Mientras quitabamos malas hierbas y nos acercabamos al intenso olor maloliente de las santolinas, Nadine movía con sus manos la hierbabuena que a unos metros se encontraba. De esa manera, nuestros orificios nasales, cambiaban a un olor maravilloso que contrarrestaba el otro aroma. Pilar, la más lista de las tres, se puso en la orejilla una ramita de hierbabuena, de esa manera podía trabajar más alegre con la nariz puesta en la ramilla verde.
Después de este trabajo que nos llevó bastante rato, nos pusimos Patricia y Pilar a colocar geotextil y yo a quitar malas hierbas. En estos momentos, en el que estaba con la azadilla golpeando a las dichosas "malas hierbas", pensaba: el trabajo de jardinero no está bien valorado. Es un trabajo duro, a veces aburrido, a veces más entretenido, pero además en condiciones de clima difíciles. Y no cualquiera puede hacerlo. Para ello se necesita cierta sensibilidad, ganas e interés. Estas hierbas no deseables en el jardín ( no por no ser bellas, sino porque son totalmente adventicias y no han sido escogidas para plantarlas), hay que quitarlas de raíz, y estoy segura que una persona cualquiera no cualificada lo haría de cualquier manera.
Al finalizar el trabajo, nuestra recompensa fue una copiosa comida, compartida, puesto que Pilar trajo ensalada de pasta, Nadine gazpacho, Patricia sandwich de diversos ingredientes, Javi (novio de Nadine) unas verduritas a la plancha y pollo con patatillas, con unos panes deliciosos de semillas, pasas, etc. Ese rato fue muy divertido, en el que nos reimos en compañia de las hijas del cliente, los perros, los compañeros y los amigos.
Al terminar eran las 5 de la tarde y dispuestas a recoger, realicé mi personal recorrido, en busca de momentos y sensaciones. El jardín en realidad es una explosión de color, lleno de movimiento, sonidos, y olores.
La cabañita de mimbre con esas puntas verdes, queriendo ascender al cielo. Escondrijo de algunos animalillos.
La lavanda que se eleva sobre el suelo, y que atrae a los insectos, abejas, mariposas, y a mi, por supuesto también.
Es increible, de repente un pequeño momento al lado de las florecillas moradas de la lavanda y el sonido de los abejorros sobre ellas, y el vuelo de las mariposas, increible. Una historia más que contar.
Y por fin las vivaces, con tanto cuidado escogidos por mi amiga Nadine, ya floreciendo, y queriendo llamar la atención de los visitantes.
El jardín es el reflejo de lo que mi amiga Nadine es, sus inquietudes, sus intereses, su ambición por descubrir. Cada día que voy es un jardín distinto, más amable y más acogedor. Con colores y texturas increibles, con formas y flores maravillosas. También arboles acompañan al espacio, pero permiten que el cielo azul, luminoso sea una ventana al universo, que hace que el espacio sea más espectacular y más grandioso.