Las campañas de Vlad III contra los turcos fueron de una extraordinaria brutalidad, aunque éstos tampoco eran clementes con quienes se les resistían. En 1459, Mehmet II envió una embajada para reclamar un tributo de 10.000 ducados y 300 muchachitos. La respuesta del Empalador fue clavar los turbantes de los embajadores en sus cabezas, pretextando que le habían faltado al respeto al no descubrirse para saludarle. En 1461, los turcos le ofrecieron conversaciones de paz, pero en realidad pretendían tenderle una emboscada. Vlad respondió con una incursión devastadora en los dominios turcos al sur del Danubio. En enero de 1462 escribió a Matías Corvino explicándole que había cortado 24.000 cabezas -ellos sin contar a quienes habían muerto en el incendio de las casas-. Para demostrar la veracidad de sus palabras aportaba sacos enteros llenos de narices y orejas cortadas. En realidad, y como reconocía el propio Empalador, la mayoría de las victimas eran simples campesinos: cristianos serbios y búlgaros sometidos a los turcos.
En la primavera de 1462, Mehmet II reunió un ejército de 90.000 hombres y avanzó sobre Valaquia. Vlad disponía de unos 30.000 guerreros y optó por acosar a los turcos con ataques nocturnos, guerra de guerrillas y tácticas de tierra quemada. El propio Vlad se infiltraba en los campamentos otomanos aprovechando que había aprendido el idioma turco cuando fue rehén de Murad II. También utilizó el terror: empaló a 23.000 prisioneros con sus familias en la ruta del enemigo. El sultán, horrorizado, debió de preguntarse si el autor de aquellas atrocidades era realmente el mismo Vlad con el que jugaba cuando eran niños.
La victoria final de los turcos no se debió a su ejército, si no a la defección de los boyardos valacos, pues Radu, el hermanastro del Empalador, les garantizó que les devolvería sus privilegios. Radu también supo atraerse a otras minorías e incluso a parte de la población rumana, harta de los métodos sanguinarios de Vlad. Además Matías Corvino deseaba una tregua con el sultán. Vlad ofreció una encarnizada resistencia a los turcos y a los nobles congregados en torno a Radu, pero terminó acorralado y sin un céntimo. El 26 de noviembre de 1462 fue apresado por Matías Corvino mientras negociaba con él para conseguir dinero y tropas.
Vlad permaneció poco tiempo en el calabozo, pues su influyente primo Esteban III de Moldavia intercedió en su favor. Matías Corvino acabó casandolo con su prima Ilona Szilágyi hacia 1466, pero lo retuvo con él durante doce años. Mientras tanto, intrigas y traiciones continuaban siendo moneda normal en Valaquia. Esteban de Moldavia expulsó de este territorio a Radu, pero no devolvió el trono a su primo Vlad, sino que que colocó en el poder a un nuevo voivoda, Basarab Laiota. Éste, escasamente agradecido a su protector, negoció enseguida con los turcos para sacudirse el vasallaje moldavo. Así las cosas, cuando Radu murió de sífilis en 1475, Matías Corvino liberó al Empalador para que recuperase Valaquia en beneficio de Hungría.
En noviembre de 1476, Vlad derrotó a Basarab y recuperó el poder. Pero por muy poco tiempo, pues Basarab regresó con tropas otomanas y Vlad murió luchando contra los turcos en diciembre de 1476. Su cabeza fue enviada a Constantinopla para exhibirla y disipar así el terror que inspiraba su nombre. Terminaba la historia de Vlad III Tepes y comenzaba la leyenda de Drácula.
La historia sigue en La Tumba y Los Cárpatos, nos vemos en la siguiente entrada.