Visionado: "Rush", de Ron Howard. "Un duelo y dos destinos"

Publicado el 06 octubre 2013 por Cinetario @Cinetario

Nota: ****


Un buen guión, un actor impresionante y la historia de una rivalidad. La que mantuvieron dos tipos que se dejaban la piel por darse alcance en la vorágine de un desquiciado duelo sobre el asfalto. Estos son los tres ingredientes básicos que maneja Rushcon habilidad y los que acaban por encandilar a los espectadores que llegan a verla, incluso al público que, a priori, no se siente inclinado ni por la Fórmula 1 ni por las leyendas de la historia del deporte. Su universalidad radica en que, como en toda buena película, en ella hay lo que importa: una buena historia respaldada por un estupendo relato detrás. El director Ron Howard, con material de primera en sus manos (el guión de Peter Morgan; El desafío: Frost contra Nixon) sencillamente, lo borda.
Rush cuenta el mítico enfrentamiento que mantuvieron, allá por los años 70, las dos grandes figuras de la Fórmula 1: el brillante, cínico y temerario bon vivant, James Hunt (Chris Hemsworth), y el calculador, introvertido y genial Niki Lauda (Daniel Brühl). Un antagonismo que fue especialmente 'beligerante' en la competición de 1976, un año en el que Lauda, encabezando el mundial, sufrió un grave accidente que casi acabó con su vida, pero nunca, con su voluntad de seguir en la carrera.
En realidad, la película va mucho más allá del circuito porque en el duelo que mantienen los protagonistas se contraponen dos maneras de entender la vida al borde de la muerte. Se enfrentan dos personajes que se comprenden y hablan el mismo idioma desde las antípodas de sus personalidades. Hay dos hombres y dos destinos que no dejan de cruzarse para superarse, para darse un impulso, para darse sentido, para ser el uno en la mirada desafiante del otro.
Peter Morgan muestra un gran manejo de los resortes psicológicos a la hora de retratar dos personajes tan complejos, llenos de vida y contradicciones como son los dos protagonistas y lo hace desde su enfrentamiento, con diálogos que no desentonan y saben descubrir con naturalidad estados de ánimo y sentimientos. Y así lo vemos en las 'peleas de gallitos' que se traían entre manos en los boxes o en el vértigo de la carrera en la que se pisaban los neumáticos.
Las interpretacionesson un capítulo aparte. La enorme habilidad que demuestra Daniel Brühl a la hora de dejarse la piel en el personaje del tricampeón del mundo es impresionante. Al parecer, el propio Lauda quedó encantado con la manera en la que el germano- español 'suplantó' su identidad para la gran pantalla. Su mandíbula sobresaliente de ratón, su inglés marcado por el rotundo acento austríaco, su mirada contrita, su postura encorvada... La inmersión en el personaje es completa, casi orgánica. Y Hemsworth, con un papel, más agradecido por atractivo y carismático, realiza probablemente el mejor trabajo de su carrera hasta el momento.
Más allá del retrato de la época llama la atención también el gusto por el detalle que muestra Howard. Detalles que saben sumergirnos en el negocio de la Fórmula 1 y en la atmósfera que respiraban esos locos al volante. La textura de las imágenes de la pista y sus alrededores, el glamour de la alta sociedad admirando a los corredores, las gotas de lluvia amenazando lentamente el asfalto, la mugre de las carrocerías, la hierba cercenada por la velocidad.... Todo ello construye un ecosistema fascinante para aficionados y profanos.
En definitiva, en la película hay emoción, ritmo y talento. También una saludable manera de mirar a unos tipos míticos que se hacen más grandes, cuanto mayores son sus debilidades.