Revista Cultura y Ocio

Vivir es fácil con los ojos cerrados, ¿o cerrar los ojos para vivir mejor?

Publicado el 25 febrero 2015 por María Bertoni
Vivir es fácil con los ojos cerrados, ¿o cerrar los ojos para vivir mejor?

La película de David Trueba fue un éxito en España.

Mañana jueves a las 19 en el Gaumont y el miércoles 4 de marzo a las 21.30 en la Universidad del Cine son los días y horarios que los organizadores de Espanoramas le asignaron a Vivir es fácil con los ojos cerrados, uno de los trece largometrajes promocionados como estrenos en el programa de la muestra de cine español que está teniendo lugar en la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, estas dos funciones constituyen la única oportunidad para que el público porteño conozca este trabajo de David Trueba, si nuestros distribuidores continúan ignorándolo a pesar del éxito alcanzado en la Madre Patria el año pasado: tras haber cosechado numerosos premios (entre ellos seis Goya), el film reventó la taquilla y fue elegido por la Academia de Cine española para competir por un lugar entre los nominados al próximo Oscar a la mejor producción de habla no-inglesa, cosa que finalmente no ocurrió.

Living is easy with eyes closed, misunderstanding all you see” (“Vivir es fácil con los ojos cerrados, entendiendo mal todo lo que ves”) sostenían Los Beatles a fines de los ’60 cuando cantaban ‘Strawberry fields for ever‘ de John Lennon. El verso inspiró el título de la película de Trueba, que por momentos parece querer pronunciarse sobre la pretendida conveniencia de cerrar los ojos ante una realidad adversa (en este punto, cabe aclarar que la historia relatada transcurre en plena dictadura franquista) y por momentos parece más concentrado en contar una fábula sobre las gratificaciones que la vida les depara a los espíritus nobles, tesoneros, coherentes, solidarios como los protagónicos Antonio, Belén, Juanjo y el secundario Ramón.

Vivir es fácil… está inspirada en un episodio de la vida de Juan Carrión, profesor de inglés que enseñaba el idioma con canciones de Lennon, y que llamó la atención de la prensa española bastante antes que la atención de Trueba. En 1967, el docente consiguió conocer personalmente al músico británico (lo buscó en Almería, donde rodaba Cómo gané la guerra) y, en el transcurso de la charla que duró media hora, lo convenció de acompañar sus discos con una copia impresa de las letras de los temas grabados.

Pocos actores tan idóneos como Javier Cámara para encarnar a este personaje absolutamente querible, de nombre Antonio en la película. Asimismo cabe reconocer el tino de haber elegido a los desconocidos -al menos por estos lares- Natalia de Molina, Francesc Colomer y Ramón Fontserè para interpretar a los mencionados Belén, Juanjo y Ramón. Sin dudas, el buen desempeño de estos y otros miembros del elenco (Jorge Sanz y Ariadna Gil por ejemplo) reduce la intensidad de los reparos que algunos espectadores sentimos ante un film que parece destinado a un público necesitado de historias complacientes, entre otras razones, porque el presente le resulta hostil.

El éxito que este largometraje obtuvo en su país de origen resulta entendible cuando situamos a ese tipo de audiencias en medio de una crisis severa como la que los españoles enfrentan hace tiempo. Desde esta perspectiva, resulta lógico que Trueba haya aludido con imágenes y parlamentos edulcorados a los tiempos de dictadura franquista, pues la recreación fiel de aquel pasado sombrío haría todavía más amargas la convivencia con un hoy alarmante y la sospecha de que existe un vínculo perverso entre ese ayer y la actualidad.

Al final de cuentas, el director parece promocionar la idea de que, efectivamente, es más fácil vivir con los ojos cerrados. Por lo pronto, el público puede hacer igual que él: concentrarse en los entretelones del encuentro de Carrión con Lennon (entretelones que admiten el relato de otras tres historias edificantes: la de Belén, la de Juanjo y la de Ramón), tanto como para no ver el incómodo contexto histórico, relegado a un aséptico segundísimo plano.

¿Cómo habría reaccionado John si, casi medio siglo después del lanzamiento de ‘Strawberry fields for ever’, se hubiera topado con una película sospechada de haber retomado uno de aquellos célebres versos para reducirlo a la consigna “Cerrar los ojos para vivir bien o mejor”? Quizás habría vuelto a cantar ‘Working class hero‘, en especial el verso dedicado al efecto narcótico de la televisión, aplicable a cierta clase de cine.


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