Visions du Réel 2022 - Parte 8: Natura

Publicado el 19 abril 2022 por Enprimerafila
Aunque oficialmente el Festival Visions du Réel concluyó el pasado fin de semana, a lo largo de los próximos días seguiremos ofreciendo crónicas con las películas que han participado en su programación. Hoy nos acercamos a la relación del hombre con la naturaleza, una convivencia compleja que se extiende a lo largo de los siglos y que ha provocado situaciones de desequilibrio entre la supervivencia del ser humano y la pervivencia de las especies biológicas. Las películas de las que hablamos a continuación tienen un importante enfoque hacia los paisajes y la naturaleza, sin ser todas de temática medioambiental, sino que expresan con rotundidad cómo el hombre se relaciona con su entorno. 

COMPETICIÓN INTERNACIONAL DE LARGOMETRAJES

Resulta significativo que algunos de los mejores westerns que se han realizado en los últimos años estén firmados por mujeres directoras. El poder del perro (Jane Campion, 2021), First cow (Kelly Reichardt, 2019) o The rider (Chloé Zhao, 2017) muestran que hay una perspectiva femenina que alimenta el género frente a cierto agotamiento del punto de vista masculino. Otro ejemplo reciente es Bitterbrush (Emelie Mahdavian, 2021), documental ganador del Premio Especial del Jurado en Visions du Réel que fue estrenado en el pasado Festival de Telluride y recientemente ha sido incluido por la revista Variety en su predicción de nominaciones al Oscar para 2023 (Variety, 31/3/2022), en la que también se cita, por cierto, a la aclamada película española Alcarràs (Carla Simon, 2022), ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín. Estamos ante un western en toda regla que acompaña el traslado de reses de ganado durante cuatro meses a cargo de dos vaqueras, Hollyn Patterson y Colie Moline, que trabajan juntas desde hace varios años y a través del cual asistimos a la labor dura y complicada que ellas han asumido desde su juventud, en un entorno que es principalmente masculino, pero que apenas aparece en la película, excepto por la presencia esporádica de Ellijah Patterson, el prometido de Hollyn. 

