Lo he dicho ya en otras ocasiones. Como muchas personas cuando visito algún lugar me gusta, sobre todo si el desplazamiento es largo, proveerme de lecturas que me hagan más soportable el tedio del mismo y que me informen siquiera sea de pasada sobre el lugar, ciudad o país al que me dirijo. En esta ocasión el destino era México D. F., distante de mi ciudad nada más y nada menos que 10.500 kilómetros, o lo que es lo mismo casi once horas de avión al ir y otras tantas, naturalmente, al volver. Había que buscar munición lectora suficiente y me decidí por dos autores mexicanos ya desaparecidos: un consagrado Carlos Fuentes, perteneciente al denominado ¡Boom! de la novela hispanoamericana, y un no menos importante José Emilio Pacheco aunque menos conocido por haber sido la poesía, la crítica y el ensayo sus campos de escritura favoritos.
A estos dos autores mexicanos sólo los separan once años: Fuentes nació en 1928 y Pacheco en 1939; sin embargo su fallecimiento es mucho más cercano: el de Pacheco tuvo lugar en 2014 y Fuentes nos dijo adiós en 2012.
Escogí para el viaje dos novelitas, una de cada autor, con el propósito de leer una a la ida y otra a la vuelta durante esas tediosas once horas de navegación aérea que temía más que a un nublado. Y así fue, leí "Aura" de Carlos Fuentes al ir, y al volver hice lo propio con "Las batallas en el desierto" de José Emilio Pacheco . Si bien cada una de estas dos novelas son merecedoras de reseña individual, las aúno en este " A Pares IV" por eso del motivo que ocasionó su lectura.
Se trata de una novela corta publicada por el autor mexicano en 1962, precisamente el mismo año en que apareció su también magnífica novela "La muerte de Artemio Cruz", la obra que hace ya ni sé los años me hizo conocer a este mexicano nacido en Panamá y al que no había regresado desde que leyera también hace muchos años otra excelente novela suya, "Cambio de piel", de 1967. Es, pues, Carlos Fuente s un clásico contemporáneo de la literatura en lengua española que se reconoce dentro de la generación de escritores que renovaron la novela latinoamericana a través del denominado ¡Boom! Cuando el Premio Nobel de Literatura se lo dieron a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, eterno candidato al mismo, dijo:
" Cuando se lo dieron a García Márquez (1982) me lo dieron a mí, a mi generación, a la novela latinoamericana que nosotros representamos en un momento dado. De manera que yo me doy por premiado."
Desde luego "Aura" es un relato que enraíza completamente con el denominado "realismo mágico" característico de la explosión narrativa latinoamericana iniciada a mediados de los años cincuenta del siglo pasado y que alcanzó su mayoría de edad con "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez en 1967.
Felipe Montero, joven profesor de Historia que malvive con el pobre sueldo que le proporcionan las clases particulares que imparte, en el Café al que acude habitualmente lee en el periódico un anuncio en el que se solicita a un profesional cualificado para un trabajo dotado con un buen sueldo. Acude a la dirección que figura en el aviso y al entrar en esa casa de la calle Donceles 815 la dueña de la misma, Consuelo, una enigmática anciana mujer de edad indefinible, le propone el trabajo de organizar las memorias de su fallecido marido, el General Llorente, a cambio de un sabroso sueldo que vendrá a sumarse a los escasos 4000 pesos mensuales que recibe por las clases que imparte. La única condición es que el joven ha de residir en la casa. Una joven bellísima, Aura, le servirá a Felipe para disipar las dudas que tenía sobre si acertar el encargo o no.
Al tiempo que Felipe se pone a leer los diarios del General Llorente, comienza a obsesionarse con Aura, una joven de impresionantes ojos verdes, que el profesor entiende está sometida a su tía Consuelo y al que en un rapto de romanticismo él se propone liberar. Pero...
Los personajes son sólo tres: Felipe Montero, Aura y Consuelo Llorente. Las dos mujeres son el haz y envés de la existencia: joven, sabia y dependiente es Aura; también sabia, pero ya anciana y muy manipuladora, Consuelo. Ambas viven encerradas en un mundo antiguo representado en esa casa oscura donde se venera la memoria del General fallecido. La religiosidad excesiva de Consuelo es una atadura más. Felipe, por contra, es un joven impetuoso, romántico, lleno de proyectos de futuro en el que desearía integrar a esta bella y enigmática Aura.
La magia o al menos la sensación mágica nos envuelve por completo cuando en esa casa oscura y misteriosa hay un conejo que va y viene a su gusto sin importarle eso a ninguna de las moradoras, o cuando al hacer el cómputo de años caemos en la cuenta de que si el General Llorente falleció en 1901 con 82 y esto sucedió cuarenta años después de la invasión francesa y de la derrota de Querétaro, entonces ella, Consuelo, tendría... La cuenta es imposible de llevar a cabo pues nos saldría la enorme e inexplicable cifra de 209 años y eso, claro, no es posible ni lógico, ¿o sí?
