Releer Crepúsculo más de ocho años después nació como una joda y quedó: había visto las pelis de fondo mientras trabajaba para tener un sonido ambiente, pero terminé trabajando de madrugada porque usé toda mi tarde viendo las cinco películas de un tirón.
Vengo con un parón lector de hace más de un año y solo Harry Potter, saga que amo pero que jamás leí (hasta ahora), es lo único que me sacó de esa meseta. Pero, al haber llegado al último y leyendo el séptimo libro, me atacó la nostalgia y voy mucho más lento porque no lo quiero terminar. Estoy segurísima de que cuando la termine voy a releerla en inglés, porque es algo que siempre quise, pero aún así esa sensación de nido literario vacío (¿?) no se quita.
Necesitaba otra cosa para ir leyendo a la par y así que no se gaste tan rápido el último título, así que, básicamente, la idea de releer Crepúsculo nació así: de la pésima idea de reírme de un libro que recordaba horrible, cuya primera película siempre me gustó pues su presupuesto era de veinte patacones y dos caramelos masticables de banana.
Además, algo jugaba a mi favor: no recordaba casi nada de Crepúsculo en adelante. Si bien creí recordar más del primer libro (spoiler alert: no me acordaba casi nada), del resto recuerdo poco y nada, y del cuarto sé que tardé más de seis meses en leerlo, porque me pareció pésimo. Así que entre eso y las ganas de burlarme, leer Crepúsculo nació un lunes a la noche, tirada en la cama y con insomnio.
Para mi sorpresa, me terminó arrastrando en un remolino de nostalgia que me hizo rememorar mi mejor época de lectora, en la que todo me fascinaba y me era totalmente nuevo. Y una época bastante al pedo, digámoslo todo: fue mucho antes de que tuviera Goodreads, pero en esos momentos llegaba a un promedio de 70 o 75 libros al año. No tenía mucho que hacer, mi hobby era la lectura y unos años después tuve un blog literario al que alimentar con contenido. Era la combinación perfecta.
Doy por sentado que todes leímos Crepúsculo, como mínimo el primero, o sabemos de qué se trata. No voy a marcar los spoilers porque tuvimos quince años para leer esta obra maestra (¿?), así que bancá los trapos o leé el primer libro a la par.
Está más que claro que Crepúsculo no es ninguna obra maestra desde ningún punto de vista y que lo de la anterior oración era en joda. Meyer escribe pésimo, el desarrollo de los personajes es nulo, la trama en sí es unidimensional... incluso en La Huésped, si no recuerdo mal, le falta absolutamente todo lo mismo que en esta saga. Y también le falta motivación, porque hace más de diez años dejó una saga sin terminar (la de La Huésped) y un libro desde la perspectiva de Edward sin escribir (léase Midnight Sun) (pero sacando Vida y muerte, porque no es ninguna boba), sin motivo aparente. Una amigaza con sus fans y lectores, la verdad. Más que una amiga, una bro.
Hay algo de todo esto, de todas formas, que, como dije en Twitter, hizo que Meyer pueda vender millones de copias en mil idiomas diferentes y así dejar a la mitad títulos y sagas que tenía planeadas chupándole todo tres pepinos. Es decir, ni Stephen King, ni Suzanne Collins, ni ningún autor en esta escala de fama se atrevió a tanto. ¿Qué es? De nuevo, como dije en Twitter: cosa de Mandinga. Otra no se me ocurre.
Lo que hoy puedo decir que tiene, ya lo dije: para mí es la nostalgia. Digo, tenés a una piba de casi 25 años escribiendo una especie de reseña en su blog, el cual está cuasi abandonado hace más de un año, sobre un libro que salió hace quince años y que ella leyó hace poco más de diez: algo tiene que haber.
