Vivir

Publicado el 11 noviembre 2018 por Troncha
Hoy es lunes. Da igual que sea lunes. A las cinco cincuenta suena la alarma del móvil. Has abierto los ojos y te has sentado al borde de la cama. No quieres moverte. Hace tiempo que no tienes ganas de vivir. Te levantas y vas al cuarto de baño. Evitas mirarte al espejo. Te desnudas de espaldas a él. No quieres verte porque ya no te reconoces. Bajo el agua caliente relajas tus músculos. Te liberas. Sabes que es lo más cerca que estarás de la felicidad en todo el día. Has metido todas tus cosas en el bolso. Ya tienes el abrigo puesto. Abres la puerta y sales. Te detienes en el rellano. ¿Llevas todo? Las llaves, el móvil, el monedero. Parece que lo tienes todo. Tomas el ascensor y sales a la calle. Allí te asalta una duda. ¿Te has tomado la pastilla de la depresión? Tienes que volver a comprobarlo. La olvidaste. Otra vez en la calle. Te diriges hacia el metro. La gente camina rápido. Tú también, pero miras hacia abajo mientras lo haces. Qué graciosa, imita al abuelo- decían cuando eras niña. En el suelo ves un papel escrito a mano. No puedes evitar cogerlo. ¿Crees que son mensajes en una botella? ¿Qué alguno irá dirigido a ti? Los príncipes azules no existen. Pero siempre te agachas. La mayoría de las veces son listas de compra o anotaciones incompletas. Éste no. Te emocionas al leerlo. «Te espero mañana a las seis en C/ México, 66. No lo olvides». Doblas el papel cuidadosamente y lo guardas en el pequeño bolsillo interior del bolso. No quieres perderlo. En la oficina buscas la dirección en Internet. Joder. Hay que cruzar toda la ciudad para llegar hasta allí. Pero lo harás. Cada día. Porque no has querido ver que «mañana» podría haber sido ayer o anteayer o hace un año. Porque en la ciudad hay una calle del mismo nombre y en la Comunidad hay dos más.  Has empezado por la que está más lejos. ¿Te has dado cuenta? Ahora tienes algo por lo que vivir.