Era 1870, el final de la guerra Franco-Prusiana había llegado, y con ello nació la idea de la construcción de un templo como homenaje a la memoria de los 138.871 ciudadanos franceses que perdieron sus vidas en ella.Francia había pasado una de sus peores épocas, su territorio estaba mayormente ocupado por el enemigo, y las relaciones con el Vaticano pasaban un mal momento. Los ciudadanos empezaron a asegurar que todas las desgracias del país no eran más que un castigo de Dios, por lo que construyeron el tempo para redimirse de sus faltas y pedir perdón, homenajeando a los fallecidos. Por eso en 1872, el Cardenal Guibert, ordenó la construcción de la iglesia en el barrio de Montmartre, siendo aprobada su construcción por la Asamblea Nacional en 1873.
De este modo, la iglesia católica de estilo románico-bizantino, obra de Paul Abadie, comenzó a construirse en 1875. Los 83 metros de longitud, 35 metros de anchura y su torre de 83 metros de alto, hicieron que la construcción no se finalizará hasta 1914. Cinco años más tarde, casi un año después del fin de la Primera Guerra Mundial, concretamente el 16 de octubre de 1919, fue consagrada como basílica, convirtiéndose en lugar de peregrinación.Está totalmente construida en piedra de tipo travertino. Este material es muy resistente al paso del tiempo, pero tiene la peculiaridad que se va volviendo más blanco con el paso del mismo. De ahí el motivo de que sea un monumento que parezca que lo han acabado de pintar.En su pórtico encontramos 3 arcos, coronados por 2 estatuas ecuestres de bronce que representan los Santos nacionales de Francia, Juana de Arco y el rey San Luis IX.
El interior de la Basílica es oscuro y sombrío, con excepción de la bóveda, donde los mosaicos que hay en ella iluminan débilmente la estancia con el brillo que desprenden sus motivos dorados.Si quieres ahorrarte los 197 empinados escalones que hay hasta la cumbre de la colina donde se encuentra la Basílica, puedes utilizar el funicular de Montmartre (el cual transporta a 2 millones de personas al año) que realiza el trayecto desde la Place Suzanne-Valadon a la Place Willet, justo debajo de la misma. Tampoco son tantos escalones, pero como teníamos el bono de transporte, por lo que no teníamos que pagar nada, decidimos subir en él. Y es que cada día andábamos mucho. Así que unos escalones menos, jejeje.
Petit museau.