vis-à-vis

Publicado el 15 octubre 2012 por Zeuxis


Me duele el saco de los huesos, de los mocos, Del aire puesto como espacio entre cada frío y tambaleo. Me saca de quicio el trámite de los días con búsqueda, Hollando la intención de las estimas, del trago que imagina, De la palabra que se enmudece por debajo de las ganas. Yo soy un “a veces” pero también un “sin embargo” Y comprendo esto de saberme insatisfecho, desmedido, Más no por ello dejo de sentir esa vergüenza, y el pecado de saberme, De hacer cosas propuestas para locos y olvidados. Poco pregunto, pero tengo la cotorra para apagar un deseo, Para que se aburra el amigo o la mujer en la sonrisa; La vida ha crecido encima, con su enfermedad, con su cansancio. Afuera está siempre el mundo con su árbol, su humano caminado, El perro, la nube, algo de refugio y afán y el trabajo y el mal, Y la vejez como advirtiendo y los muertos afirmando. Afuera están esas cosas solamente, lo otro es un baile, Un cuento, una distracción como el dinero, Y a veces el amor que miente tan sincero. Y yo me palpo para saber si es que de verdad no he desaparecido. Aprendí que la curiosidad hace el talento, crea garabatos, Produce el sueño. Pero lo importante está en no decirlo, En buscar con quien arrugarse a solas, con quien poder tocar el miedo. Al final poco importa tanta corteza para calcular el polvo Si la mejor obra se hace desnudo y gimiendo y luego retozando. Pero nos inventamos otros pretextos para no sentirnos tan completos, Se sale de tener los ojos cerrados, para huir o abrir caminos Porque siempre se busca una manera, la forma para perdurar, Para continuar cierto fantasma que habite el desamparo. Yo me siento tan antiguo que me pesa la mirada como un fósil  por dentro, El dinosaurio fue un juguete o una pesadilla o un paisaje o un dinosaurio Pero más acá del colmillo estaba lo rotundo: el árbol con ese desierto de ramas insistiendo, La pisada inevitable, el horizonte sin un fin para amortiguar la ausencia y el cascajo Como otra huella para permitir entender la quietud y el silencio tan leal a los perdidos Y los huesos, configurando la mano, intentado no estar solos, Buscando, insistiendo todavía, por entre este cuerpo, el cielo tan inexplicable y vasto. Yo me quedo a veces desmoronándome, erosionándome hasta que sólo pase el viento. Pero está el amor, que me salva de olvidarme. Por eso te beso.