Vivir para leer

Publicado el 21 enero 2021 por Mora Fandos @Morafandos

La impresionante biografía de Dostoievsky de Joseph Frank me la leí en los meses del confinamiento más estricto. Recuerdo muchas cosas, y con el tiempo he ido sacando algunas conclusiones. Una es que el universo de personajes, tramas, conflictos, dudas y convicciones que se expande en sus novelas hubiera sido imposible sin aquella intensa vida de interacción del autor. Ya sé que es un asunto debatible, con interesantes contraejemplos, pero no voy a entrar ahí. Lo que me ha hecho rumiar sobre este asunto es un párrafo de Alasdair MacIntyre en Animales racionales dependientes, donde señala que el conocimiento que en la vida cotidiana conjeturamos de las intenciones de los otros, es un asunto de nuestra capacidad de responder simpática y empáticamente; pero esta capacidad solo se desarrolla mediante nuestra interacción. Una interacción constante e implicada en la convivencia cotidiana. Atenta y delicada. Tantas veces doliente. Con luces en la penumbra. Contribución necesaria para ser lectores logrados, y ponernos en el lugar del otro y rellenar los huecos que el escritor ha dejado para nuestra cooperación. Pero sin interacción implicada en la convivencia, no puede haber lectores logrados.

Sospecho que la devaluación y dificultad actuales de la presencia tienen algo que decir en el marchitamiento de la lectura que se nota entre jóvenes. Sin exposición al rostro del otro no hay interacción profunda y tantos lectores ya no llegarán al alto riesgo de la literatura y ni a su ganancia. Apasionantes retos, entonces.   

Hola, esto es lo que hay