aprovechando las jornadas de puertas abiertas, me animé a visitar el que fuera mi colegio durante 14 años, ¡y menudo viaje en el tiempo!
hacía varios lustros que no recorría tus pasillos, y en muchos de tus rincones volví a sentirme como en casa. otros me hicieron sentir una extraña, más que los nuevos, las modificaciones de los viejos espacios que yo recordaba. pero bueno, te lo perdono porque todos hemos renovado por dentro algunos habitáculos en estos años… ¡y eso siempre es bueno!
entrar en el antiguo gimnasio fue un auténtico viaje en el tiempo. verme de nuevo las caras con el potro me devolvió el escalofrío al cuerpo. ¿Cuántos más por aquí que nunca fuisteis capaces de saltar el potro? ¿Para cuántos de vosotros «El Logro» (así con mayúsculas) fue quedaros sentados a horcajadas, en lugar de volcada sobre él cual trapo, como solía ser habitual? Seguro que no somos legión, pero decidme que no estoy sola en esto…
otra vuelta al pasado fue entrar en la capilla y ver a la misma monja que me preparó a mi, allí con los niños que harán la comunión este año, haciendo el mismo ensayo que hiciéramos nosotros, igual. como si el tiempo se hubiera detenido, especialmente para ella, que aún estoy por averiguar si duerme en formol, porque lo de su piel no es humano.
y el culmen, la última parada de la visita y para mi un momentazo, fue volver a la biblioteca, porque siempre me encantó aventurarme en su doble altura, con su escalera de madera… y eso que han modernizado (mutilado) parte convirtiéndola en una anodina sala de lectura multiusos, haciendo que pierda su empaque global de antaño. pero bueno, dando la espalda a ese parche, me volvía a ver en uniforme buscando entre los libros de «elige tu propia aventura» tan feliz.
volver a mi cole ha sido uno de los aprendizajes de este año, porque me ha enseñado a recordar cómo veía el mundo en aquellos maravillosos años, y eso me va a venir muy bien, también, como madre.
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