Visionado: "El lobo de Wall Street", de Martin Scorsese: "Que siga el espectáculo"

Publicado el 22 enero 2014 por Cinetario @Cinetario

Nota: * * * *"Me reconocerás por mis triunfos, no por mis derrotas". Esta es una de las frases-eslogan pronunciadas en El lobo de Wall Street con las que podría resumirse la desenfrenada adaptación que el maestro Martin Scorsese y el guionista Terrence Winter (Los Soprano) han realizado de las memorias del broker y gurú comercial Jordan Belfort, interpretado en la gran pantalla por Leonardo DiCaprio. No es una forma gratuita de encumbrar al cineasta (como si lo necesitara) sino de dejar clara la impronta de este señor, que lleva más de cuarenta años sacándose obras maestras de todas las partes de su cuerpo, y consiguiendo que hasta sus mayores fiascos sean recordados por un mínimo de tres o cuatro escenas legendarias. Y ni siquiera este es el caso. Precedida de sus recientes nominaciones a los Oscar, su llegada a la cartelera ha sido tan accidentada como la vida de sus personajes, con problemas de distribución, de censura, y un tira y afloja de su exhibidora con las principales salas comerciales de Madrid.De un humor desatado, caótico, ilimitado y plenamente consciente, Scorsese firma una gran película donde vuelve a beber de las altas esferas del vicio desplegadas en Casino y donde parece haberse restregado bien la autocensura que ejerció en El Aviador. Porque del cineasta Howard Hughes al broker Jordan Belfort hay los suficientes pasos hacia delante como para haber compuesto uno de los retratos humanos (¿humanos?) más grotescos, divertidos y delirantes de los últimos años. Ni siquiera acordándonos de ese maravilloso Woody Harrelson en El escándalo de Larry Flynt podemos encontrar una forma de espectáculo tan frenética y truculenta en torno al sexo, las drogas, la decadencia y el poder del dinero.Si simplificamos, la vida de Belfort y su ascendencia milagrosa en el mundo de las operaciones bursátiles en la fiera Nueva York de los años 80 por medio de su propia empresa Stratton Oakmont, no deja de ser una suculenta burla a la triste realidad de nuestros días, enfermos de una crisis derivada de ese tipo de especulaciones, acciones basura y mafias financieras. Pero ahí está la gracia. Si entramos en el juego, si disfrutamos del espectáculo montado por este incombustible lobo de las finanzas, persuasivo, ambicioso, amoral y drogadicto, sentiremos su misma embriaguez, nos convertirá en en "strattoniamos" durante tres horas, y seremos unos malditos hijos de puta podridos de dinero y dispuestos a todo por que la fiesta nunca termine.Estamos de nuevo ante el magnetismo de los villanos, esa gran patología del público de este siglo que hace que nuestra atracción hacia la mezquindad rompa la normalidad y la moral obligada de nuestros días. Scorsese sabe mucho de eso, es su práctica más aclamada de viejo diablo de las cámaras, pero la apabullante interpretación de Leonardo DiCaprio, sobre el que recae todo el peso de la gamberrada, es realmente admirable. Creemos que ha llegado ya el momento de que este asombroso actor, camaleónico hasta lo imposible incluso con esa eterna cara de niñato, consiga su esquivo Oscar aunque este año tampoco sea el favorito y vuelva a demostrar su elegancia azulada de perdedor.Misión imposible, eso sí, vestir de comedia desatada este biopic sin la comparsa de un casting perfecto y demencial. Tras los diez minutos iniciales del monólogo de Mathew McConaughey dejándonos sin aliento (qué año este hombre, qué redescubrimiento), comienza un carrusel de personajes que parecen sacados del Baltimore de John Waters y a los que comienzas a detestar mientras te enamoras de ellos. El gran Jonah Hill (experto en desmadres cinematográficos) en el papel de amigo y compañero rapaz de Belfort, le da la réplica a la perfección y protagoniza junto a DiCaprio una de las mejores escenas de la película: el colocón de pastillas Lemmons y su tardíos efectos paralizantes. Y hay mucho más: el adorable cineasta Rob Reiner encarnando al padre del protagonista; un histriónico Jean Dujardin como puente suizo hacia el paraíso fiscal; el siempre efectivo Kyle Chandler como agente del FBI; otros directores como Spike Jonze y Jon Favreau paseándose por la cinta, y un brevísimo cameo de Steve Buscemi a través de los rayos catódicos. Y como compensación a tanta masculinidad, la belleza australiana de la casi debutante Margot Robbie.No lo vamos a negar. El lobo de Wall Street es agotadora y genera estados de ansiedad próximos al histerismo visual. No defiende nada, no construye nada, no significa nada, sólo exhibe un bucle de poder, dinero, drogas y sexo que se retroalimenta, que provoca algunas simplezas de guion, y que resulta repetitivo en algunos momentos. Pero qué gran venta nos hace Scorsese de su película, tal y como Belfort lo haría con su bolígrafo. El divertimento porque sí y la frivolidad como espectáculo de carcajadas. No vemos el problema. Es la vida de muchos y no va a cambiar el mundo porque disparemos a la ficción. Que no pare, que siga.

Os dejamos el trailer subtitulado. De fondo suela el tema de Kanye West Black Skinhead creado para la película. Después, otro corte de la BSO: la versión que los Lemonheads hicieron del tema Mrs. Robinson de Simon and Garfunkel: