Vivir la vida

Por Conmdemamá @CONMDEMAMI

Esta tarde hablaba con un gran amigo sobre la capacidad de emocionarnos. Ambos coincidimos en ser dos personas que vivimos intensamente todo. Lo damos todo en cualquier situación.
Yo soy de lágrima fácil, de risa fácil, de carcajada con lágrimas. Soy intensa. En todo. Con todo. Si empiezo algo, lo hago con la fuerza propia de quien empieza el proyecto de su vida, aunque sea una simpleza, aunque lo deje a mitad, aunque lo retome años después. Cuando estoy en algo estoy al 200%. Cuando estoy con alguien, ídem.
Que la vida son dos días y hay que aprovechar cada momento es algo que cansa de tanto que nos lo venden, pero es la pura realidad. Hoy estás. Mañana quién sabe. Hoy están, mañana quizás no.
A cada persona que adopto en mi corazón la quiero porque sí, por lo que me aporta y lo que me deja aportarle. Si en algún momento desaparece, me quedo con lo bonito, porque me entregué del todo, porque lo hice porque quise y porque no sé hacerlo diferente.
Soy una soñadora nata. Tengo muchos sueños que comparto con mi yo niña, con mi yo adolescente, otros que van apareciendo conforme crezco, maduro y me hago vieja. Otros que se han cumplido, otros que jamás verán la luz pero en los que me dejo el alma como si alguna vez fueran a ser realidad.
Soy madre 24 horas incluso no estando con ellos, respetando mis momentos y los suyos. Soy amiga, amante y muchas cosas más siempre al máximo de mi capacidad. Demasiado intensa para quien sea de emociones frágiles o cómodas. Puede ser. No concibo sentir de otra manera.
Empiezo mil historias, me dejo la piel mil veces. Conozco a mil personas y me dejo el corazón mil veces. No creo que esto desgaste, más bien al contrario, es cíclico, me da la vida. Es vida. La mía.
No concibo mi día a día sin emocionarme en varios momentos, por diferentes razones, con distintas circunstancias. Quizás soy excesivamente vital. Tal vez.
Vivo intensamente. Sueño intensamente. Siento intensamente. Siempre.
Estoy demasiado viva por dentro como para dejar morir lentamente mis ganas de comerme el mundo. No sería yo. Sería otra. Mucho menos intensa, sí, y mucho menos viva.
Y mucho menos yo.