La propiedad de los medios por parte de la burguesía occidental es el caldo de cultivo propicio para legitimar los estratos de la desigualdad.
Mientras los políticos dicen en sus tribunas lo que la gente quiere oír, los medios deben decir aquello que las élites evitan pronunciar. Esta dialéctica por el esclarecimiento de la verdad entre los unos, los elegidos, y los otros, los intermediarios de la sociedad civil, es la batalla que debe reinar en los campos de la democracia. Cuando las corrientes del dinero y el poder controlan las líneas editoriales del altavoz social, el tejido de la libertad comienza a mostrar sus primeros síntomas de debilidad.
La propiedad de los medios por parte de la burguesía occidental es el caldo de cultivo propicio para legitimar los estratos de la desigualdad. Gracias al monopolio del discurso civil, las élites tóxicas del poder consiguen justificar por medio de la propaganda y la publicidad sus políticas más depredadoras de la pobreza y el bienestar.
La censura clandestina, tal y como se conoce en los foros sociológicos de la crítica mediática, a la práctica de algunos medios de filtrar y no publicar todo aquello que contradiga su línea editorial, pone en evidencia a una cultura manipulada, falsa, carente de espontaneidad y opuesta a la verdad.
La suma de perspectivas, en palabras de Gasset, es el resultado de una entidad abstracta llamada veracidad. La dialéctica del conocimiento tiene como fin la búsqueda de la verdad informativa mediante el desgaste de las fricciones ideológicas. Solamente a través del debate y la controversia formal enriquecemos los pilares de la verdad. Sin debate y sin oposición descendemos a los sótanos de la censura y la manipulación. En la España de hoy, el cierre de varios medios de comunicación y el control de RTVE por decreto de Rajoy nos sitúa en las jaulas de un país al servicio de las corrientes económicas y el poder.
Los tiempos de Urdaci vuelven a ser noticia ante la intromisión del poder en los laberintos de la libertad
Desde la sociedad civil debemos recuperar el discurso crítico de ayer. La ostentación de poder por parte de los medios no debe debilitar los canales de expresión de la sociedad civil. Es necesario para la salud democrática del presente que el pueblo de a pie participe de forma activa en las corrientes de opinión de su prensa local. Mientras no lo hagamos, la industria de la cultura seguirá al servicio de su patrón. Los tiempos de Urdaci vuelven a ser noticia ante la intromisión del poder en los laberintos de la libertad.
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