"Visión en primavera" - William Faulkner

Por Marapsara

Y al fin, después de haber seguido una voz que gritaba en su interior
a través de velos de mudable sombra, la noche descendió sobre él,
en pie, paralizado de horror.
A su alrededor, círculos de una campana se multiplicaban, crecían.
Bajo el silencio inmóvil en torno a él, otra campana se deslizó como una estrella
despertando la súbita vaguedad de un dolor.
Aquel —decía y temblaba— era mi corazón, mi corazón antiguo que se quebrara;
roto, deshecho, mi corazón que tan cuidadosamente yo guardaba,
vacío de planta de semilla, al que el curso de los días
hubiera convertido en un jardín donde adormecer la senectud.
Pues yo, quien tanto buscara,
yo descuidé los peniques que el que compra la paz debe atesorar,
una esquina en la que extraviar los pies fatigados...
Sobre él, veloz, delicadamente
los árboles sacudieron sus brazos de plata bajo mangas de verdura
y los miembros brillantes y las ramas
se movieron en callado compás hacia una música antigua.
Y, una vez más, las frentes de los bailarines soñados
ante él flotaron en calma, liberadas de tristeza
en un mar de aire nocturno...
labios repitiendo la melodía, sosteniendo la refrescante puesta de sol
en la quietud de otoño de sus cabellos.
Levemente se elevaron a su alrededor, apresurando la magia,
y su propia vida, tan sosegada en sus ojos,
tocada por esta belleza silenciosa, cansada, se agitó nuevamente.
Las suaves manos de los cielos,
delicadamente, balancearon la delgada luna sobre él,
y llenaron de escalofrío las copas de los árboles,
hasta que oyó el beso de las hojas, y entonces.. ¡ved! el sueño se había desvanecido.
Levantó su mano, se agitó y hubiera gritado,
pero había perdido la voz como las ramas
que, ligadas a un desmayado estribillo,
tejían una telaraña en torno a él y le engañaban, dulcemente.
De nuevo las campanas,
como hojas al caer, se alzaron reflejadas desde el silencio
y, en silencio él, con su corazón vacío, meditaba:
Yo tenía aquello que buscaba,
que ha huido de mí hecho pedazos.
Pues yo, quien se afanó a través de pasillos de áspera risa,
quien buscó la luz en oscuras reservas de dolor,
¿qué haré, viejo, solo y cansado...
demasiado cansado para, en soledad, comenzar nuevamente?
Suavemente, olas claras de oscuridad surgieron en lo alto,
llenaron los árboles y aquietaron las rígidas ramas en inquietante coral.
Se levantó sobre sus rodillas entumecidas.
La primavera, cubierta de blanco a lo largo de la débil y estrellada oscuridad,
se levantó nuevamente a su alrededor,
como un muro bajo el cual permaneció en pie
y contempló, más y más frío,
una estrella, inmaculadamente, caer.
"Visión en primavera", William Faulkner. Trieste: 1987.