no poseía la técnica ni los conocimientos necesarios para curar enfermedades como el cáncer, hidropesía, apoplejía, "alfombrilla" o tercianas, muy comunes y estudiadas durante el virreinato.
La medicina no fue propiedad de los doctores salidos de las universidades. Fue común que los barberos, entre sus muchas actividades, se dedicaran a la práctica empírica de la medicina. Los escritos indican que fueron especialistas en sacar muelas y en preparar ungüentos y "parches" para los huesos. Barbero y médico empírico fue San Martín de Porras antes de consagrarse hermano lego dominico.