Vota, por favor

Publicado el 27 abril 2019 por Felipe @azulmanchego

VOTA. CADA UNO es libre de hacer lo que le venga en gana, ¡faltaría más! Los convocados a las urnas son mayores de edad y con capacidad suficiente de discernimiento, como para que alguien pueda tutelar su soberana decisión. No participar es tan respetable como hacerlo.

Nadie está obligado a votar, si bien algunos pensamos que dejar de hacerlo es perder una oportunidad para tratar de que las cosas cambien a mejor. O de que no empeoren, que es otro de los riesgos que conlleva pasar de las urnas.Uno de los argumentos más comúnmente utilizados por quienes ejercen su soberano derecho de no apostar por ninguno de los partidos que se presentan es el de que no basta con acudir cada cuatro años a los colegios electorales. Y quizás no les falte razón. Otros opinan que si no acuden a votar es porque no hay ni un solo partido que les represente y que la formación política que ellos anhelan no existe. Y es posible que no vayan desencaminados.Los hay, incluso, que no comulgan con el sistema que tenemos porque, según su criterio, la democracia directa o pura, o la digital, ejercida por el pueblo en una asamblea y sin intermediarios, como en la Antigua Grecia, debería ser la única con capacidad para elegir y decidir. Complicada opción, por no decir imposible, que pueda aplicarse con carácter general en cualquier país, pero, oye, por soñar que no quede. En mi caso, si tuviera muchos años menos de los que tengo, tal vez pensaría también así.Planteamientos teóricos de este tipo están muy bien en el terreno académico, o para una tertulia con amigos, pero no hay nada como una dosis de realismo para entender algo muy sencillo: si yo no voto, y tú no votas, y él o ella no votan, ten por seguro que algunos se van a beneficiar de tu consciente –o inconsciente– pasividad.Votar no te hace mejor o peor persona, ni creo que suponga un ejemplo de rectitud o de moralidad. No se trata de eso. Es mucho más sencillo: el hueco que, sin lugar a dudas, dejará la abstención, será rápidamente ocupado por otros.Es muy posible que en la ‘España de Alicia en el país de las maravillas’ las cosas fueran de otra forma, pero da la casualidad de que el sistema imperante –el mismo, o muy similar, que en el resto de los países democráticos– no es fácilmente modificable. Hay otras formas de participación ciudadana, pero, de momento, y me temo que por muchos años, no hay ninguna disponible para unos comicios como los de este domingo, 28 de abril, o los que han de venir el 26 de mayo.Tampoco me olvido de que nuestra democracia es imperfecta. Y lo es porque, con independencia de que no permita consultas sobre el modelo de Estado –República o Monarquía–, ha sido incapaz de cortar de raíz los casos de corrupción, o, con demasiada frecuencia, ha dado la espalda a los más necesitados. Pero esto, con ser grave, no es motivo suficiente como para disuadirnos de la convocatoria electoral.No pasa nada si no lo tienes claro. Siempre te quedará un último recurso: votar contra quien no quieres que te gobierne ni te represente. Sobre todo porque, si el panorama actual no te acaba de convencer, piensa que la cosa puede ir a peor. Tal vez esto pueda contribuir a disipar tus dudas, si es que todavía las tienes y, en la medida de tus posibilidades, evitar una posible regresión democrática.Hay derechos vitales, fundamentales, como el de la libre elección de nuestros representantes, que durante demasiados años no se pudo ejercer en España, y tampoco es este un mal motivo para acudir a votar.Vota. Tal vez no ganes demasiado, es posible. Pero es mucho lo que puedes perder si te quedas en casa. Vota. Con desgana o con ilusión, con rabia, con escepticismo o con la decepción por bandera. Vota a quien quieras, o contra quien quieras, pero vota, por favor.