Vocación, bendita vocación

Publicado el 10 mayo 2017 por Sofiatura
No hombre, no la religiosa, sino la otra. Ésa, sí, la profesional.
Hace unos años hablé de la vocación que se necesita para estudiar filología. Como cualquier otra cosa en la vida, hay que estar seguro de lo que se quiere. Y de que se puede, que no siempre es lo mismo.
Hace unas semanas también comentaba que me iba de prácticas a un instituto a dar clases. Sí, ser profe de secundaria a día de hoy es toda una hazaña por diversos motivos: sufrir (porque no hay otro verbo que lo describa mejor) las oposiciones, estar al pie del cañón para dar la talla en una sociedad que cada vez exige más a los educadores, superar las trabas administrativas, desechar las metodologías pasadas de moda, estar al tanto de las nuevas tecnologías... En fin, que pare usted de contar.

Sé lo que estás pensando, y no: Edna Krabappel no es
el tipo de profesora que espero ser 👧.


En este período, entre otras muchas cosas, me he puesto y me han puesto a prueba. Estar al otro lado de la clase ha sido algo así como cuando te dan una muestra de un producto en el súper. Esto es nada más un trocito del pastel que te puedes llevar a casa solo si estás absolutamente convencido de que te gusta y de que te lo comerás.
Pues lo mismo pasa con ser profe. A pesar de que el tiempo se me hizo corto, la intensidad de lo que aprendí fue suficiente para descubrir que, especialmente en esta profesión, se necesitan muchas ganas, mucha seguridad, energía, paciencia, entusiasmo. Vocación, que le llaman.Así que, durante y después de las prácticas pude respirar aliviada al comprobar que mis sentimientos tenían precisamente el nombre de esa palabra. Que, por fortuna, la vocación había llamado a mi puerta y yo la había recibido con los brazos abiertos.

Por supuesto, no todo fue bonito e idílico. También pude entender que la docencia tiene sus complicaciones, sus puntos negativos. Los adolescentes son difíciles, hay días que es imposible mantener la apatía a raya, se producen faltas de respeto, muchas veces las cosas no salen como quieres... Después está el funcionamiento del centro, el adaptarte a un sistema con el que puedes no estar de acuerdo, lidiar por mantener un equilibrio en tus relaciones con compañeros, padres, departamentos, y no siempre conseguirlo. Por no hablar de la dificultad de obtener una plaza fija si te quieres meter en el ámbito público y las pocas oportunidades de prosperar en lo privado o por tu cuenta, siendo autónomo. El etcétera da para mucho. 
Así que, después de poner en una balanza lo estupendo, lo bueno, lo regular y lo malo de ser profesora, he tomado la decisión tajante de que quiero dedicarme la enseñanza. No me importa tanto el dónde, el cuándo, sino más bien el cómo y el porqué. Y la razón de esto es que, como  vi por ahí en una de esas frases típicas de internet, la felicidad está en querer lo que uno hace. Qué ganas de que así sea.

Publicado el 10/5/2017