Algo así es lo único que nos debería dar miedo. Como Astérix, que solo tenía miedo de que el cielo se desplomase sobre sus cabezas porque contaban con la poción mágica que les hacía sentirse indestructibles. Nosotros no tenemos poción mágica ¿o sí? Tal vez sea tan solo cuestión de rebuscar un poco en nuestro interior para encontrarla.
La magia existe si nosotros lo creemos. Me da la impresión de que todos contamos con las armas suficientes para plantarle cara al enemigo lo que pasa es que, o bien no sabemos dónde están, o bien no sabemos utilizarlas. Lo primero que debemos definir es quién es nuestro enemigo. A mí me parece que a estas alturas no vamos a tener miedo de otras personas salvo los banqueros, los políticos, los asesinos y los violadores. Solo ellos nos pueden hacer verdadero daño. Asesinos y violadores en nuestro mundo hay pocos. En otros países sí, pero en la sociedad occidental es raro que alguien muera asesinado o sea violado (bueno, México, Colombia, Argentina y algún otro que se me escapa, serían lamentables excepciones a esto que digo…). Nos quedarían, por tanto, los políticos y los banqueros: los verdaderos hijos del mal. Contra estos solo nos queda confiar en nuestros respectivos sistemas democráticos para echarlos del poder mediante las elecciones o llevarlos ante los tribunales de justicia para que sean juzgados. Afortunadamente parece que se empiezan a ver algunos adelantos en este sentido tanto a nivel global (wikileaks y la lista Falciani), como a nivel local (con la elección de determinados grupos políticos cuyo principal objetivo es la lucha contra la corrupción). En todo caso yo no le tengo ninguna fe, simplemente creo que tanto políticos como banqueros seguirán ahí siempre y que no le debemos tener miedo porque es inevitable que nos amarguen la existencia. Son un mal necesario que va con la vida misma, como los virus.
Pero, además de ellos, ¿a quién más le tenemos miedo? ¿quién podríamos decir que es nuestro enemigo? Yo creo que somos nosotros mismos. Nos podemos hacer mucho daño si no tomamos medidas. La soledad, la apatía, el desánimo, la pereza, la gula, los complejos, el hastío… todo eso nos puede destruir y solo dentro de nosotros encontraremos esa pócima mágica, esas armas para plantarle cara y salir victorioso. Claro que lo primero que debemos hacer es ser conscientes de que estamos en problemas. Hay demasiada gente que muere simplemente porque se deja ir, deja de tener ganas de vivir. Cada vez se encuentra más sola, más apática, sin ganas de nada más que de darle tragos a su licor preferido, sin salir de casa casi nunca, le duelen los huesos de tanta inactividad y lo único que hace es ver la tele. Hay que activarse. Debemos sacar las ganas de vivir de la propia vida. No voy a hacer aquí un tratado de auto ayuda, que por otro lado me espantan, pero sí lanzo al aire esa reflexión: que las armas están dentro de nosotros mismos y que no deberíamos tenerle miedo a nada.
Tal vez os parezca muy fácil de decir para alguien que tiene cáncer porque claro, yo, a estas alturas, no le tengo miedo a nada sobre todo porque ya me ha pasado lo peor que me podía pasar, así que puedo decir alegremente: ¡Viva la vida!