A la Viuda Negra le va como anillo al dedo el título de “La espía que surgió del frío”. Si, ya sabemos que estamos plagiando a Le Carré, pero no se puede definir mejor a Natasha Romanova. Ella, surgida en plena guerra fría allá en 1964, se convirtió en el estereotipo del triunfo de la ideología capitalista sobre la comunista. Su cambio de bando no era sino reflejo de las aspiraciones de muchos ciudadanos que vivían en el lado soviético del telón de acero. En unos años en los que los agentes dobles, encubiertos y las operaciones de espionaje se hacían populares en novelas y películas de éxito, la Viuda Negra mostraba todo lo que uno podía esperar de una espía: Atractiva, peligrosa, calculadora…no es de extrañar que los personajes masculinos marvelitas cayeran en sus brazos.
Desde el inicio se recurre a un recurso conocido: Nuestro héroe tiene que descubrir quien está detrás de todo y, además, demostrar su inocencia. Así deberá investigar y capturar al villano y evitar ser capturada. Todo muy en la líne “El Caso Bourne”, por poner un ejemplo. El guión convence y crea esa atmósfera necesaria para ver como la protagonista entra en un juego donde no domina la situación. Junto a Natasha, tenemos a Bucky entre otros personajes invitados.
El Nombre de la Rosa hubiera sido otra cosa si el dibujo y color no hubiera estado a cargo de Daniel Acuña. Espectacular, creo que firma uno de sus mejores trabajos. Da vida a los personajes y escenarios.
En definitiva un buen cómic. No defrauda.