No me asustan las elecciones. Sí, soportar otra campaña electoral será un poco coñazo, pero también una buena oportunidad para comprobar cuántos quedan retratados tras el papelón que han protagonizado desde finales de diciembre.
Por lo que leo y escucho de unos y otros, se diría que acudir de nuevo a las urnas equivale poco menos que a un apocalipsis democrático. La verdad es que después de pasarme cuatro años ansioso por votar, verme obligado al terrible sacrificio de depositar la papeleta dos veces en sólo seis meses amenaza con ser traumático. No sé si lo superaré…
Sí, claro que lo haré. En Catalunya le hemos cogido el gustillo a la fiesta de la democracia. En eso nos parecemos a Suiza, fíjate qué bien. Quién sabe, igual a Junts pel sí y la CUP les da por pelearse y hacemos un dos por uno el 26-J.
Bromas aparte, repito: votar no me asusta, y, de hecho, creo que es la única salida razonable a la situación política española. La alternativa, la única que han dejado abierta, la que muchos sospechábamos tras los resultados del 20-D, entre otras cosas porque era la que reclamaban los dinosaurios políticos y el establishment, es bastante más terrorífica: la gran coalición.
En estos momentos no parece viable, pero tienen un par de semanas para vendérsela a la masa ameba (que diría mi admirada Rosa María Artal) como la solución salvadora que evitará el cataclismo.
De esa caricatura de dirigentes con que cuenta el Partido (anteriormente conocido como Socialista y Obrero) Español se puede esperar cualquier cosa. Hernando y Luena sí que son una broma, de muy mal gusto. Pueden acusar a Podemos de lo que quieran y responsabilizarlos del fracaso de las negociaciones para formar gobierno, claro que sí. En política la culpa es siempre del rival. El problema son los argumentos. Y los que están usando esos dos tipos de perpetuo ceño fruncido y cara de circunstancias son de patio de colegio. Producen vergüenza ajena (a no ser que seas hooligan del partido, claro).
Hernando dice que no habrá más ofertas ni contraofertas, que o Podemos acepta el pacto con Ciudadanos o nada. Ah, pero ¿es que ha habido otra opción? Dice que estaban dispuestos a aceptar el 70% de las propuestas que Podemos presentó en la mesa a tres, pero por otro lado el pacto “progresista y reformista”, ejemplo de “mestizaje político”, es sagrado. Por supuesto, que Ciudadanos presuma de ser la garantía de que Podemos no tocará poder, y que de ese documento no fuera a aceptar ni una medida es un detalle sin importancia.
¿Nos explica, señor Hernando, cómo pensaban incorporar las propuestas de Podemos sin modificar el sacrosanto pacto? ¿Cómo iban a conseguir la bendición de su socio preferente? Y el otro, el Luena, vuelve a sacar la cantinela de que Iglesias & co. sólo buscan sillones y romper España.
Que no se fían, dicen. Madre de Dios (dijo el ateo, o sea, yo). Y del PE nos fiamos, ¿verdad? Aún tendrán las narices de hacer campaña como abanderados de la izquierda. Después de haberse ahorcado con el abrazo de la nueva derecha. Jamás había sido testigo de una estrategia más torpe.
La prensa “importante” anda repleta de sesudos artículos alabando la valentía y el buen hacer de Schz. Bueno, eso supongo, porque no leo prensa “importante”. Escucho a algunos tertulianos, cada vez menos, y me sorprende (que no debería) que la mayoría de análisis sean tan planos, tan simples.
Casi siempre coinciden en culpar a Podemos del fracaso de las negociaciones. Desde que Schz y Rivera escenificaron su acuerdo por la salvación de España, los medios/analistas/tertulianos “progresistas” se pusieron de acuerdo en que Podemos debía ceder para incorporarse al pacto. Lo urgente era echar a Rajoy. Los más de cinco millones de votos morados no eran más que un instrumento necesario. Cuestión de números.
Qué más da que desde antes de las elecciones el PE garantizara que nunca pactaría con “populistas” que pretenden “romper España”. Qué más da que la primera línea roja la pusieran los barones y la baronesa, como estos días se encarga de recordar un socialista digno, José Antonio Pérez Tapias.
Para el PE gobernar junto a Podemos nunca ha sido una opción. Por eso se lanzó en brazos de Rivera en cuanto tuvo la oportunidad, aun sabiendo que ello condenaba a Schz a no ser presidente. Despreciar los cinco millones de votos por el cambio (porque ésos, junto al millón de Garzón, que no de IU, sí eran para cambiar de verdad las cosas), reduciéndolos a votos para dar el gobierno al PE a cambio de nada, es un insulto a la inteligencia.
Ahora los antiguamente socialistas se indignan porque Podemos consulta a sus bases. Hace un mes les retaban a que lo hicieran. ¿Pero qué pretenden? ¿En serio consideraban la posibilidad de un gobierno en minoría o junto a Ciudadanos? No puedo creerlo.
