Viva la vida

Por Antoniobarba

No sé si movido por el efecto fúnebre del pacto de las derechas andaluzas, he aprovechado para visitar un par de cementerios singulares que existen en el sur de Carabanchel, mi distrito natal. Tal vez ese asunto noticioso no haya tenido nada que ver y es que soy así de raro, que también. Pero he quedado conmigo mismo en no hablar más de esa fuerza populista de ultraderecha para no darle cuartos al pregonero, que suficiente han hecho ya todos los medios del mundo mundial y todos los voceros de las redes sociales para fijarles en las retinas del personal. Así que no hablo más de lo que no me interesa.

Al tema: camposantos singulares en el sur de Carabanchel, en efecto. Hay varios, con origen en el siglo XIX e incluso antes. Solemnes. Majestuosos. Inmensos. Sitos en el medio de lo que ahora son barriadas y que en el momento de su creación debían ser meros cerros pelados enfrente de la capital, al otro lado del río. Repletos de cipreses, de esculturas, de epitafios, de panteones. Recintos de silencio en el medio de un barrio tan bullicioso; qué contraste.

A la altura del metro de Urgel hay uno bien singular, el Cementerio Británico, presidido desde 1850 por un escudo de su Casa Real. Un trozo de tierra en donde reposan deudos procedentes de medio mundo, con diferentes credos y nacionalidades. Gentes nacidas en todos los confines y que han acabado reposando en un enclave de este distrito sureño. Mira que es pintoresco mi Carabanchel: debe de ser uno de los distritos -dejando al margen los históricos del centro de la Villa- con más rincones peculiares de la ciudad.

Puede ser que visitar cementerios históricos sea raro. Yo creo que en otros países se estila más, pero en esta España nuestra que generalmente ignora la memoria y desprecia su historia somos harina de otro costal, me temo. A mí se me antoja que estos lugares dan también paz y muchas ganas de disfrutar del tiempo que nos queda por vivir, mal que le pese a todos aquellos que quieren devolvernos a tiempos pretéritos. Así que viva la vida, qué demonios.