NO DESCUBRO NADA nuevo si digo que la Cañada Real se ha convertido en el problema social más complejo, difícil y urgente de resolver en Madrid. No debe ser fácil, desde luego que no, buscar una solución para este floreciente asentamiento ilegal de 15 kilómetros de extensión que discurre por varios términos municipales desde hace unos 40 años.
En los últimos meses el gobierno de Aguirre ha amagado con abordar el asunto, si bien la tramitación de la Ley corre ahora el riesgo de eternizarse. Y el motivo no es otro, una vez más, que Gallardón y Aguirre no se acaban de poner de acuerdo. Nada nuevo bajo el sol, si no fuera porque en la Cañada se está viviendo un drama humano que avergonzaría a cualquier país medianamente sensible.
A ver si nos entendemos. Aquí de lo que estamos hablando es de cientos de niños que malviven con sus familias entre ratas y basura y que carecen de servicios tan básicos como el agua o la luz. Y digo yo, ¿lo de la Cañada le importa de verdad a alguien?