La directora muestra este pastoreo con una concepción visual que es hermosa y poética, que extrae la espectacularidad de los paisajes montañosos y las inclemencias del tiempo (es impresionante la estética de una gran nevada), gracias al trabajo de los directores de fotografía Derek Howard y Alejandro Mejía, y aportando una sonoridad casi etérea al utilizar temas extraídos del album The art of Bach (2015, Steinway & Sons), en el que el dúo de intérpretes Anderson & Roe realizaba una incursión en la música de Johann Sebastian Bach. Bitterbrush encuentra esta armonía visual y sonora que muestra el camino que recorren las dos protagonistas junto al ganado, alternando la presencia contundente del paisaje montañoso, que casi parece dibujado al fondo, con los momentos más íntimos alrededor de una fogata, en los que Hollyn y Colie tienen conversaciones que expresan algunas de sus inquietudes respecto a un futuro incierto por la inestabilidad de su trabajo. Hollyn confirma, además, que está embarazada y esta circunstancia parece que puede ser el final de sus días como vaquera. El trabajo de edición corre a cargo de Curtiss Clayton, que conoce bien el género del western gracias a su labor como montador en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007) y No man's land (Conor Allyn, 2021). 
Aunque la personalidad de ambas está dotada de cierta seriedad, hay un acercamiento evidente entre la directora y sus protagonistas, que consigue extraer momentos emocionantes como cuando hablan de la muerte de una madre o de ese sentimiento de nomadismo que les impide considerar un lugar concreto como su hogar. Una de las escenas más contundentes, porque  al consigue expresar al mismo tiempo la dificultad y la vulnerabilidad de su trabajo, es una larga secuencia estática de más de diez minutos en la que Hollyn trata de domar a una yegua, a la que posteriormente llamarán Marilyn, en honor a la actriz Marilyn Monroe, por su cabellera rubia. Es una secuencia hermosa e intensa que contiene una notable expresividad con esencia de auténtico western, que está subrayada por algún comentario casi poético de Collie: "Dios me ha enseñado más sobre mí misma trabajando con un caballo, que lo que yo haya podido enseñarle a un caballo". 
El 11 de marzo de 2011 se produjo el mayor terremoto en la historia de Japón, y el cuarto más potente del mundo en los últimos 500 años, que provocó asimismo un tsunami con olas de hasta 40 metros de altura. Este es el punto de partida del documental All of Our Heartbeats Are Connected Through Exploding Stars (Jennifer Rainsford, 2022), que comienza relatando el desastre natural y presenta a algunos supervivientes que aún están conectados con la tragedia más de diez años después. Yasu, un conductor de autobús, sigue buceando por la costa tratando de encontrar algún vestigio de su mujer desaparecida; Satoko vive angustiada por el temor al mar, envuelta en una profunda depresión; mientras que Sachiko continúa escribiendo cartas que van dirigidas a su esposo. El documental de la artista sueca Jennifer Rainsford tiene como elemento principal la permanencia de este desastre, no solo en la memoria o el estrés postraumático de los supervivientes, sino también en el propio entorno natural. Jennifer Rainsford comenta como narradora que, debido al temblor, "cambió la rotación de la Tierra, lo que hizo que nuestra vida en el planeta se haya acortado 1,8 milisegundos". A través de imágenes de archivo y una hipnótica música electrónica de Teho Teardo (1966, Italia), este ensayo cinematográfico de poco más de una hora explora la permanencia, no solo desde el interior de los seres humanos que experimentaron el terremoto y tsunami, sino también en la propia flora y fauna del lugar.
En la isla hawaiana de Kaho'olawe, un grupo de voluntarios se organiza para recoger los restos de la tragedia que todavía llevan las olas a la orilla, los desechos del tsunami que forman amasijos de elementos de diferente procedencia a los que se denomina "redes fantasma", y que son auténticas trampas mortales para los peces. El título hace referencia a una extraña cardiopatía que se descubrió después del terremoto de Hanshin-Awaji que en 1995 destruyó parcialmente la ciudad de Kobe (Japón). Se denomina "síndrome del corazón roto", aunque también es conocido como "síndrome de tako-tsubo", en referencia a una vasija de cerámica que utilizan los pescadores japoneses para atrapar pulpos. Una parte del corazón se agranda temporalmente, adoptando una forma parecida a esa vasija, lo que provoca que no bombee la sangre de forma correcta. Está asociado a situaciones de estrés, y es padecido mayoritariamente por mujeres. Sachiko se pregunta por qué los científicos no pudieron avisar del terremoto, que los sismólogos consideraron que había sido impredecible, pero desde un año antes los peces remo de la zona comenzaron a nadar hacia la superficie, lo que se considera un aviso de temblores y cambios de presión en el fondo del mar, donde suelen habitar. Por eso esta especie ha sido estudiada como anunciadora de posibles desastres naturales cuando cambian su comportamiento. All of Our Heartbeats Are Connected Through Exploding Stars habla sobre la memoria, pero también sobre la regeneración, como las plantas que han ido creciendo sobre las ruinas del terremoto o los cambios provocados en el Océano Pacífico (se calcula que unas 300 especies se desplazaron hasta las costas de Estados Unidos, modificando la fauna marina de manera radical). 
BURNING LIGHTS
La coproducción franco-mexicana Ollin blood (Elise Florenty & Marcel Türkowsky, 2022) es una ficción con tonalidad documental que comienza en México durante la primavera de 2020 con el ensayo de una pieza teatral por parte de Sol (Diana Delgado), Olmo (Olmo Uribe) y Toshi (Shoji Saeki). En medio de la pandemia del coronavirus, la película establece la conexión entre la ciudad y las poblaciones rurales a través de la reserva natural de Tehuacán-Cuicatlán, donde Olmo ha experimentado las visiones que provoca el peyote junto al chamán Don Valentín, un personaje ausente que aparece y desaparece de la ciudad. En esta zona de paisaje desértico que forma el mayor bosque de cactus del mundo, los contadores de historias narran leyendas populares alrededor del fuego, como una ocasión en la que un grupo de bandidos desistió de atacar las casas del pueblo porque las figuras de los cactus en el horizonte se asemejaban a un ejército de soldados. Esta ficción que adopta formas de documental, explora la relación del hombre con la naturaleza, también marcada por los relatos nocturnos de misterio sobre espectros que habitan el desierto como los espíritus chocarreros, fantasmas que no son malignos pero son muy traviesos, que esconden los zapatos o cambian las llaves de sitio. La "chocarrería" en español se define como el chiste o el dicho grosero. 

