Esta mañana, hace apenas un par de horas, estaba en el Hospital General esperando a que nos llamaran.
Durante la espera no he podido evitar recordar los malos días que pasamos cuando cangrejín todavía era bebecangrejo. Es algo de lo que nunca he hablado aquí, quizás era mi forma de negarlo, de hacer como que no estaba pasando, que todo iba a estar bien. Pero lo cierto es que aquellos meses fueron duros y nos desgastaron bastante.
Al final, todo estaba bien, a pesar del miedo que nos metieron en el cuerpo y que, después, siempre ha estado ahí subyacente, dispuesto a saltar con cualquier tontería.
Ahora, dos años después, mientras espero a que nos reciba el otorrino, ese miedo ha vuelto a dar señales de vida, más por incertidumbre que por otra cosa, pero sobre todo porque a la mente no hay quien la detenga cuando se pone a imaginar.
El tema es que cangrejiín no habla, dice alguna palabras, pero ya está, y en el colegio pues lo han llevado a la psicóloga, aunque el pediatra también me dijo que si no hablaba pues empezaríamos otra turné de especialistas para ver que le pasa.
Antes de entrar me he acordado de mis compañeros y compañeras blogguers que han pasado y pasan por cosas peores, incluso por lo que nadie debería pasar. Y claro, en comparación esto no es más que la visita a un médico, debía estar tranquilo.
Después he entrado a la consulta, y a pesar de que nos ha mandado unas pruebas concretas, ya me ha dicho que de oído no tiene nada. También nos ha dicho que por allí pasan muchos niños, alguno tienen problemas y otros no, que después lo mirarán de otra cosa, pero al final, será que cada niño tiene su ritmo, pero que vivimos en un mundo que cualquier persona que no está en los límites "normales" hay que estudiarlo.
Así que a esperar que no tengamos que someterle a demasiadas pruebas, aunque el lo lleva bien, hoy casi le desmonta la consulta, ha sido como un juego nuevo, somos nosotros los que llevamos la mochila puesta.