Fotografías Antonio Andrés
La Sala Custom presentaba galones de templo mítico del rock con un ambiente insuperable y un aforo que debía rozar el lleno cuando sonó la introducción de La Trampa anticipando la tormenta que estaba por llegar. El esperadísimo estreno de la nueva gira de los Zigarros que traían el más puro rock and roll de vuelta a los escenarios, con un puñado de nuevas canciones debajo del brazo, las de su recién publicado disco Apaga la radio, producido infaliblemente una vez más por Carlos Raya.
Mucho cuero y estampados salvajes entre un público que vibraba desenfrenadamente con la feroz embestida de los hermanos Tormo (Ovidi y Álvaro); Adrián Ribes, incombustible en batería; y el imbatible Natxo Tamarit al bajo. El repertorio de los Zigarros, tras tres discos de estudio, no admite fisuras ni quebrantos y se sostiene poderosamente, dejando espacio únicamente para un par de concesiones para versionar No obstante, lo cual del rockero argentino Pappo y el instrumental Wipe Out de Surfaris. Los nuevos temas, como Malas Decisiones, exhiben músculo y actitud. La amalgama de sonidos y letras se enriquece con la romántica Con solo un movimiento y el divertido experimento funky rock de No sé lo que me pasa, analizando con escepticismo estos tiempos modernos. Demostrando casar perfectamente con los clásicos de trabajos anteriores como Cayendo por el agujero o A todo que sí.
Tras un primer breve amago de salida del escenario y dos horas de rock crujiente y sin filtro, directo al pulmón, los Zigarros se despedían, cómo no, electrocutando con garra. Tenía que probar; Hablar, hablar, hablar; Dispárame y Dentro de la ley fueron los bises de esta explosiva noche.
Antes, volaron los riffs de guitarra y una vampírica intro trajo uno de los momentos más portentosos del espectáculo. La distorsión de Listos para el despegue. Un rock pesado y contundente con un espíritu un tanto diabólico, ligeramente psicodélico, con aires a Led Zeppelin y Nirvana, que cayó como un rayo en la Custom e impregnó a Ovidi de ese hechizo que no puede ser descrito. Y es que los Zigarros, además de sonar como un cañón, tienen ese poder, ese código, ese estilo, ese carisma de Page y Plant, de Hendrix, de los Stones; esa naturaleza mística que tienen las bandas históricas y envuelve de misterio y épica el escenario mientras ellos están ahí arriba. Sonaron en Sevilla pero podrían hacerlo en Woodstock en el siglo pasado.
Los Zigarros en la Sala Custom
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