Revista Insólito

Vivir juntos, pero separados, ¿el secreto de la felicidad?

Publicado el 13 febrero 2018 por Blogger Freddy Arellano @bloggernota

Están en pareja, pero viven separados. No quieren convivir, pero desean una relación formal. La vida LAT ( Living Apart Together: vivir juntos, pero separados, en español), como se la conoce a nivel mundial, es una manera de encarar una relación sentimental donde la fidelidad y las casas separadas van de la mano.

“Los que siguen esta corriente parecen encontrar en ella el equilibrio necesario entre cuestiones relacionadas al hogar, al sexo y darse los espacios que necesitan, en el momento que los necesitan -explica la periodista Valeria Schapira, experta en relaciones para Match.com-. Esto no quiere decir que se vean poco, muchas veces sucede que terminan teniendo más contacto, físico inclusive, que quienes siguen la estructura clásica de vivir bajo el mismo techo. Eso sí, aseguran que el tiempo que pasan juntos suele ser de mayor calidad”.

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Sin duda, parece responder a un cambio de época. “Es una tendencia que crece cada vez más”, reflexiona el psicólogo y escritor Sebastián Girona. Es una alternativa para personas a quienes la forma de convivencia tradicional no les brindó los mejores resultados. Este tipo de relaciones, muchas veces, se plantean como algo mixto. La pareja puede quedarse a dormir el fin de semana, pero sin instalarse.

Girona, autor del libro No te aguanto más, lo separa en dos grupos: “Los mayores de 50, que ya tuvieron experiencia en el concubinato, y las parejas de 30, que plantean así el nuevo vínculo desde el primer momento. Son los que ni siquiera evalúan pasar por la convivencia clásica”.

El caso de Juan Solís, de 29 años, y su novia Micaela, de 28, es un claro ejemplo. Llevan nueve años juntos. Uno vive en Soldati y el otro, en Belgrano. Hace un tiempo tuvieron la experiencia de convivir en el exterior durante 18 meses y cuando volvieron estaba la idea de vivir juntos, pero aún no lo concretaron “por miedo al ahogo. La convivencia fue perfecta, funcionamos mejor juntos”, dice Juan. Hoy, sin embargo, sólo comparten tres días a la semana en la casa de él o en la de ella. Tienen lo mínimo en el departamento del otro: un poco de ropa, algún calzado y el cepillo de dientes.

Brenda García, en cambio, a sus 55 años ya tiene tres convivencias en su haber. En esta oportunidad optó por vivir con cama afuera. Cada uno con sus tiempos y sus cosas. “Creo que en esta etapa de mi vida me funciona, además, porque estoy bien económicamente. Esto que hacemos era impensado a mis veintipico. Hoy se conjugaron varias cosas. Los dos venimos de otras relaciones donde la convivencia fue difícil, no queremos abandonar nuestros espacios y, sin embargo, podemos dormir juntos algunos días de la semana. Nos cierra por todos lados, ya hace cuatro años que vivimos así”, cuenta Brenda, diseñadora gráfica.

El psicólogo Pablo Natchtigall atiende en su consultorio a parejas que eligen vivir así. “Cada una es un universo, más allá de las creencias y los mandatos que se tengan. Cuando hay hijos de por medio, por ejemplo, el desafío de construir una familia ensamblada puede ser complejo. Cambia la dinámica. Ya no es lo mismo. Cuando tenés hijos hay otros factores que son clave. Cada uno trae su propia manera de hacer las cosas, y lo económico también puede generar lío”, explica el autor de El equilibrio perfecto: entre tu vida personal y profesional.

Andrea Ferrari tiene 34 años y hace siete que está en pareja. Durante este tiempo pasaron por distintas maneras de estar juntos. Convivieron tres años, no funcionó, y decidieron no cortar la relación, pero sí la vida bajo el mismo techo. Su proyecto ahora continúa con el casamiento, a fines de este año. Una vez casados vivirán en un lugar nuevo, para no estar condicionados desde el espacio físico. “Creíamos que teníamos que buscar un nuevo hogar, que ninguno se limite y piense que es un invitado. Empezar de nuevo, pensamos que esta vez con un compromiso formal pondremos otras cosas sobre la mesa”, se entusiasma Andrea.

“Es interesante pensar los contratos de cada pareja -destaca Girona-. Cada uno es particular. Puede ser que una de las cláusulas sea mantener la individualidad. Sostenido en el tiempo, podría mostrarse como una forma nueva de estar en pareja”. Sin embargo, el especialista aclara que detrás de esto y, especialmente en los jóvenes, puede esconderse una forma de narcisismo, la necesidad de controlar todo. “Puede ser un narcisismo excesivo disfrazado de pareja moderna” cuestiona.

Una pareja, dos hogares. Con tantas variantes como relaciones, no hay nada absoluto, pero sí una decisión de por medio: evitar la convivencia y así poder hacerle frente al desgaste cotidiano. Parecen encontrar el equilibrio entre el hogar, el sexo y sus espacios individuales”, reflexiona Schapira.

Están los de 50, que ya tienen experiencia en la convivencia, y los de 30, que ni se plantean vivir juntos”, dice Girona.

Fuente: clarin


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