Todavía no han entendido qué es Podemos, ni, obviamente, han entendido que en el momento que deje de ser lo que es, su existencia habrá dejado de tener sentido. Podemos nace del hartazgo, de la incapacidad de los partidos tradicionales de gestionar el malestar y las reivindicaciones de las clases populares y de quienes se vieron golpeados por la “crisis”. Su gran éxito ha sido movilizar a quienes habían renunciado a la política institucional, así que sólo si mantiene esa esencia, esa capacidad de ofrecer respuestas diferentes y de actuar de manera diferente, será un instrumento útil. Porque Podemos es, ante todo, un instrumento de cambio. Sus votantes, por tanto, no actúan de acuerdo a la lógica “yo soy de este o aquel partido”, como el que es del Betis “manque pierda”.
Yo voté a En Comú Podem, pero no lo haría en unas próximas elecciones si renunciara a lo que me llevó a confiar en ellos. Porque una cosa es ceder en una negociación, y otra muy distinta que pretendan que renuncies a tu identidad, a aquello que justifica tu existencia.
Me sorprende que insistan tanto en la intransigencia de Iglesias y compañía, que se empeñen en que debe pactar. No tiene sentido. Bueno, sí lo tiene. Cuanto antes se pueda identificar a Podemos como más de lo mismo, antes dejará de ser un problema para el sistema.
La última propuesta para tratar de alcanzar un acuerdo con el PE a mí no me gustaba. Para mi gusto contenía demasiadas cesiones, muy significativas. Eran propuestas demasiado cercanas a esta socialdemocracia moderna que tiende a ser cada vez menos social. Pero, bien, negociar es ceder… hasta un límite.
A Podemos le están pidiendo que no sea Podemos. No es razonable. Si yo hubiera querido un programa socialdemócrata descafeinado, habría votado al PE, pero resulta que yo y otras más de cinco millones de personas queríamos cambio. No ese sucedáneo “mestizo”, sino del de verdad, del que supone ruptura, otra forma de hacer las cosas, desde abajo, desde la izquierda (aunque tanto le cueste a los dirigentes de Podemos pronunciar esa palabra).
Coquetearon con la transversalidad y el mestizaje político durante un tiempo, antes de la campaña electoral. Fue un error, en mi opinión, grave, y les repartí cera por ello. Con el lanzamiento de Ciudadanos, pretender rascar votos hastiados a derecha e izquierda era una estupidez y garantizar que las encuestas acabarían acertando. Afortunadamente, rectificaron a tiempo, recuperando parte del discurso descarado y honesto del principio.
El tacticismo no me gusta, aunque entiendo que en política es inevitable. No sé si Iglesias y su equipo han estado actuando guiados por el tacticismo desde el 20 de diciembre. En parte sí, claro, pero lo que realmente me importa es que no traicionen su esencia. En este momento me parecen honestos. Ese pacto es lo contrario a lo que representan. Es inasumible.
De verdad que me considero insultado cada vez que un dirigente del PE pretende hablar por boca de los votantes de Podemos. ¿Ellos qué sabrán sobre traicionar…? Ups, pues va a resultar que sí saben bastante. ¿Aún no se han dado cuenta de que la razón de que exista Podemos es, en gran parte, consecuencia de sus traiciones?
De lo que no saben nada, porque lo han olvidado, es de mantenerse fieles a unos ideales, de recordar qué significan las palabras socialista y obrero. Son palabras muy importantes para ser olvidadas.
El PE (su aparato dirigente) ha demostrado una inmensa cobardía. Una cobardía que debería ser imperdonable por parte de la mayoría de sus votantes, los que continúan pensando que son de izquierdas.
Creo que, ahora sí, ha firmado su defunción. Dicen los señores del ceño fruncido que Podemos no es de fiar. Yo digo que cuando lo afirman en realidad están pensando en ellos mismos.
Ahora ya no tengo dudas de que quiero elecciones. Votemos de nuevo y que unos y otros queden retratados. Puede que no cambie casi nada. Seguramente la organización criminal que ha hundido a España en la ponzoña mantendrá sus siete millones de colaboradores necesarios. Siete millones de españoles sin estómago y con la cara de mármol.
Puede que las encuestas por fin acierten y Rivera acabe transmutado en el nuevo Suárez.
Puede que millones de transversales electores mestizos, a derecha e izquierda, sean iluminados con la luz de la sabiduría y aúpen a Schz al trono que tanto se ha empeñado en alejar a patadas (tengo curiosidad por ver cómo escenificarán la ruptura con Ciudadanos, porque no creo que hagan campaña juntos, ¿no?).
Y puede que, finalmente, Iglesias y sus intransigentes muchachos (espero que en confluencia con la parte razonable de IU, Compromís, Equo, ICV, En Comú, Mareas…) ocupen el lugar que merecen, junto a bolivarianos, etarras e independentistas, librándonos así de las plagas bíblicas que les acompañan.
Votemos, pues… si la gran coalición no lo evita.