Voluntad pura

Por David Porcel
Puede definirse la técnica como el paso de lo necesario a lo posible. Por la técnica el mundo se pobla de mundos posibles, construidos, elegibles. La técnica, con sus artefactos, obras, construcciones, narraciones, símbolos, va apartándonos de lo necesario y proveyéndonos de nuevas posibilidades, que, montadas sobre otras, conforman mundos cada vez más alejados de la tierra que nos engendró. No voy a hacer una historia de la técnica, recreando las diferentes etapas de posibilitación (y es que el tema solo me interesa a medias) Tan sólo advertir el aspecto común que tienen el período en la que el hombre se lanzó a conquistar el espacio y el tiempo, con sus medios veloces de transporte y locomoción, y el período en el que pretendió revolucionar la comunicación, con los cableados, los chips y lenguajes artificiales. Si la primera nos alejó para siempre de la necesidad de nuestras piernas para desplazarnos, la segunda nos apartó de la proximidad y de la necesidad del contacto para comunicarnos. Ahora, con la investigación en biotecnología e ingeniería genética, nuevas técnicas se lanzan a la conquista de nuevos mundos posibles. Por ejemplo, según el recién publicado El útero artificial, el biólogo y filósofo Henri Atlan asegura que en poco más de medio siglo la mujer podrá elegir dar a luz a su hijo o dejar a la máquina que haga ese trabajo. La primera maternidad entrará también en el reino de lo posible, dejando de ser necesarios el parto y el alumbramiento, y quien sabe si, con el tiempo, también desaparecerán la necesidad del dolor, de la enfermedad o de la descomposición. Un mundo totalmente técnico, domeñable por la Voluntad, se alzaría ante nosotros. Todo sería elegible y a nada estaríamos atados. Seríamos solo Voluntad, nada más y nada menos.
Pura quimera.