A media mañana, con el sol queriendo calentar el imposible vaho del invierno, si te asomas a la ventana y esperas, el recuento de cabezas gachas supera la más desesperada de las manifestaciones invernales y entre calada y calada, si eliges levantar la cara, reconoces, en medio justo, de tus tripas la congoja de ¿Cuanto darías por eliminar la determinación dura que te obliga a no fluir, siempre, con la corriente?
Corriente que sube, baja y estima ser en el reducido espacio que hace que sean tus cascos, repletos de música, los que guarden el secreto de una primavera, en la que aún, nadie cree y en la que las tormentas del invierno empeñadas andan en no dejarla crecer.
Fluir guardando vela de pena por las ideas, los sueños y las certezas que levantan puños en bares o reuniones íntimas y que, luego se arrastra con gesto fiero por las calles solitarias, donde nadie ve al otro que le acompaña. Y te acompañan, te digo que te acompañan, allí donde no entiendes porque nadie se para, cuando la lágrima estima recorrer las mejillas desesperadas, pues te digo, ahí, aunque no te miren a la cara, se paran contigo, intentando que sea la esperanza el bálsamo que alivie tu cara, a pesar de que la esperanza no llene tus arcas, no satisfaga el hambre, ni estime oportuno lanzar sonoro consuelo o levantar la mano que, herida, ni siquiera te alcanza.
A media mañana, entre pausa y calada, compensando vas la alegría eterna que corre detrás del ímpetu de tus "alocados" deseos escondidos en el ritmo frenético de Mozart, equilibrándolo con la realidad anegrada persiguiendo a la "Patética" de Tchaikovsky que palpa tu alma.
¿Dónde vas corriendo si quien te acompaña huyendo del miedo, atrás quedó batallando con la parálisis del que quiere y parece no poder? ¿Por dónde tiras para darle alcance al tiempo que necesita para elevar su cara y dejar que en ella rebote el viento? Abriendo senderos donde tu transitar se convierta en camino de bellas baldosas que lleven grabado aquello de "Si yo puedo, tú puedes" transformando, el ejemplo, en la única vocal donde la necedad de la palabra entera no intente obligarte o estime juzgarte.
¿Que no te acompañan? te acompañan, pero esperando andan a que des un paso detrás del otro, para llegar juntos hasta la línea del horizonte que tod@s compartimos y un poco más allá
¿Y si, por casualidad, yo hiciera lo mismo, y si dejara de andar y si estimara dejarme llevar corriente arriba, corriente abajo, por calles y callejuelas deseando encontrar la oportunidad de ser solo en la intimidad? ¡Cuánta comodidad, si no conociera la desembocadura de cada movimiento! Aplastado queda el momento, junto con el deseo de pausa en medio del cenicero, mientras sacudes la cabeza de los rizos salen los últimos humos que quisieron esconderse en el ánimo, a media mañana y reconoces que de pequeña, o más pequeña semilla guardada en el fondo de tu alma, pronta está por brotar la más hermosa de las primaveras, aunque el invierno sea duro, aunque sea el último invierno que tu veas, detrás viene la explosión que dará comienzo a un nuevo inicio.
Que no me viste, agazapada en el quicio de la ventana pero, te digo, detrás me he ido persiguiendo hasta los sueños que no crees puedas convertir en realidades perfectas. Guste o no guste o a pesar de que todo lo que te rodea no parezca creer ni en ti, ni en tus ideas. Las mías, las del otro y las del que, más allá, trocea la mañana entera, rompiendo tablas que le ayudan a vivir tomando corrientes favorables en medio de las tormentas.
Pues, si, al final, en realidad, no daría nada por ser deseo de permanecer allí donde me lleve la corriente por muy cómoda que ella parezca.