Mi vista se detiene en encinas dispersas
[achaparradas
a través del desgastado cristal del ferrocarril
cadenciosa y ausente
como queriéndose evadir del mundo real
y crear uno ficticio y más
a su manera
real y cercano.
Entonces comienza de nuevo la niebla
cayendo a pedazos como jirones deshilachados
de un hinchado vientre arácnido.
Se va posando desde el último crepúsculo
arrastrándose por entre los huecos
que aún sobreviven de luz
haciéndose un todo.
La percibo a dos silencios de distancia
con el ferrocarril traqueteando
en mis circunvalaciones extrañas y sumisas.
Pero nada de esto es real.
Solo el cristal que me refleja
y la saliva que retorna
al interior de mi garganta.