Me lo temía pero siempre tropiezo en la misma piedra o como se dice coloquialmente, volví a picar. Mal comienzo para unas Jornadas de Piano por las que pasarán Jean-Yves Thibaudet, Miguel Ituarte, Barry Douglas, Grigory Sokolov, Javier Perianes o el mítico Gustav Leonhardt (si llega hasta mayo de 2011 en condiciones).El Miño Niño, hijo del guitarrista, es un pianista sevillano hasta la médula que lleva el flamenco en la sangre y lo demostró con la propina familiar donde hicieron hasta devaneos con un Asturias Patria Querida de lo más "trianero", pero creo que no era el día ni el programa apropiado para estas Jornadas. Tal vez Miño Grande pensó que deberían regalarnos algo de flamenco más puro, aunque nos tirásemos hora y cuarto de "sufrimiento", y le dedicó la propina al director italiano (supongo que sabedores de lo que debió de pasar), recordando que El Flamenco ya es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pero evidentemente por ser inmaterial su sitio no está en las partituras por mucho que lo intenten... Y ya puestos a buscar para las Jornadas pianistas "distintos" me quedo con Chano Domínguez, con Michel Camilo o ya para ser más papista que el Papa, con David Peña Dorantes.
Parecía que escuchar la sinfonía de Turina tras Arturo Pavor volviese a recuperar y reafirmar la música española bien compuesta y atemporal por su vigencia, pese a los 90 años de la obra (estrenada en el Gran Casino de San Sebastián el 11 de septiembre de 1920). Músico y música de fantasía, de ensueños, de colorido, de alegría y de lirismo sin perder el orden y la forma, como su amigo Falla, y andaluces todos pero siempre con esa musicalidad universal sin populismos mal entendidos y bebiendo de las fuentes pero desde el buen oficio. Tengo que felicitar a la orquesta por su excelencia interpretativa (una maravilla los solos del concertino Andrei Mijlin como en él es habitual), y muy bien llevada por Marzio Conti que la tenía perfectamente estudiada como pudimos comprobar al escuchar cómo llevó los tres movimientos con una agógica importantísima y difícil en esta obra, sintiéndola suya y contagiándoles sus ganas de trabajar. Al menos se rompió el dicho de que "segundas partes nunca fueron buenas".