Nota: * * *
El quintopoder nos dejó con las ganas. Las ganas de saber realmente qué ocurrió en la trastienda de aquel huracán revolucionario, Wikileaks, que sopló a favor de la libertad de expresión con muchas promesas de cambio de era y que a día de hoy, parece haberse quedado en un cierzo molesto para los estamentos de poder. Un aire, en fin, que tiene toda la pintade acabar en lo de siempre, sirviendo para reforzar elestablishment y dejarnos el inquietante regusto de la sospechaen torno a los héroes que vamos forjando.
En esta película, el director de cine Bill Condonpresenta su visión de la épica que vivieron los fundadores de WikiLeaks planteando un buen número de interrogantes y de dilemas morales. Y aunque lo cierto es que se agradece que al espectador se le trate como a un adulto, esta falta de definición no resolverá las inquietudes de todos aquellos que busquen la verdad, el hecho histórico o documental, tras las andanzas de estos dos 'cruzados' de la libertad de información.
El largometraje de Bill Condon toma como punto de partida el libro escrito por Daniel Domscheit-Berg, colaborador de Julian Assange. Nos remite a la época en la que ambos se conocieron y unieron en la aventura de utilizar WikiLeaks como la plataforma de difusión de los secretos que ocultan los órganos del poder y las grandes empresas. La película nos conduce por los momentos de mayor gloria de la web, en la que estrechan su relación los protagonistas de una manera un tanto fría y patológica, y finaliza cuando acaban enfrentados. Separados porque Assange no veía fronteras en la difusión de información a través de su plataforma mientras que Domscheit-Berg comenzó a reconocer las dramáticas repercusiones que podía tener revelar ciertos secretos de Estado.
Hay momentos visualmente potentes en la película, como la representación de la soledad de los protagonistas en el escenario de una redacción de límites infinitos. Imágenes con las que descubrimos metafóricamente el potente impactode las filtraciones de información de los protagonistas así como la manera en la que ellos viven y gestionan el enorme poder que llegan a tener en sus manos. Pero más allá de eso,no tensiona demasiado los nervios como debería hacer un buen thriller. Quizás porque parece una película que, en su desarrollo, va dando tumbos, no conduce a ningún clímax de forma demasiado clara.
Aunque los retratos de los personajes aparecen un tanto confusos, las mejores hazañas del film las protagonizan los dos actores principales. Dos intérpretes impresionantes (Daniel Brühl y Benedict Cumberbatch) que son conscientes de la complejidad de amarrarse a unos personajes que, a día de hoy, siguen sometidos a la vorágine de la actualidad informativa. Son rehenes de los acontecimientos que no dejan de protagonizar y están pendientes del juicio de la historia.
Benedict Cumberbatch no pudo entrevistarse con Assange para componer su papel porque éste estaba en contra de la realización de la película. Por eso, al actor británico siempre le quedará la duda de saber si dio con el tono adecuado a la hora de sumergirse en el lado más íntimo del personaje. En cualquier caso, fascina su transformación y su capacidad de confundirse con Assange en sus gestos, en su actitud y en todo aquello que nos resulta tan familiar de su imagen pública. La secuencia final en la que Assange aparece siendo entrevistado en la embajada de Ecuador en Londres, Cumberbatch se sobrepone a su personaje y devora, literalmente, la pantalla.