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Esta Semana Santa hemos aprovechado la coincidencia de la floración de los cerezos del Valle del Jerte con las vacaciones para hacerle una visita.
Hemos entrado al Valle por el puerto de Tornavacas desde la parte castellana, y hemos iniciado un descenso vertiginoso por el puerto con un paisaje espectacular donde aún se veía nevada la parte alta de la Sierra de Gredos. En este caso era espectacular por la orografía y vegetación que de por sí son preciosos en esta zona, no por los cerezos, ya que en la cabeza del valle los cerezos estaba casi pelados… ni una flor! Y es que ha sido, a medida que descendíamos, donde cada vez gradualmente aparecían más campos de cerezos floridos, como los que se pueden ver en la foto.
El Jerte en flor
Como todas las cosas en la naturaleza, no es todo o nada, sino que todo sucede gradualmente, y las partes más altas y frías del valle aún no habían florido, mientras que la en la mitad del valle ya se encontraba todo el flor y en la parte baja había cerezos incluso con hojas. Ha sido muy divertido hacer un paseo por los campos explicando a los pequeños el porqué de las flores y su función. Estaban muy sorprendidos observando laderas y laderas cubiertas de flores blancas.
Después de haber visto el espectáculo natural de los cerezos en flor hemos buscado un rinconcito para comer, caminar y jugar un rato. Hemos ido a parar a un lugar que se llama “Garganta la Púria” entre los pueblos de Rebollar y Torno. Es un merendero al lado de un río con aguas cristalinas y pequeñas pozas donde poder refrescarnos a la sombra, en un día caluroso como el que nos tocó, a pesar de ser finales de marzo. Una vez allí, también existe la posibilidad de caminar por un PR que une las dos poblaciones por un camino que va entre la vereda de la garganta, los campos de cerezos y el propio bosque. El Valle del Jerte, además de por los cerezos, se distingue por una gran cantidad de pequeños congostos, “gargantas”, que esconden charcas paradisíacas donde poder bañarse.
Garganta la Púria
Una vez recuperados y refrescados, hemos acabado el descenso del valle en coche hasta llegar a Plasencia, una ciudad amurallada con un casco viejo precioso. Aquí hemos tomado algo y hemos paseado por un lugar lleno de historia. La ciudad, dentro de las murallas, está dividida en tres barrios, el de los clérigos, el de los caballeros y el de los judíos. Está llena de pequeños palacios, iglesias y casas señoriales, reflejo de un pasado glorioso.
Casco antiguo de Plasencia
Al final, una jornada redonda, con naturaleza, diversión e historia, gracias al Valle del Jerte.
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