Lo cierto, es que en todas las ocasiones se me para el corazón y de alguna manera, se me corta la respiración. Y en ese preciso instante en el que el no tengo aire, y mi corazón de alguna manera deja de latir; es cuando, mis pies, flotan, dos metros por encima del suelo y me siento viva. Sí, cuando creo que eres tú el que camina justo delante de mí, con tu camisa blanca y el jersey en la mano. O el que me mira de reojo desde una terraza, con ese jersey de cuello extraño y ese tupé. O al que adelanto, justo cuando avanzo a paso ligero, con esa camisa rosa vaquera, o esos náuticos marrones con el jersey anudado a la cintura, como sabes que tanto odio. O el que lleva ese libro bajo el brazo y espera en la puerta de un cine, haciéndose el interesante por leer a un escritor famoso. O el chico que su nuevo corte de pelo que marcando tendencia, siembra el detalle en los demás. Pero siempre detrás de esa nueva barba, que oculta todos tus anteriores "tús". Y quien sabe si algún que otro yo. Viva, es curioso. Sí, justo cuando más la borde de la muerte estoy. Cuando el hecho de tener casi a un paro cardiaco, sólo depende de la siguiente exhalación. Y es que, desde hace algún tiempo, tengo la necesidad de vivir al límite, y eso hago. Malviviendo en mi día a día, pero bienviviendo al limite a los ojos de los demás, con agendas y demasiada vida social que me pregunta cuándo tengo tiempo para mí. Conviviendo, pero desviviendo en mí. Sobreviviendo, sin revivir historias pasadas, y viviendo sin más. Sin más pretensión que esa... vivir. Y en esta obsesión por vivir, lleno tanto mi agenda, que hago que mi vida se convierta en un ir y venir tan deprisa, que me olvido lo que es la vida, porque pasa delante de mis ojos como un vagón de metro que se va justo al llegar al andén.
Mientras, entre tanta intensidad, saco los detalles que me hacen ser un poco más persona. Esos detalles que de alguna manera me recuerdan que tú ya no estás; y que lo bueno, es que yo ,sigo estando aquí, mejor aún si cabe.