Escribo este post desde la ciudad de Nueva York. LLegué a la gran manzana el pasado viernes a última hora de la tarde, junto a mi compañera Carmen y a mi hijo Ander. La razón de este viaje no es otra que poder reencontrarnos por unos días con mi hija Itxaso, que desde agosto del año pasado estudia en un instituto del estado de Boise. Han sido muchos meses de ausencia y distancia, que se nos han hecho cuesta arriba a toda la familia. De hecho, nos costó ceder ante la insistencia de Itxaso, que tenía claro que quería cursar primero de bachillerato en Estados Unidos. Un año es mucho tiempo, pero finalmente asumimos que era su voluntad y entendimos que tenía derecho a vivir su propia experiencia con todas las consecuencias, unas positivas y otras posiblemente no tanto.
La noche del viernes apenas pudimos dar una vuelta a las inmediaciones del apartamento que alquilamos por internet en la calle 48 oseste. Estábamos agotados. La ubicación es buena, pero el espacio mínimo; menos de treinta metros cuadrados para cuatro personas. El sábado ameneció nuboso, pero a lo largo del día el sol logró abrirse paso y pudimos disfrutar de un largo paseo por Central Park, Broadway, Times Square y el Village. Itxaso llegó a Nueva York a última hora de la tarde, después de haber celebrado una fiesta de cumpleaños con sus amigas y amigos de Boise. Le encontré cansada, pero también contenta por poder abrazarnos. Escribo este post pasadas las cuatro de la madrugada. Debe ser el cambio horario, al que todavía no me he acostumbrado. Hoy iremos a una misa en Harlem y pasaremos el día recorriendo este barrio de la ciudad. Os iré contando. Si conocéis Nueva York y tenéis sugerencias o referencias de lugares para visitar, os lo agradeceremos. Estamos todavía un poco perdidos.