Vivir del Cuento

Por Alguien @algundia_alguna

Hace unos días, los cuentos infantiles han vuelto a ser noticia. Lo cierto es que las críticas vertidas sobre ciertos cuentos por la ministra Bibiana Aído no son ya nada nuevo. Que son sexistas porque «casi todas las historias colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva», como afirmó, era bien sabido. Que ellas son las que se preocupan por las tareas del hogar, también. Y que, muchas veces, encierran importantes dosis de violencia, tampoco nos extraña.

Eran otros tiempos en los que los estereotipos estaban marcadísimos y muchas de sus historias bebían de leyendas recuperadas, y la mitología no es que siempre sea muy amable, porque gusta de ser generosa en horrores. Pero siempre ha habido otro tipo de literatura infantil, aquella en la que floreció una divertida Gloria Fuertes y sus momias con catarro, sus dragones tragones, su hada acaramelada y aquella pareja de Don Pato y Don Pito que discutían por un güito.

Recuperar aquellos libros es una buena opción, más ahora que los libros están de feria, para agradar a los niños y divertir a los padres. Al final, un pedagogo como Gianni Rodari es difícil de olvidar, más si hablamos de sus magníficos “Cuentos escritos a máquina”. En ellos se encontraban desde divertidísimas aventuras, como la protagonizada por Marko y Mirko contra las bandas de los polvos de talco, a enfoques humanos tan reflexivos como “Me marcho con los gatos” por no hablar de ese padre que cada noche llama a su hija para leerle un relato en “Cuentos por teléfono“.

Otros grandes exponentes del género serían Maurice Sendak, del que hace relativamente poco se ha adaptado uno de sus cuentos al cine, “Donde viven los monstruos”, una deliciosa historia de amor alejada del mundo incomprensible de los adultos, y Arnold Lobel, capaz de impregnar cada libro con esa sabiduría infantil y la poética de las pequeñas cosas que a menudo se nos olvida. “Historias de ratones” o “Sapo y Sepo son amigos” son un claro ejemplo de ello.

También el superventas Geronimo Stilton, el ratón que ha vendido más de cinco millones de ejemplares en España, se vuelve hacia los clásicos en la colección “Grandes historias”, de la editorial Destino Infantil y Juvenil. De momento, se ha atrevido a narrar “La isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson, y este año promete volver con más.

Y sin tener que mirar al pasado, autores consagrados como Arturo Pérez Reverte y Mario Vargas Llosa se han embarcado en este género que a menudo se descuida a pesar de su importancia. La editorial Alfaguara infantil ha sacado una colección que promete con ‘Mi primer’ y sigue a esta frase el nombre de una pluma tan potente como las mencionadas. El primero nos cuenta, en “El pequeño hoplita”, la historia de los 300 espartanos que, liderados por Leónidas, defendieron la libertad en el 480 a.C, dando su vida en la Batalla de las Termópilas. El segundo, se decide por una bella y tierna historia de amor entre dos pequeños en “Fonchito y la luna”.

Para los más rebeldes, “Los indios no hacen ruido”, una reflexión sobre el ruido y su entorno de la mano de Ray Loriga. También el monologuista Luis Piedrahita divierte, con ciertas dosis de ironía que sólo pillarán los mayores, en “Diario de una pulga”, con la ventaja además de que éste se acompaña con el CD de “El carnaval de los animales”, de Camille Saint-Saëns, una deliciosa suite compuesta en 1886 gracias a la cual los niños se acercarán a la música clásica.

Si los mayores se mostraron entusiasmados con “Persépolis” o “Pollo con ciruelas”, por nombrar dos de las novelas gráficas de Marjane Satrapi, no lo harán menos leyendo a los niños “Ajdar” y “Los monstruos tienen miedo”. En el primero, la iraní trastocará a casi todos los habitantes de la Tierra, de modo que surgirán “osopientes”, “buhoseznos” o “gatogrejos”, pero una niña que se salva por estar saltando a la comba será la encargada de buscar una solución para que todo vuelva a la normalidad. Mientras, en el que es su segundo libro infantil, una pequeña descubrirá un remedio para no tener miedo a los monstruos.

Para acabar, la editorial Kóninos tiene en su haber una joya firmada por Jorge Luján, “Mi cuerpo y yo”, en la que los versos se transforman en imágenes de la ilustradora Isol, para aquellos que aún les cuesta prestar atención cuando hay mucha letra junta. La editorial Hiperión creó, en 1955, la colección Ajonjolí, al percatarse de que no existía ninguna en España dedicada íntegramente a editar poesía para niños.

Entre los libros escritos por jóvenes autores españoles, encontramos ciertas rarezas dignas de mención como “¿Qué está bien y qué está mal?” de Vladímir Mayakovski, hombre alto y grandote del que se cuenta que, un día, paseando por la calle, se encontró a unos niños que le dijeron: «Oiga, señor, ¿nos puede alcanzar un gorrión?» A lo que él contestó: «Y ¿no preferís un águila?».

Y dentro de nuestras fronteras, han prestado sus versos a la infancia novelistas como Fernando Aramburu (“El librillo”) o Juan Bonilla (“Multiplícate por cero” y “Los invisibles”), y poetas como Ángel García López, con “Historias de Macaena”, o el propio editor (“Disparatario” y “Con pies pero sin cabeza”)

Vivir del cuento.

Texto: Pilar Manzanares. 03.05.2010.