Además de la dirección, Elise Florenty (1978, Francia) se encarga de la edición y Marcel Türkowsky 1978, Alemania) compone la música de esta mirada reflexiva que a veces resulta algo desequilibrada sobre el ser humano dentro del entorno natural, una relación compleja en la que se abordan también los problemas que ha provocado el saqueo de especies cactáceas por parte de japoneses, chinos y coreanos en épocas pasadas, que conecta con el abuelo japonés de Toshi (Shoji Saeki), uno de los visitantes de la zona. De este saqueo conocen numerosas historias los habitantes del municipio de Zapotitlán, donde se rodó la película La ley de Herodes (Luis Estrada, 1999), una comedia sobre la corrupción política, en cuyo guión participó Fernando León de Aranoa, que protagonizaron Damián Alcázar, Pedro Armendáriz Jr. y Alex Cox, y que logró el Premio al Mejor Actor en la Semana de Cine de Valladolid y nueve premios Ariel del cine mexicano. En esta controvertida película, el ficticio pueblo de San Pedro de los Saguados sirve como metáfora de México, marcado por la corrupción política, que hace bueno el dicho mexicano: "El que no tranza, no avanza". Ollin blood tiene una cierta tonalidad de ensueño que mezcla ficción y realidad, aunque también tiene algunos problemas de ritmo, pero establece un interesante punto de conexión entre la naturaleza y el hombre. 
GRAND ANGLE
Estrenado en la pasada edición del IDFA, A marble travelogue (Sean Wang, 2021) también se ha programado en el Festival de Tesalónica, Docville y CPH:DOX, por lo que se trata de uno de los documentales que más recorrido está teniendo por festivales de cine este año. Como en su primera película, Lady of the harbour (2017), el director explora la relación entre China y Grecia, que se ha convertido en uno de los países donde las inversiones del país asiático se han diversificado más, llegando a comprar en 2016 el Puerto de Pireo, centro neurálgico de la entrada de mercancía internacional en Grecia. A través del viaje que realiza la piedra de mármol desde las canteras griegas hasta China, donde ésta se convierte en grandes esculturas para palacios o casas particulares, pero también en souvenirs que vuelven a Grecia para ser vendidos a los turistas, el documental resulta más interesante cuando reconstruye una cierta artificialidad que caracteriza esta relación comercial. Las primeras imágenes muestran las columnas griegas del Partenón, para revelarse sin embargo como una reproducción paisajística dentro de un parque acuático chino. Dos de las protagonistas son Marianna y Sofía, hermanas gemelas, hijas de un abogado chipriota, que hablan chino perfectamente y utilizan la artificialidad de las redes sociales para atraer turismo de China a Grecia. 

Hay un trabajo de composición de imagen absolutamente logrado en esta película que está dotada de una estética sobresaliente, incluso se agradecen algunos detalles cinéfilos como una referencia a una de las escenas más conocidas de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) cuando la cámara sigue a un niño en un triciclo por los pasillos del Mercado de Yiwu (Zhejiang), el principal mercado mayorista de productos pequeños del mundo, lo que otorga a esta gran mole de estanterías llenas de todo tipo de materiales una cierta atmósfera terrorífica. En Quyang, considerada como la capital china de la talla de piedra, el escultor Zhen Long (1966, China), uno de los maestros escultores más famosos del país, crea en su fábrica, una edificación hortera denominada Palacio del Arte y la Escultura, grandes figuras de mármol que en muchos casos se exportan a otros países, muchas de ellas réplicas de obras artísticas clásicas como la Venus de Milo o el David de Miguel Ángel. Curiosamente, se queja de que algunas obras suyas originales están expuestas en lugares públicos de Italia sin hacer referencia a su autoría. China tiene sus propias catedrales de Notre Dame, sus propias torres Eiffel, sus propias Acrópolis, que son réplicas artificiales enmarcadas en entornos nada favorecedores. A marble travelogue ofrece una visión incómoda en la que la presencia humana a veces parece empequeñecida, pero que en realidad muestra los peligros de la globalización y de la codicia incontrolada. Hay un tono casi fantasmal en la representación de estas imágenes, que está enfatizado por la fotografía de Xiao Xiao, Sean Wang y el español Carles Muñoz Gómez-Quintero, y el excelente diseño de sonido y música de Jeroen Goeijers. Esta característica permite que se pueda perdonar una estructura algo difusa, pero que construye una perfecta disección del poder acaparador del ser humano. 
COMPETICIÓN CORTOMETRAJES Y MEDIOMETRAJES
El cortometraje Cerro Saturno (Miguel Hilari, 2022) ofrece una mirada a la cordillera andina que lleva ese nombre, situada en Bolivia. La fotografía en blanco y negro de las primeras imágenes otorga a este paisaje, que parece extraído de otro planeta, una textura casi de pintura, como ocurría con los paisajes montañosos que mencionábamos en Bitterbrush (Emelie Mahdavian, 2021), pero conforme se desarrollan las panorámicas de este inmenso y sobrecogedor entorno, casi deudor de la estética de Béla Tarr, el sonido del viento y el silencio de la naturaleza desértica va siendo invadido por la electricidad estática de las torres de energía que parecen incongruentes dentro de ese espacio, y que delatan la presencia cercana del hombre. Miguel Hilari (1985, Bolivia) aborda nuevamente la confrontación entre la naturaleza y el ser humano, que aparece por primera vez empequeñecido, a lo lejos, en una pequeña casa en medio del desértico paisaje, pero que lentamente va adquiriendo mayor protagonismo. 

