Provistos de walkie talkie y prismáticos como en nuestra visita a las Tablas de Daimiel recorrimos la senda descubriendo la riqueza de la fauna y la flora con la que cohabitamos: buitres leonados, águilas, cabras, jabaliés, búhos, ciervos.. y un sinfín de animales autóctonos que hicieron las delicias de mis pequeños. Pedimos disculpas a los pacientes habitantes de la Cañada por los gritos de júbilo que mi hijo emitía cuando descubría un nuevo ejemplar hasta que llegó a comprender la funcionalidad de los walkie talkie.
Uno de los momentos más esperados de la visita a la Cañada es cuando alimentan a los lobos. Si a alguien no le ha quedado claro el concepto de Condicionamiento Clásico este es un ejemplo impresionante del mismo. Según se acercaba la hora, que en esta época del año suele rondar la 13.30h, los lobos daban evidentes muestras de agitación, carreras apresuradas, saltos hacia las vallas… Tras avituallar a los hambrientos cánidos una muchacha nos explicó sus hábitos y la importancia de su presencia en nuestros bosques para mantener el equilibrio natural. En este punto me atrevería a hacer una tímida sugerencia y es que la educadora pudiera disponer de un altavoz, ya que apenas se la escuchaba.
La duración del trayecto dependerá de vuestro ritmo, en nuestro caso tardamos dos horas y media realizando una pequeña parada para un refrigerio en una soleada explanada en la que mis hijos corrieron, recogieron palos, buscaron “minerales” que en el argot de mi pequeño son piedras de todos los tamaños, colores y tipos que podáis imaginar. La senda además está adoquinada en todo el trayecto por lo que podéis realizarla con carritos de bebe.
Aunque el precio de la entrada puede pareceros costoso pensar que vuestra contribución ayuda al mantenimiento de estos animales que un día tuvieron la desgracia de toparse con la acción humana coartando para siempre su libertad.