Vivencias de un enclaustrado (2)

Publicado el 19 marzo 2020 por Daniel Guerrero Bonet
Voy por el quinto día de cautiverio con mis altibajos de ánimo. En ocasiones me asalta el optimismo y me dedico a lo que todos: hacer como que hago cosas interesantes y creerme que aprovecho el tiempo. Es decir, escucho música, me enfrasco en la lectura de algún libro y veo los telediarios. Lo de empacharse de series y películas no es lo mío, por varios motivos: ni estoy suscrito a ninguna plataforma ni acostumbrado a ver televisión fuera de los horarios habituales, es decir, a partir del noticiero de las tres y los documentales subsiguientes o el telediario de las nueve y lo que venga después hasta más o menos la medianoche. El resto del tiempo, la caja tonta permanece apagada. Y durante este confinamiento mantengo la misma costumbre. ¿Qué hay que ver? O programas enlatados, películas ya vistas o una avalancha de malas noticias, acerca de una pandemia que está vaciando los asilos de manera inmisericorde, que te instala en el pesimismo más catastrofista.
Entre tanto, los aborregados con cualquier moda que consideran socialmente vistosa siguen aplaudiendo cada tarde mientras los ataúdes de ancianos salen por decenas de las residencias. Un seguidismo acrítico que recuerda a las masas enfervorizadas que aplaudían a Hitler o a Franco en el balcón de la Plaza de Oriente: hacían lo que creían que debían hacer para no destacar. ¿O es que sólo los sanitarios están realizando sacrificios para luchar contra la pandemia del coronavirus? Seguro que entre esos que, no sólo se rompen las manos sino que exigen a viva voz que todos lo hagan, está quien, en condiciones normales, se muestra violento ante una demora en su centro de salud, no consigue una baja o pretende que todo el sistema sanitario pivote sobre su caso en particular, sin discriminar por gravedad o priorizar emergencias. Incluso, el reacio a pagar impuestos que posibilitan la financiación de la sanidad pública y su personal. O el que prefiere la sanidad privada y ahora exige una atención pública inmediata, universal y sin ningún tipo de escasez. Pero, claro, es más fácil aplaudir.