Motivos para no querer a un ser humano sobran, así que no vale la pena hacer ese inventario de infelices razones. A veces, sin embargo, esa persona que no toleramos puede darnos la oportunidad de ver en ella algo que nos haga coincidir. Y ese motivo puede ser el tema candente de estos días: la Guayana Esequiba.
Hace algunas semanas, unos vecinos, con quienes a duras penas cruzo el saludo, interrumpieron a punta de gritos el silencio de la madrugada para resolver un tema: ¿la Guayana Esequiba seguía siendo nuestra?
El vecino A juraba por un puñado de banderas que no, que ya se había cedido ese territorio. Y, sí, ya saben a quién le echó la culpa…
El vecino B pudo haberle dado la razón, pero lo sorprendió al decir: «Eso es mentira. Nosotros no hemos entregado el Esequibo».
«¡Claro que sí! Eso está en un video», respondía nuestro vecino A, temeroso de perder la pelea.
«¡Eso es mentira! ¡No es verdad!», le refutó B.
«¡Es que tú eres chavista!».
«No es que sea chavista. Ese vídeo que viste seguro fue hecho con inteligencia artificial».
«¿Cómo va a ser eso?».
«Mira, chico, yo te voy a demostrar que estás equivocado. No creas eso».
Luego del punto a favor del vecino B, siguieron debatiendo otros asuntos hasta que, por fortuna de nuestro derrotado vecino A, alguien llegó en carro a buscarlo. Esa simple discusión no lo dejaba en buena posición frente a su compañero de debate.
Este episodio me resulta difícil de olvidar. He escuchado trifulcas verbales de madrugada por amores, desengaños, deudas o unos platos sucios, pero nunca por un asunto tan serio y trascendente. Por primera vez, me sentí cercana a esas personas con las que casi nunca cruzo palabra.
Más sorprendentes aún eran los argumentos de la discusión, simples como el verbo que los involucrados emplearon en su breve y eficaz duelo. Sus puntos de vista reflejaban en blanco y negro las posiciones sobre el tema.
Por un lado, están los que dan por perdida la causa gracias a una mentira que alguien hizo rodar sin mayor esfuerzo. No faltará quien diga que la supuesta entrega fue velada, estaba en las letras chiquitas de algún documento o alegue que nuestro país fue regalado hace tiempo. De todos modos, en lo concreto, en el campo de la verificación, nadie ha salido ondeando la bandera de la prueba.
Por el otro lado, están quienes entienden que la Guayana Esequiba es una causa nacional ante la cual no cabe ni un ápice de indiferencia. Adversar una corriente política no es justificación para alejarse de una lucha con sentido histórico, ni siquiera para mentir. Es un asunto de un país entero.
El otro elemento clave es la manipulación, alimentada en muchos casos por una excesiva confianza en lo que suena a lo que deseamos oír. Hoy, cuando vivimos una inusual abundancia de datos, es muy fácil hacernos creer que estamos informados solamente reforzando lo que pensamos.
No sé si mi vecino B pudo retomar la conversación con el vecino A para explicarle que el despojo de nuestro territorio sigue igual; la mentira anda campante y el futuro está en juego. Tampoco sé si dio con el supuesto video y si comprobó que fue hecho con inteligencia artificial. Por ahora, me conformo con saberlo del lado de quienes, frente a un tema de alta sensibilidad nacional, jamás serán indiferentes.
Rosa E. Pellegrino