‘Volver a las trincheras’

Publicado el 11 mayo 2016 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

There’s a valley in Spain called Jarama / It’s a place that we all know so well…” cantaba Woody Guthrie, con su guitarra ‘matafascistas’. La batalla del Jarama (6-27 de febrero de 1937) terminó en un empate sangriento que perduró en la memoria de los internacionales anglosajones y dejó en los campos del frente una inmensa huella material. Proyectiles, armas, equipos y cadáveres quedaron semienterrados hasta que los agricultores volvieron a cultivar la tierra. En la posguerra del hambre y la victoria, la metralla alimentó a algunas familias de los pueblos del valle, como la de Goyo Salcedo. Ya jubilado, Salcedo desenterró con su detector miles de balas, proyectiles de morteros, bayonetas, máscaras de gas, latas de comida, esqueletos de fusiles… y creó en Morata de Tajuña un museo único.

Su visita es más que recomendable, pero tras leer ‘Volver a las trincheras’ sé que estos objetos quedaron separados del relato de la batalla. Sin el rescate arqueológico de su contexto, su microhistoria se ha perdido para siempre. Es una de las lecciones inolvidables del gran libro que ha escrito Alfredo González Ruibal, la primera historia arqueólogica de la Guerra Civil.  Con su pequeño equipo, el autor, uno de los mayores expertos mundiales en Arqueología contemporánea, lleva lustros leyendo el paisaje de batallas olvidadas, buscando en fortines, trincheras y parideras piezas que narran decenas de historias fascinantes. Fragmentos de granadas que cuentan golpes de mano, uniformes ocultos que delatan deserciones con final inexplicable, frascos de vitaminas que hablan de la mala alimentación.

Soldados republicanos escribiendo cartas

Esta historia material no cambiará el gran relato del conflicto, pero certifica su carácter preindustrial, arcaico, pobre. Una guerra de campesinos donde las armas modernas fueron siempre una excepción. Una guerra cruel. Porque la arqueología de la guerra civil se hace en las trincheras y en las fosas comunes, centenares de heridas abiertas donde familias enteras fueron arrojadas a la muerte como animales. “No se mata igual en el norte que en el sur, en las ciudades que en los campos (…) no matan igual los fascistas que los comunistas, el Estado y las milicias”. Los muertos de los vencedores se rescataron tras la victoria. Los de los vencidos, no. Que padres cuyos hijos son hoy abuelos sigan ‘comiendo tierra’ es la prueba indiscutible de que ochenta años después aún carecemos de un relato común de la peor de nuestras guerras.

‘Volver a las trincheras’. Alfredo González Ruibal. Alianza. Madrid, 2016. 352 páginas, 22,50 euros.