El narrador es esencialmente una 2ª persona. Sin embargo en algunos momentos inopinadamente se pasa a la 3ª lo que me ha desconcertado un poco: " Levantarás los ojos, que habías mantenido bajos, y ella ya habrá cerrado los labios, pero esa palabra -'volverá'- vuelves a escucharla como si la anciana la estuviese pronunciando en ese momento. Permanecen inmóviles. Tú miras hacia atrás; te ciega el brillo parpadeante de objetos religiosos " (
Me doy cuenta de que cuando junto a Felipe Montero hay otro personaje el narrador utiliza la 3ª persona del plural (narrador externo, pues). Esto me lleva a pensar que la narración en 2ª no es más que la propia conciencia del protagonista Felipe (monólogo interior) que en cierto sentido interpela, se dirige o incorpora al lector que se encuentra al otro lado del hilo comunicativo convertido de esta manera en un interlocutor o partícipe en el relato más.
Como es lógico abundan los mexicanismos como (chaqueta) y otros por el estilo. Los ejemplos son variados:
- "La ves de lejos: hincada, cubierta por ese camisón de lana burda, con la cabeza hundida en los hombros delgados , delgada como una escultura medieval, emaciada. " (Pág. 25).
- "listón morado, luido ." (pag. 26).
Es un muy interesante cuento o novela corta en la que Carlos Fuentes bebe de la gran tradición literaria universal (el goticismo de Guy de Maupassant, el terror fantástico de Poe, la desrealización contextualizada en la América meridional de Faulkner...) creando una historia en la que sueño y vigilia se confunden, el tiempo desaparece, los personajes todos ellos se duplican, incluso los lectores nos sentimos concernidos, implicados, dentro del relato a través de ese "Tú" al que el narrador se dirige sabiendo todo de él. El mismo Felipe no deja de ser la parte joven del General Llorente, el marido de Consuelo, de la cual, obviamente, Aura, sería su parte luminosa, su visión positiva y erótica que fue en el pasado.
Desrealización, onirismo, desaparición del narrador, supresión de los límites temporales, anulación del México real presente en ese periódico, ese café y esa dirección a la que Felipe acude en busca de un empleo. Y lo que encuentra es... No se puede decir más, hay que leerla y bucear en la prosa de Carlos Fuentes, que consigue, como lograra hacer el maestro Salinas según nuestro Fray Luis de León, sacarnos de este anodino, vulgar y cotidiano mundo nuestro.
Por si todo esto fuera poco la edición que he manejado contiene ilustraciones realizadas por Alejandra Acosta que embellecen el volumen y mejoran la intelección del texto. ¡Bravo por Alejandra!
"Las batallas en el desierto" de José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco figura en la historia de la literatura más como poeta que como narrador. De hecho cuenta en su haber con sólo dos títulos novelísticos: éste que aquí traigo, -sin duda alguna su obra maestra-, y otro, "Morirás lejos", que escribió en 1967. El resto de su abundante producción es esencialmente poética (16 títulos) a la que hay que añadir un ingente número de artículos periodísticos recogidos en tres volúmenes, la traducción de obras literarias importantes, y una serie de cuentos agrupados en tres libros.
Es "Las batallas del desierto" (1981) una auténtica novela de iniciación, un bildungsroman, en el que Carlos, un niño de clase media de la Colonia Roma de la Ciudad de México, se hace amigo en el colegio de Jim un niño que presume de que su papá se codea con altos dignatarios gubernamentales, lo que no casa mucho con una serie de asuntos como que su padre nunca esté en casa y cosas por el estilo. El caso es que Carlos se enamorará perdidamente de Mariana, la madre de Jim, a cuya casa van ambos niños a jugar y a merendar en ocasiones. Tal es el enamoramiento de Carlos que éste decide ir a declarárselo en persona a la misma Mariana. Al haber salido del Colegio sin permiso para realizar su deseo, el suceso llega a oídos de sus padres que conocedores del porqué buscan ayuda en psiquiatras y sacerdotes, los chamanes de nuestra sociedad.
Al tiempo que esto le sucede a Carlos en el mundo están ocurriendo hechos relevantes como la guerra en Oriente Medio ocasionada por la creación en 1947 del estado de Israel. Los niños juegan en el recreo a judíos contra palestinos. De aquí el título de la novela. Y en México parece que el viento soplaba de cola pues todo era progreso, inauguraciones de obras públicas, industrias nuevas que se instalan en el país, el inglés americano que llega con los inversores de este país... Los políticos son personas triunfadoras a las que se arriman otras a las que a cambio de prebendas ellos depredan y se llevan por delante. Mariana será una de ellas.
