Vosotros. Esos que sabéis a que saben mis sueños. La vieja guardia, la buena gente. Esos ante los que puedo llorar. Los que quedamos en la Puerta del Sol la nochevieja del 2000. aunque no fuimos ninguno. Los que Mahou tras Mahou nos daba por inventar mundos, conquistar miradas, imitar a Miguel Ríos y jugar al mus a un pierde paga. Los del muro, el banco, las barras, el pub que ni era pub ni se llamaba así, los del barrio. Los que tenéis los mismos amaneceres de Madrid en los bolsillos.
Vosotros. Los que sabéis que cintas rebobinaba con el Bic, los que me ganasteis a las chapas, al mus, a las siete y media y a ese invento demencial llamado pocha. Los que nunca lograsteis enseñarme a jugar al fútbol, los del verdadero mejor equipo de la historia, de mi historia. Los de los desayunos del Valde, los del primer partido de noche con luces con el San Pepe, los de un equipo hecho con nombres y sueños de marionetas.
Vosotros. Los que siempre habéis estado a una llamada y a un recuerdo de distancia. Mi espejo. Sois tan jóvenes como yo, tan viejos como yo, tan heridos, tan vencidos, tan gloriosos, tan eternos como yo. Mi salón de estar, mi biografía, mi pequeño atlas, mi diccionario. A los que me es más difícil engañar y más fácil amar. Los de la calle Orense, Perfil, el Parador, Jig Jog, Verde y Plata, Oh Madrid, Four Roses, Chic Bianco, el Andén y tantos sitios de los que la memoria y demasiado alcohol no me permiten recordarlos. Que mas da. Cualquier sitio de esta ciudad se hace un puto palacio con vosotros.
Vosotros. Los de los primeros nombres. Jose, Luis, Juanma, Julio, Moncho, Kiko, Alfonso, Javi, Ángel y de los que me olvido sin olvidarme. Los que entienden “el tato”, “militarmente incluso”, “gargantilla” con significados diferentes al resto del mundo. Que inventen ellos, que ya soñamos nosotros.
A vosotros. Aunque nunca os hubiera dejado alejaros de mis alrededores, gracias por no hacerlo