Vivir plenamente es estar siempre en tierra de nadie

Por Emmaamme

Vivir plenamente es no ser de nadie, de nada y de ningún lugar, ni siquiera de ti mismo. Es un vuelo en libertad donde tus alas son guiadas por cada uno de tus sentidos, donde tu mirada se desvanece en la inmensidad de la eternidad y donde tus mejillas son acariciadas por la intensidad de tus latidos.

Vivir plenamente es arriesgarse a perderlo todo aún a sabiendas que nada te pertenece, es saltar a un vacío en el que puedes ahogarte en tus desvaríos, en tus sinsentidos, en unas lágrimas que suspiran por ser queridas, es ponerte una venda en los ojos y empezar a caminar con la sinfonía de tu corazón.

Sin control, sin esperanzas, sin planes, sin futuros y sin mañanas. Mirar al sol y permitir que te queme sin protección. Bañarse en alta mar dejándote arrastrar por su fuerza, por su tempestad, por su furia y por su tranquilidad. Arrodillarte ante tu propia Presencia y rendirle culto, por lo bien parida que ha sido, que Es y que será. Beberte tus pasiones de un sólo trago. Arrancarte los miedos de cuajo.

¿Qué es la Vida si no un viaje hacia ninguna parte?

Ella te ofrece infinitas experiencias para que elijas las que más prefieras, para que les des forma, para que las crees y recrees a tu antojo, para que les chupas toda su sangre y te alimentes de ella, para que tu memoria no se pierda en el olvido, para que tus recuerdos no se queden sin existencias.

Ahora me doy cuenta que las estrellas que más brillan son las que tú vas a buscar a ese cielo que te habita Dentro. Ahora me doy cuenta que si sigo respirando es porque quiero y no porque lo necesite, que si abro los ojos es para Ver y no para quedarme ciega, que si Amo no es para que me amen sino para manifestar quién Soy y que si no lo hago, reviento y conmigo, el Universo entero.

Ahora, AHORA, es cuando “me doy cuenta de”. Sólo Ahora lo puedo hacer…

¿Alguna vez te has preguntado qué sería de Ti sin ti? Queremos ser otros. Queremos otra familia, otra casa, otro trabajo, otra pareja, otros amigos, otros pensamientos, otra manera de sentir. No nos valoramos. No nos creemos dignos ni “orgullosos”. No nos admiramos. No nos enamoramos de nuestro reflejo cuando es el único que siempre estará a nuestro lado, el que nunca nos abandonará. Pero cada vez que nos miramos nos escupimos, nos vomitamos pestes en lugar de perfumarnos con halagos. No queremos ser quienes somos porque nos creemos que no somos nadie. Y por mucho que cambiemos, por mucho que nos disfracemos, por mucho que nos maquillemos, seguiremos siendo nadie porque “ser alguien” es una ofensa para nuestro Ser, para un Ser sin nombre, sin adjetivos, sin posesiones, sin conceptos y sin definiciones.

Esa persona de la que tanto huyes es la que te permite disfrutar de la sonrisa de un bebé, de la belleza de un amanecer, del baile de silencios que se produce cuando dos almas enamoradas se encuentran, de la incondicionalidad de un animal al que etiquetamos de “compañía”, de una lluvia de verano calándote hondo en tu guarida, de la pasión de dos cuerpos que se desnudan con la mirada, del beso de buenos días, de la cuchara de buenas noches, de una brisa cualquiera abrazando un instante que no quieres que se acabe, de un simple suspiro al viento, de un auténtico “Te Quiero”.

¿Qué sería de Ti sin ti? 

La Vida, que no se plantea para qué está viva, de dónde viene ni a dónde irá. La gran desconocida por la que muchos pasan sin advertirla. Pretenden dominarla, pretenden salvarla, pretenden conquistarla, arrebatarla, suicidarla, matarla, aniquilarla, resucitarla, meditarla… Qué engreídos somos los humanos, creyendo que podemos si quiera rozarla con nuestros sueños de dormidos queriendo despertarnos de una ilusión manipulada. Qué inocentes personajes creyéndonos los protagonistas de una película que jamás ha sido filmada. 

¡Decirle a la Vida cómo tiene que ser vivida! ¡Menuda osadía! Cuanta humildad nos falta todavía…

Vivir plenamente es estar siempre en Tierra de Nadie, en ese espacio donde todo es posible, donde conviven todos tus temores y todas tus fantasías, donde unos labios te pueden dejar sin aliento y una voz enloquecer al oasis de tu desierto, donde no pisas ni con garbo ni sin él, donde tus pies descalzan cada paso que das y cada piedra con la que tropiezas, donde el dolor es perfilado con las plumas del placer y las subidas de frecuencia entonan cada jadeo de tu piel.

¿Quién soy yo para adueñarme de aquello que no puede morir, de lo que no tuvo un principio ni es conocedor de un fin?

¿Quién soy yo para no vivirme, para no gozarme, para no extasiarme, para no deleitarme, para no saborearme, para no Sentirme y para no Amarme? ¿Quién…? Nadie. Nadie Soy.


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