Para ser buenos cristianos es necesario vivir el Evangelio y aplicar los valores cristianos en el día a día. Mucha gente piensa que son buenos cristianos porque van a misa, porque hacen obras sociales y de caridad, porque siguen al pie de la letra lo que manda la Iglesia Católica, o porque aplican una religiosidad o espiritualidad a la carta.
Como cualquier sacerdote comprometido con el auténtico cristianismo le dirá, es necesario vivir el Evangelio en las obras diarias, dejando que Dios y las enseñanzas de Cristo ocupen el centro de la vida y el trabajo. No sirve hacer una obra de caridad y llevar tu vida al margen de las enseñanzas de Cristo.
Ser un buen cristiano va más allá de la misa diaria o dominical, consiste en aplicar en la vida diaria las lecciones que nos ofrece el cristianismo. Aquel que hace realidad los mandamientos de Cristo y sus enseñanzas: visitando al enfermo, ayudando a un familiar, siendo solidario con los demás, conduciéndose rectamente en la vida, trabajando con honestidad, compartiendo alegría, llevando esperanza a los demás, siendo verdaderamente humano, generoso y compasivo, encuentra a Dios y a Jesús antes que aquel que lo busca en el sagrario de la iglesia. Pues el ejercicio del cristianismo, la aplicación de los valores cristianos, nos conducen a seguir realmente el camino de Jesús. Esto sirve para el cristiano practicante y para el laico.
El compromiso espiritual es lo que importa, de ahí que el valor del cristianismo tome su verdadera dimensión con los conversos. Son las personas que viven en la realidad del mundo y los que se comprometen con los valores cristianos los que sirven al prójimo, los que dan testimonio vivo de la palabra de Dios, sin alharacas ni publicidad, los que trabajan para difundir los verdaderos valores cristianos en el ambiente en el que se mueven, los que permiten llevar a los demás la salvación que proporciona Cristo.
Los buenos cristianos son los comprometidos con los valores que nos enseñó Jesús a través de la familia, los niños, el trabajo, la vida social, los animales… Haciendo de la vida una misión activa de testimonio, de fe, de esperanza y de caridad.
La llamada de Jesucristo cuando dice “Sígueme” es una llamada a vivir cada día el compromiso con las lecciones cristianas, a hacer de Jesús el centro vital, alejando personalismos para encontrar el verdadero equilibrio espiritual y practicar el Evangelio a diario. Una vida honesta, que bien puede ser laica pero perfectamente cristiana, con objetivos comprometidos, una forma de vivir el Evangelio y de caminar por la vida y el mundo de modo eficaz. Hay muchas formas de comprometerse con los ideales cristianos, pero no debemos olvidar que el centro es Jesucristo, no nosotros. Este compromiso nos hace crecer como personas y como cristianos, nos permite compartir la alegría, la tristeza, ser optimistas y creativos, defender las causas que creemos merecen la pena. Es un camino espiritual en el que debemos practicar la caridad recíproca, huyendo de egoísmos individuales, en suma, ser testigos y vivir el Evangelio.