Las imágenes se acercan progresivamente al entorno urbano, que escuchamos al principio más que verlo, solo con la sombra de los rostros de los ocupantes de un autobús. La mirada general da paso a la particular, la panorámica a la expresión de rostros en primer plano que vemos a través de las ventanillas de los coches, en medio de un día de lluvia y en plena pandemia, por lo que finalmente solo los ojos expresan el tedio de la vida en la ciudad. Es como si el director estuviera siguiendo pistas que le hubieran conducido a este otro paisaje urbano que, de nuevo, en panorámica se muestra ruidoso y luminoso, frente a la quietud del comienzo. Se adopta por tanto, sin palabras, una clara dicotomía entre lo natural y lo urbano, una mirada política hacia la invasión de lugares recónditos donde el ser humano transforma profundamente el entorno. 
La acción del hombre en la naturaleza también está muy presente en Aralkum (Daniel Asadi Faezi, Mila Zhluktenko, 2022), ganador del Premio al Mejor Cortometraje en Visions du Réel. El título de este cortometraje hace referencia al desierto que surgió en el antiguo lecho del fondo del lago que antes ocupaba el mar de Aral, situado entre Kazajistán y Uzbekistán. El anciano Uralbay Utegenov sirve como guía en medio de este nuevo desierto provocado por la irrigación de sus aguas a territorios interiores, pero que es una perfecta referencia de lo que puede ocurrir en otras zonas del planeta. En realidad, las autoridades soviéticas que iniciaron este proceso de irrigación en los años treinta, nunca se mostraron muy preocupadas por la progresiva pérdida de la capacidad del lago, que llegó a ser el cuarto más grande del mundo en extensión, pero su desaparición es inevitable, sometida ahora a los enfrentamientos geopolíticos de la zona. La arena del desierto ocupa ahora el 75% de loq ue fueron las aguas que formaban el lago: "Recuerdo la última vez que pescamos un solo esturión. Dividimos el pez en cuatro partes para nuestras familias. Mientras lo comíamos, sabíamos que nos estábamos despidiendo del Mar Aral". 

Las barcas y las redes de pesca están ahora cubiertas de arena, parecen fósiles de tiempos prehistóricos, igual que un barco oxidado encallado en la arena, una muestra impactante de la profundidad que tenían las aguas. Aunque se planta el saxaul, un árbol que reserva el agua en el interior de su grueso tronco, como una forma de evitar la gradual desertización del entorno, parece una solución que no conducirá a grandes logros. "Ya solo quedamos los humanos", apunta el narrador como conclusión de las conversaciones mantenidas con Uralbay Utegenov. Ambos directores son conocidos de Visions du Réel, porque Daniel Asadi Faezi (1993, Alemania) ya había presentado su cortometraje The absence of apricots (2018), mientras que Mila Zhluktenko (1991, Ucrania) concursó con el corto Find fix finish (2017). 
Alcarràs se estrena en cines el 29 de abril. 
El poder del perro y La ley de Herodes se pueden ver en Netflix. First cow se puede ver en MUBI. The rider se puede ver en Filmin, HBO Max, Movistar+ y Prime Video.El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford y El resplandor se pueden ver en HBO Max.