Para cuando leí este libro, mitad prestado, mitad pirateado pues lo leí mucho antes de siquiera empezar el blog y tener idea de qué significaba el pirateo para la industria, no había leído mucho, y muchísimo menos juvenil. Todo era nuevo, todo era fantástico, de todo tenía un poquitito que aprender. Los primeros libros juveniles y, sobre todo, aquellos que leí luego de elegirlos especialmente en la librería, sin otra información que la sinopsis del libro pues #niñesnonativesdeinternet (y así me fue, leyendo sagas desordenadas), tienen un lugar muy importante en mi corazón, y Crepúsculo es uno de ellos.
Pero lo malo es que Crepúsculo fue, tanto para mí como para muches otres, un libro formativo: lo que leemos en la infancia pero sobre todo, creo yo, en la adolescencia, es increíblemente formativo y nos va dejando pequeñas marcas de qué es lo que deseamos para nuestra vida y aquello que rechazamos, el bien y el mal, estereotipos, prejuicios y mensajes. Muchas veces he contado que he tenido vínculos románticos de mierda y sobre todo de adolescente (y muy recientemente un poquitito también), y mucha de esa carga la pongo en libros como este. Los tuve porque era una chica propensa a cruzarme y encariñarme con estas personas que me hacían mal, pero también los tuve por Crepúsculo, por la saga de Jude, por muchos otros títulos cuyos vínculos no necesariamente románticos eran abusivos y violentos, en lo físico o, y como en mi caso, en lo emocional.
Por supuesto, como digo, no fue lo único y ni siquiera diría lo principal, pero estar esperando a un Edward que me salvara fue en gran parte razón por la que durante toda mi adolescencia me sentí un ser pasivo, recluido, callado. Yo era una nena muy alegre, ruidosa, con muches amigues y que se divertía en todo momento hasta que la sociedad me dijo que algún día iba a tener toda la atención de los chicos y que eso era lo importante en la vida, y los libros (y otros productos culturales) me dijeron que las chicas que atraían a los chicos son las Bella Swan, las Lucy Larson, aquellas jóvenes sosas y pasivas, cuyos amigos son hombres porque las mujeres son chusmas, histéricas, arpías, y mi personalidad se fue adaptando a ellas. Yo era una nena feliz, extrovertida y confiada hasta que los productos culturales me dijeron que las chicas que atraían a los chicos eran las flacas, depiladas, chiquitas, por lo que comencé a cubrir mi cuerpo, muy grande para mi edad hasta que dejé de crecer como a los 13, e intenté hacerme lo más invisible posible. Yo era una persona con mucho poder de decisión y alma de líder, hasta que los productos culturales me dijeron que Edward es el que toma las decisiones por más que a Bella no le gusten, que ella se tiene que comportar porque él va a estar vigilando (cita casi textual del libro), que él decide qué va a hacer ella cuando no está del todo segura donde está, y mi ex novio de la adolescencia hizo de mí una persona callada, tímida, siempre dudosa.
(Y después vinieron las Katniss Everdeen, las Cinder y, hace muy, muy poquito, las Vivian Carter, y estoy escribiendo esto siendo feliz, grande, desafiando los términos heteropatriarcales y pudiendo identificar las cosas terribles que leí de adolescente).
También esta relectura trajo cosas buenas: Bella no me parece tan pasiva como la recordaba, por ejemplo. De vez en cuando se planta y, aunque sea por cuestiones caprichosas o yo no comparta sus decisiones a medida que voy leyendo, exige cosas que quiere, desea o de las que simplemente tiene ganas. Stephenie Meyer hace un pésimo trabajo en términos generales, en todo sentido, pero quizás también ella fue formada por ciertos productos culturales que le hicieron creer que Bella era el arquetipo ideal, y que un Edward era lo que ese arquetipo necesitaba.
Edward, un hombre que le quiere hacer creer que está loca (en su momento entendible porque intentaba proteger a su familia, hoy entendido como gaslighting), un hombre que todo el tiempo va y viene diciéndole que no tendría que acercarse a él porque es peligroso, pero que al segundo le dice que la espera al otro día en la cafetería para almorzar juntos.