Los años pasan y ya adulto Carlos rememora, por un encuentro casual con Rosales, un antiguo compañero del colegio, toda esta su experiencia amorosa infantil. La distancia con los hechos, los años transcurridos, el desarrollo dispar de personas y países confirman a Carlos la desaparición junto a su antigua vivencia de todo un mundo: la Colonia Roma se ha empobrecido y muchas de sus casas han sido demolidas, la esperanza palestina se ha diluído en miserables campos de refugiados, Jim ha desaparecido de México llevado por su padre biológico y Mariana..., bueno Mariana es difícil decir de ella más cosas porque Mariana es un ser maravilloso e inasible a la que... No, no puedo contar más. En estas reseñas que hago sólo pretendo provocar el deseo lector, no destripar narraciones.
Lo que en verdad es maravilloso en esta novela corta es el lenguaje que utiliza su autor. Es evidente que Pacheco es un poeta y así logra transmitirnos a través de la palabra sentimientos tan íntimos e inefables como el nacimiento de un primer amor, la necesidad de declararlo, y la incomprensión que la sociedad tiene del mundo infantil a cuyo integrantes, los niños, se los tiene por poco menos que débiles mentales. En cuanto alguno de ellos, como es el caso de Carlos, se sale de los raíles habituales, padres y educadores echamos mano de los magos de la tribu, sacerdotes y médicos psiquiatras, para que los sanen o exorcicen y vuelvan, ovejas, al redil.
La historia del enamoramiento transcurre en menos de un curso escolar, cuando Carlos y Jim apenas si cuentan ocho años. Al final de la novela, cuando se produce el encuentro entre Rosales y Carlos, han pasado diez años de los hechos. Si la novela se inicia con la guerra arabo-israelí de 1948 al final estamos en 1957 cuando se produjo un fuerte terremoto en México, metáfora del terremoto social que caería por esos años en la sociedad mexicana que fue empobreciéndose cada vez más al salir de una época cegadora de lujos e ilusiones que se revelaron vanas.
La novelita se estructura en 12 capítulos que son auténticos cortes de situaciones personales y sociales mexicanas (la discriminación social por el origen familiar en ' Los desastres de la guerra', el enamoramiento en ' Obsesión', el comienzo del declive económico en ' Inglés obligatorio', la descomposición de un mundo que diez años atrás se creía sólido en ' Colonia Roma', etc.) focalizadas en el propio niño protagonista o en su entorno familiar.
El narrador es el propio Carlos que en 1ª persona relata su experiencia. Esta primera persona, habitual en la creación poética, contribuye decisivamente al intimismo que el sentimiento experimentado por el niño requiere. Pese a este intimismo y, quizás, en lógica correspondencia con la edad infantil de los protagonistas del relato el léxico utilizado es sencillo y simple referido al mundo de objetos y referencias propios de los niños o que suelen interesarles (marcas de coches; las lecturas propias de chiquillos en el momento: '', '', '', ''; el Pan Bimbo, el '', el queso Kraft, el chicharrón en salsa verde, etc.; las películas que los niños veían los viernes en el Cine: 'Frankestein', '', ' El hombre Lobo ', etc.). Tambien utiliza palabras claras y comprensibles cuando deja el mundo referencial infantil:
"el ganador de millones y millones [el supuesto padre de Jim] a cada iniciativa del presidente [Miguel Alemán, que fue presidente de México de los años 1946 a 1952]: contratos por todas partes, terrenos en Acapulco, perm isos de importación, constructoras, autorizaciones para establecer filiales de compañías norteamericanas; asbestos, leyes para cubrir todas las azoteas con tinacos de asbesto cancerígeno [...]" (pág. 23, 'Ali Babá y los cuarenta ladrones')
Por otra parte abundan -algo ya he dicho al hablar del léxico propio de los niños- referencias propias de la cultura pop: del mundo del cine (Elizabeth Taylor, Walt Disney); iconos pop (Pato Donald, Popeye el Marino, Raton Mickey); revistas de difusión cultural como las ' Selecciones del Reader Digest ' y revistas para adultos como '' o ''; las ' novelitas de Perry Mason '; etc.
Una novelita que deja una satisfacción inmensa tras su lectura. Una belleza que se lee en poco más de una hora y que se puede leer y releer una y otra vez como se hace con la buena poesía. A mí en concreto me sirvió para recrearme mientras la leía en el recuerdo de la hermosa y feliz estancia que acababa de pasar en la ciudad de México donde una historia como ésta es verosímil pues México D. F. es ciudad de contrastes donde todo es factible, incluso que Mariana viviese en verdad y que Carlos se enamorase perdidamente de ella con todo lo que el amor auténtico acarrea.