“Elvoto voluntario desincentivaría la participación”. Con esa frase, más datos quesustentan la frase, quienes rechazan el voto voluntario y apoyan obligar avotar, parecen saldar cualquier discusión sobre el tema. A simple vista, evitarla caída de la participación política y con ello de la representación, parasalvar la Democracia parecen argumentos inapelables, pero ¿Qué entendemos porparticipación política y democrática, realmente?
Yla pregunta es relevante no sólo cuando nos preguntamos en serio qué esparticipar votando, sino cuando analizamos en qué sistema electoral, es decir, derepresentación y participación, se nos obligaría a votar.
¿Acaso obligando a votar, lospolíticos tendrán incentivos para informar de manera concienzuda a suselectores sobre sus propuestas y otros asuntos? ¿Acaso las castas políticas sesentirán llamadas a abrir más espacios para la competencia política decandidatos independientes en diversos niveles, porque ahora nos obligan a votar?¿Se sentirán llamadas a modificar el sistema binominal que les garantiza cuposcon pocos votos porque nos obligan a votar? ¿Se sentirán llamados a evitar lasreelecciones? ¿Se sentirán llamados a representar a sus electores?
Yreitero ¿Qué entendemos realmente porparticipación política, electoral o como quiera denominarse, al momento deusarla como argumento a favor de la obligatoriedad? ¿Acaso votando para cumplir–y evitar una sanción- se participa realmente? ¿Acaso se cree que por arte demagia, el voto obligatorio hará surgir la virtud cívica de los ciudadanos quese presume inexistente en éstos, y por lo cual se les obliga a votar?
Sisomos honestos, diríamos no. Votando porque estamos obligados (sin tomar encuenta si se vota informado y a conciencia, y no sólo para evitar sanciones,pero sin conocer quiénes y qué proponen los diversos candidatos) no se está participando políticamente. Se simula participaciónpolítica. Por inercia.
Obligandoa votar se construye una fantasía, una fábula, donde se presume que todos van avotar felices e informados, de manera consciente. Por tanto, como todos participanpolíticamente, pues asisten a las urnas -obligados-, quiere decir que aceptanel sistema electoral vigente, y a las élites políticas que se alimentan deéste.
Yesa ilusión, de que muchos votan, no fomenta mayor participación política, sinoque la desvirtúa de su sentido político, la vuelve un trámite como renovar elpermiso de circulación, y por tanto termina por fortalecer y a la vez esconderun sistema con castas políticas desprestigiadas, en las que pocos ciudadanoshoy confían, que no quieren competir con nadie, salvo con ellas mismas; que noquieren hacer ninguna clase de esfuerzo por captar nuevos votantes, salvomantener sus clientelas, ya parasitarias.
Entoda esta defensa del voto obligatorio, no veo a nadie promover un esfuerzo delas clases políticas por fomentar una educación política más sustancial a nivelciudadano. No sólo en las escuelas, sino a través de los medios. Ni siquieralos partidos hacen eso a nivel de sus bases. Nadie, ningún político propone unacampaña por un voto informado de verdad.
Yalguno saldrá con el deber. ¿El deber? ¿Podemos hablar de cumplimiento deldeber, si el voto se ejecuta sin ninguna clase de información concreta, con lacual el elector pueda decidir de manera razonada su elección?