Edward, un hombre que, con la excusa de tener curiosidad por no poder leerle la mente, invade su espacio (emocional y físico) todo el tiempo, que la vigila, que la sigue, que la ve dormir (!!!) y escucha las conversaciones que tiene con sus amigues. Porque esas cosas no hay que pasarlas por al lado: literalmente en una escena él escucha lo que habla con Jessica (lo que hay para hablar de misoginia en este libro, mamytahhhhhh) y es la única vez que Bella se enoja por pasarse de la raya, porque esa era una conversación personal.
Pero Edward no es el único problema, y quiero pasar de largo el clarísimo Mary Sue de este libro. El problema es que la Meyer del 2005 (no sé la actual porque al parecer MURIÓ no, mentira, no murió as far as I know, pero ya saben que casi no existe) era increíblemente misógina y machista. Los únicos tres personajes importantes femeninos por fuera de Bella son Jessica, Angela y Alice.
Jessica tiene por descripción la compañera chusma: no la soporta, solo habla con ella para sacarle información de Edward (y por soledad, como veremos en Luna Nueva), y Bella es su competidora directa por la atención de Mike. Angela le cae bien porque es tímida y callada, y no la molesta mucho, pero ella también es su competidora directa por la atención de Eric (en la peli) y de Ben (en el libro). Alice, por último, es piola y divina y todes la amamos, pero es muy femenina, hermosa (como tode vampire en esta saga) y no hay competencia alguna porque ella tiene a Jasper y Bella a Edward, estamos joya.
(También se menciona a una tal Lauren un par de veces durante el libro (¿?) que es la rubia forra de todo producto cultural yanqui y, ADIVINARON, la competidora directa por la atención de Tyler).
Quiero que esta serie de posteos sea lo menos ensayo posible, pero me es inevitable: no solo por cómo y lo que estuve escribiendo este año y pico en el que básicamente no escribí reseñas, sino porque quiero ser lo menos juzgadora al momento de releer un libro que se editó originalmente en el 2005.
Leo un libro de esa época con los ojos de ahora no para castigarlo, porque no me parece justo ni cuerdo, pero sí lo hago por las Florencias (y Agustinas, y Sofías, y Martinas y Eugenias y Marías) adolescentes que, por curiosidad, se encuentran con este u otros libros que fueron sacados para nuestra camada lectora. Quiero que les jóvenes, y sobre todo las feminidades jóvenes, lean lo que quieran, pero siempre con consciencia y con una mente ágil, reflexiva, que puedan dar cuenta de estas cosas y disfrutar (u odiar) un producto cultural sin que necesariamente impacte negativamente en su vida. Quiero que les xadres dejen a sus hijes leer lo que elles quieran o les caiga en las manos, pero sabiendo a qué se enfrentan como xadres, como adultes siendo, quizás, la única y mucha o poca referencia que tengan las juventudes cercanas a elles. Quiero que esto sirva a la gente que se cruce con este posteo y los que vendrán, para dejar de decir que la literatura juvenil es mierda y basura y que les jóvenes solo leemos porquería, porque de todo se puede sacar algo constructivo y nuestras juventudes ya no son ni tontas, ni dormidas, ni idiotas. Estoy segura, me atrevería a decir, que nunca lo fuimos.
Releer Crepúsculo fue una experiencia sanadora #JoséMaríaDomínguez. Me permitió no solo reconciliarme con una de las lecturas formadoras de la adolescencia, sino con mi yo joven que permitió que los Edwards y los Jacobs fuesen el objetivo romántico al que apuntar (e ignorando como la boba y reprimida que fui mis sentimientos por Alice, el primer personaje femenino que me hizo sentir algo por ella).
Creo e incluso confío en que este viaje de vuelta a Forks va a traer muchas cosas interesantes dentro y fuera de hilos de Twitter. Vamos a ver si me banco la lluvia constante.